Salud

Tal como éramos (en 2020): en camino hacia la nueva realidad

Con la llegada del coronavirus, el ocio, el trabajo y las relaciones personales han cambiado… ¿Para siempre? ¿Diremos el adiós definitivo al tapeo compartido, a las citas en los cines o a las maratonianas jornadas laborales en la oficina?

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28
mayo
2020

Quedar a tomar una caña con una amiga después del trabajo. Entrar en nuestro bar favorito y encontrarlo a tope, como siempre. Parece que hay hueco al fondo, en la barra. Nos hacemos fuertes como podemos, avanzando a base de codazos –y disculpas– a la persona de al lado. «No te preocupes, esto está hasta arriba», te responde amablemente, mientras tus acompañantes te cogen del codo para moverte hacia la milésima de espacio que has conseguido a base de que todos os acerquéis un poco más. Una escena clásica de cualquier bar español un jueves a las ocho de la tarde –o en cualquier momento del fin de semana– que, a partir de ahora, va a pasar a ser parte del imaginario colectivo y de las historietas y anécdotas que les contaremos a nuestros hijos, sobrinos y nietos: con la nueva normalidad que se avecina, estas estampas costumbristas dejarán de ser habituales.

España cuenta con más de 300.000 bares y restaurantes repartidos por toda la geografía. Y todos y cada uno de ellos, independientemente de su tamaño o ubicación, van a tener que adoptar medidas que les permitan cumplir con las distancias mínimas requeridas para mantener criterios de higiene y seguridad en perjuicio de su aforo. Con ello diremos adiós a un signo tan característico de la cultura española como el tapeo en barras de bar a reventar y las largas sobremesas que se estiran durante horas en comedores apretados. Más de uno tiene claro que no va a poder afrontar económicamente esta nueva situación que les va a obligar a operar al 50% de su capacidad. Será, sin duda, un duro golpe para un sector que en 2018 facturó más de 123.000 euros (un 6,2% del PIB) y empleó a 1,7 millones de trabajadores, según recoge el Anuario 2019 de la Hostelería de España. A partir de ahora, deberemos acostumbrarnos a ver locales semidesiertos y un tanto gélidos, forrados con mamparas de metacrilato que dividirán los espacios en mesas y barras, como ya sucede en otros establecimientos: junto con la hostelería, los comercios, sean del tipo que sean, que ofrezcan cualquier servicio a clientes van a tener que acoplar medidas que separen a unos y otros, desde librerías hasta farmacias, pasando por tiendas de ropa, perfumerías, mercados y un largo etcétera.

Importante revés va a sufrir también el ocio. Cines, salas de conciertos y museos ya no serán lo que eran y tendrán que apostar también por aforos reducidos con butacas libres entre espectadores y turnos de visita. Tal vez, hasta esté bien eso de pedir cita para ir al museo y contemplar El Guernica sin demasiada gente, aunque sea en detrimento de la improvisación y los planes de última hora en los que le propones a alguien entrar a ver una película al azar en mitad de un paseo. En cambio, durante estos meses de confinamiento, tanto el uso de Internet como el consumo de ocio online ha crecido exponencialmente y todo apunta a que este cambio de paradigma en el entretenimiento ha llegado para quedarse. Después de todas estas semanas viendo pelis, series, documentales a través de plataformas de streaming como Netflix, Amazon Prime, HBO o incluso Disney+ (que aterrizó en España a poco de empezar el confinamiento), ¿vamos a renunciar a ello? A golpe de clic también han cambiado los hábitos de consumo. Las ventas online se han disparado, especialmente las de alimentación, droguería y perfumería, y un alto porcentaje del comercio online producido durante las últimas semanas se convertirá en estructural, según la consultora Deloitte

El turismo supuso, solo en 2018, un 14,6% del PIB en España y generó casi 3 millones de empleos

Pero, posiblemente, el mayor varapalo lo vaya a sufrir el turismo, el sector que más riqueza aporta a nuestro país. Solo en 2018, esta industria contribuyó con 178.000 millones de euros a la economía nacional (lo que representa un 14,6% del PIB) y generó casi 3 millones de empleos, según un informe elaborado por el Consejo de Turismo y Viajes Mundial (WTTC, por sus siglas en inglés). Cifras nada desdeñables a las que podemos sumarle los más de 83 millones de turistas internacionales que España recibió en 2019, según la encuesta Frontur, publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). ¿Cómo será el verano 2020 en las playas españolas? ¿Habrá que reservar espacios para poner la toalla y la sombrilla como ya hacemos en los bares y restaurantes? ¿Tendremos que renunciar a reunirnos con familiares y amigos a la orilla del mar? Las relaciones personales también se verán afectadas. ¿Cómo interactuaremos unos con otros, o cómo nos comportaremos en el metro o cuando alguien en la calle pase muy pegado a nosotros? ¿Diremos adiós a los besos y abrazos para sustituirlos con un frío apretón de manos o, tal vez, ni eso? Hasta las misas van a tener que cambiar: darse la paz como Dios manda va a pasar a la historia, y a lo mejor empezará a ser una leve inclinación de cabeza o un guiño de ojo. A partir de ahora, además de kleenex, llevaremos guantes y mascarillas en los bolsos y bolsillos y el gel desinfectante de manos irá pegado a nosotros como las llaves de casa o el móvil. ¿Y el dinero en efectivo? ¿Diremos también adiós a los monederos llenos de calderilla? Si estos días, muchos negocios han instaurado la norma de solo pagar con tarjeta, ¿con ello llegará el principio de una nueva era de dinero digital?

Asimismo, en el ámbito laboral se vaticinan importantes cambios. Con estos meses de confinamiento, muchas empresas han visto las enormes posibilidades y los beneficios del trabajo en remoto. Para aquellos que lo ponían en duda, teletrabajar no solo es posible, sino que es más efectivo de lo que pensaban ya que, en un buen número de casos, aumenta la eficiencia y la productividad entre los empleados. Eso sí, el trabajo en remoto es difícil que sustituya por completo la presencia en la oficina, ya que es necesaria por cuestiones de negocio y, sobre todo, por un tema social: somos animales sociales y necesitamos relacionarnos, no solo con amigos y familiares, sino con colegas y compañeros de trabajo. De igual forma, sí que parece claro que, aunque sigamos yendo a la oficina, se facilitará la posibilidad de trabajar desde casa con más frecuencia y se reducirán los viajes de trabajo. Este período de reclusión forzada ha puesto de manifiesto que un buen número de desplazamientos laborales a otras ciudades no son necesarios… Y su reducción no solo está beneficiando a las finanzas empresariales, sino también al medio ambiente: el número de vuelos ha descendido más de un 40% en estos últimos meses respecto al mismo período en 2018. Todos estos cambios en la cultura laboral, quizás, puedan ayudar a repoblar esas zonas rurales de España que estaban tan olvidadas, un efecto colateral que sería beneficioso tanto para descongestionar un poco las grandes urbes como para estimular los pequeños pueblos y ciudades de la geografía española. 

Con todas las cosas que se van a modificar –y que no sabemos si volverán a ser lo que fueron–, nada va a ser normal. O por lo menos normal tal y como lo entendíamos hasta la fecha. Pero los reveses que van a sufrir tantos aspectos de nuestra vida y sectores de nuestra economía no tienen que ser necesariamente malos, ni buenos, simplemente serán distintos. La nueva normalidad se dibuja todavía un poco confusa. Tal vez deberíamos empezar por llamarlo, sencillamente, nueva realidad e ir adaptándonos poco a poco con la mejor actitud.

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