Sociedad

Twitch, un nuevo ring (político) en el ciberespacio

Además de ser el espacio para ‘gamers’ y creadores de contenido, la plataforma de streaming se ha convertido en uno de los nuevos fortines donde intentar conseguir el complejo voto joven. ¿Cómo puede convencer un político a las huidizas nuevas generaciones en su terreno?

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16
febrero
2021

Los decorados carecen de la rigurosidad y la solemnidad de los escenarios en los que se suelen situar los políticos, pero eso no impide que los focos se sitúen cada vez más sobre una página web que, al menos en cierto sentido, es singularmente íntima. Twitch es una plataforma de retransmisión de video –conocida más popularmente con su nombre en inglés, streaming– que permite a los usuarios ofrecer sesiones en directo. En ellas, un presentador –o streamer– retransmite durante horas y horas sus habilidades en los videojuegos mientras charla, de modo informal, con sus espectadores o con otros colaboradores. Esto incluye las imágenes en directo del videojuego en cuestión, pero también de la habitación del propio streamer, habitualmente caracterizada por sillas de formas imposibles y luces abigarradas. Twitch nació, al fin y al cabo, como una plataforma ligada a la industria de los videojuegos, casi como una suerte de permanente retransmisión en pijama. ¿Cómo se ha terminado convirtiendo también en una punta de lanza de la comunicación política?

La auténtica capacidad de este potencial se descubrió, sobre todo, tras una de las tres retransmisiones de Alexandria Ocasio-Cortez, la joven y popular congresista demócrata de Estados Unidos. La emisión en cuestión, realizada en octubre –con la que consiguió reunir hasta 430.000 espectadores simultáneos–, se coló como una de las más vistas de la historia de la plataforma. Durante las tres horas de la retransmisión, en la que también participaron grandes personalidades de la web, jugaron al videojuego Among Us mientras charlaban de manera informal y buscaron reconducir a la gente a la página web I Will Vote, construida no solo para la resolución de dudas acerca del intrincado proceso electoral estadounidense, sino también para animar a ejercer el derecho a voto.

Como señala el asesor político y experto en comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí, Twitch «cambia las reglas de la concepción pasiva del espectador o usuario a través de factores como el juego o el acompañamiento». Parte del atractivo estaría en una interacción entre el streamer y sus espectadores, que se refleja en el ambiente coloquial de la retransmisión y en un chat de texto en el que cualquier usuario puede comentar. «Creo que la interacción y el engagement [compromiso] son elementos clave, pero también hay una sensación de que estás en un canal diferente, fuera de registro, claramente alternativo. Esto tiene un efecto que también es poderoso, creando algo así como una comunidad nueva», explica Gutiérrez-Rubí. Un necesario sentimiento de comunidad que quizás venga motivado por la paradójica sensación de aislamiento y soledad que domina internet.

Antoni Gutiérrez-Rubí: «Hay una sensación de que estás en un canal diferente, fuera de registro, alternativo»

El factor más atractivo de esta incursión política en Twitch, sin embargo, radica principalmente en sus usuarios: el 73% de los espectadores, según Global Web Index, cuentan con entre 16 y 34 años. La plataforma se convierte, con estas cifras, en un claro campo de batalla por el que disputar el voto joven, un sector difícil de atraer porque, en palabras de Gutiérrez-Rubí, «siente que la política no le habla ni en sus códigos, ni en sus lenguajes, ni en sus temas… y también porque estamos hipotecando el futuro de las generaciones futuras y ellas, además, lo intuyen». Para el experto hay un peligro intrínseco, y es que en una plataforma dominada por gente joven –y en la que lo coloquial es un imperativo– «se necesitan unos niveles de autenticidad y radicalidad que combinan mal con la impostura». Y esa naturalidad quizás encaje bien en la figura de determinados políticos pero, desde luego, no con todos.

Para otros como William Clyde Partin, investigador asociado en la Universidad de Carolina del Norte, el éxito de Twitch y su influencia en la actual comunicación política responde a lo que ya es parte de una cultura generacional. «La gente joven –e incluso aquella no tan joven– ha crecido acostumbrada a poder acceder a la intimidad de gente famosa a través de las redes sociales. Twitch tan solo sube la apuesta, desarrollando esto en tiempo real entre streamers y espectadores», afirma. Y añade: «Es una web que puede desarrollar un montón de dinámicas. Por ejemplo, en el caso de Alexandria Ocasio-Cortez, normalmente utiliza sus directos para responder a diversas cuestiones y ofrecer el acceso a una visión ‘interna’ de la política norteamericana». Señala, además, que se trata de una plataforma con una cultura propia y que los políticos, por tanto, están obligados a trabajar con ella. «Aquí no se puede encajar con la misma formalidad que uno aparentaría en una aparición en la CNN», concluye. Una naturalidad y una cercanía que quizás podemos ver en el caso de la congresista estadounidense, pero que también hemos podido ver anteriormente –en este caso, en Twitter– con las publicaciones del expresidente norteamericano Donald Trump. A diferencia de otros políticos, ambos parecen encargarse personalmente de sus propias redes sociales, lo que les hace ser percibidos si no más originales, sí menos encorsetados.

¿Rezagados ante la nueva era Twitch?

