Opinión

El (nuestro) futuro del trabajo

La salida de la crisis no puede construirse sobre la fragilidad, ni bajo una visión que nos lleve a pensar que el eslabón más débil son las personas y que, por lo tanto, son un mal menor para que el sistema pueda continuar.

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26
febrero
2021

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Todos hemos oído las alarmas catastrofistas que nos dicen que el futuro del trabajo está por escribir. Nos dicen que aparecerán, en los próximos años, más de 97 millones de nuevos roles que se adaptarán mejor a la transformación del trabajo futuro. Leemos cómo el trabajo tal como lo conocemos está en vías de desaparición y que más del 50% de los trabajadores han de ser recualificados. Que, tras la crisis sanitaria derivada de la pandemia, más del 41% de las empresas están dispuestas a reducir su fuerza laboral debido a la situación económica y a la imprescindible transformación digital y tecnológica.

Podemos leer múltiples informes y estudios que nos avanzan la indefinición del futuro del trabajo. Nos hablan del papel que van a jugar los robots, la inteligencia artificial, la tecnología del 5G, la digitalización o la automatización de los puestos de trabajo. Al mismo tiempo, instituciones como la Business Roundtable –que aglutina a los CEO de las mayores empresas multinacionales de Estados Unidos– alzaron la voz en junio de 2019 para decir que no podíamos seguir con el actual sistema capitalista expansivo y deshumanizado. Una alerta que el propio Financial Times llevó a su portada con el Capitalism. Time for a reset.

La salida de la crisis sanitaria, económica y social no puede construirse sobre la fragilidad, ni bajo una visión que nos lleve a pensar que el eslabón más débil son las personas y que, por lo tanto, son un mal menor para que el sistema pueda continuar. No podemos crecer con debilidad, asumiendo que la desigualdad es algo innato al progreso. Los trabajadores han pasado de ser la fuerza bruta a sustentar su valor productivo en sus habilidades manuales. Ahora, en la era del conocimiento, su capacidad para pensar, analizar, resolver problemas y tomar decisiones es un valor que cotiza a la baja. Su papel en el futuro del trabajo no puede estar sujeta a una suerte de oferta y demanda.

Cuando hablamos del futuro del trabajo no podemos olvidar que estamos hablando de personas. No es este un debate impersonal, porque fundamentalmente en ellas reside nuestro valor primordial. La dimensión del capital humano será la que nos permita construir un progreso sin debilidades ni desigualdad. Por eso, el futuro del trabajo se configura en segunda persona del plural y en voz activa: las personas son el vector fundamental para lograr la transformación.

«La dimensión del capital humano será la que nos permita construir un progreso sin debilidades ni desigualdad»

En una entrevista publicada en el anterior número de Ethic, el filósofo Javier Gomá defendía el ideal de la doble especialización para transitar del estado estético al estado ético, del oficio –para ganarse la vida– y del corazón –para fundar una casa–. Esto me lleva a comprender que somos seres íntegros, personas que construimos nuestro futuro como una acción permanente entre el oficio y el corazón.

El futuro del trabajo no va de robots, de datos o de tecnología: va fundamentalmente de personas llamadas a liderar un tiempo que está por construir mediante la inteligencia colectiva que aportamos todos y cada uno de nosotros. No será fácil, pero será lo que queramos que sea. Para ello, tendremos que pasar de ser objetos débiles en una indeterminación a sujetos activos en la construcción de un espacio de convivencia y progreso.

Cambiemos el enfoque e inauguremos un tiempo donde el factor primordial sean las personas y donde la tecnología esté al servicio de nuestro objetivo y fin último. El aprendizaje a lo largo de la vida se convierte de esta manera en un nuevo derecho fundamental: la educación no solo debe permitirnos adaptarnos a la nueva realidad, sino que también nos otorga las capacidades y competencias para liderar el futuro. El futuro del trabajo es el futuro de los trabajadores y trabajadoras.


Federico Buyolo es pedagogo y director adjunto del  gabinete de la Ministra de Educación y Formación Profesional.

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