Partin también cree que Twitch terminará convirtiéndose en una plataforma en la que el debate político tenga lugar de una forma más o menos sistemática, sobre todo a medida que los políticos de las nuevas generaciones, acostumbrados al uso de las redes sociales, crezcan. En España, no obstante, su uso aún es mínimo. «A pesar de la extraordinaria penetración de internet y la cultura digital, en la sociedad española, sigue habiendo pocas acciones transformadoras de la política en las redes sociales. En Estados Unidos se entiende muchas veces que hay que empezar primero en el ámbito digital, pero en la política española lo digital se suele entender como un complemento casi siempre periférico», analiza Gutiérrez-Rubí. En nuestro país, hoy, tan solo dos puntos de audiencia separan a la televisión de internet. A pesar de los tímidos pasos en esta dirección, según el asesor, «aún no parece comprenderse el enorme potencial de lo digital como un espacio original y central de cualquier proyecto».

A este respecto, las iniciativas nacionales son escasas. De hecho, el único representante nacional que ha aterrizado hace escasas semanas en esa plataforma es Íñigo Errejón, diputado de Más País. «Una intervención en un tribunal es muy cómoda en el sentido de que la preparas y la dices, no te interrumpen, te contestan después… Esto en esas plataformas no pasa. Estar ahí es tres veces más difícil, porque la gente te pregunta de todo, desde la serie que estás viendo a para qué van los gastos públicos, pasando por qué opinas de lo que está pasando en Birmania, qué harías con la vacuna o cuáles son las últimas zapatillas que te has comprado. Entiendo que haya gente que no se someta a esto porque es muy cansado, eres tú desnudo ante una pantalla y miles de personas que te preguntan lo que quieren», explicaba recientemente en una entrevista para Ethic. «La política oficial tiene siempre la tendencia a divorciarse del mundo real porque al final políticos y periodistas solo hablamos entre nosotros. Si a través de un teléfono puedes interactuar con la gente para que te plantee sus miedos o sus críticas, es un baño de realidad que creo que es enriquecedor», añadía.

El 73% de los espectadores de Twitch, según Global Web Index, cuentan con entre 16 y 34 años.

Más allá, apenas se pueden mencionar algunos guiños, como el dirigido el 31 diciembre de 2020 por el entonces ministro de sanidad, Salvador Illa, a Ibai Llanos, uno de los diez streamers con más suscriptores del mundo y conocido, entre otras cosas, por sus interacciones con estrellas del deporte como Sergio Kun Agüero. En ese momento, y en un evidente acercamiento a ese sector demográfico tan inaccesible, Illa afirmó haber vivido las campanadas con su familia viendo la retransmisión de Ibai Llanos. A nivel de partido, tan solo Más Madrid se ha atrevido a abrir un canal permanente en la plataforma, algo significativo por dos motivos principales: porque es el reconocimiento de una oportunidad política y porque de momento, al contar con tan solo 345 seguidores, se trata de un relativo fracaso. La razón de que este proyecto hasta el momento haya fallado se puede enmarcar en lo repetido líneas arriba: su concepción no sigue las reglas de la propia comunidad, produciendo retransmisiones jerárquicas –esto es, de arriba abajo– en las que no se percibe ninguna clase de interacción o compromiso para con el público. Dicho de otra forma, Mientras Ocasio-Cortez demuestra ciertos niveles de naturalidad practicando sus habilidades en los videojuegos, desde el partido madrileño se organizan debates tradicionales y cerrados entre varios políticos vía Zoom.

Algunos de los datos ofrecidos desde la propia plataforma demuestran que, con gran probabilidad, numerosos eventos digitales tendrán lugar en Twitch en un futuro cercano. Según la compañía norteamericana, más de siete millones de creadores únicos hacen streaming cada mes, contando con una media de visitantes de 30 millones a nivel global. Durante el año pasado, aunque marcado por las restricciones a la movilización, se visualizaron un trillón de minutos en la plataforma. Según Twitch Tracker, la evolución en poco más de un año es abrumadora: de una media de poco más de un millón de espectadores diarios en enero de 2020 a los casi tres millones actuales. Cabe también señalar que el crecimiento, a pesar de la pandemia, es sostenido: mientras en 2015 los canales activos en Twitch eran de un millón y medio, hoy llegan casi a los diez millones. Con una notable tasa de penetración de internet en el país de más de un 80%, lo normal sería pensar que el futuro, hoy, es cada vez más brillante para los streamings digitales.

Es posible apreciar, no obstante, una curiosa brecha digital dentro de esta clase de retransmisiones, lo que se aprecia tanto en Estados Unidos como en Europa. Este choque de formas lo protagoniza Facebook Live, el servicio de retransmisión en directo de la compañía homónima, que permite llegar, a causa de sus propios componentes demográficos, a una mayor cantidad de adultos. Así, si bien sigue alcanzando un alto número de cuentas de gente joven –entre 18 y 29 años–, gran parte de su audiencia consta de unas edades muchos más altas, con usuarios que se mueven entre los 30 y 64 años. Esto es lo que lleva al Partido Republicano de Estados Unidos, entre otros, a dar preferencia a la producción de streamings y mítines para esta red social. Lo mismo ocurre, en terreno europeo, con el político italiano Matteo Salvini, cuyos vídeos y directos –con un lenguaje llano reflejado en sus despedidas con bacioni («besotes»)– le llevaron a alcanzar unos números de seguidores mucho más altos que cualquiera de sus competidores electorales. Según datos de Global Web Index, hoy casi la mitad de los usuarios de internet con una edad comprendida entre 16 y 24 años, han visto al menos un streaming de videojuegos en directo. Nuevas formas de comunicar que, quizás, también terminen por influir el propio contenido –y funcionamiento– de la política del futuro.

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