Ciudades

Cómo hacer más verde (y habitable) la jungla de asfalto

En el año 2050, el 70% de la población vivirá en núcleos urbanos, que son los principales consumidores de energía y generadores de emisiones. ¿Pueden las ciudades ser parte de la solución a esos problemas? Sobre esa cuestión se articuló la sexta edición de ‘Vidrios y barras’, un espacio de debate promovido por Ecovidrio en colaboración con Ethic.

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Carla Lucena
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24
mayo
2019

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Carla Lucena

Imprimo átomos de mis pies en el suelo de esta ciudad y ella cuida de mis pasos. En pleno paseo de la Castellana, una de las principales arterias del tráfico de Madrid, se pueden leer las palabras de Ángel Pérez Gómez. En el corazón financiero de la capital, los coches siguen siendo los protagonistas frente a peatones, bicicletas o patinetes. Sin embargo, estos –y también los vehículos eléctricos– ganan cada vez más terreno, algo imperativo para que, como reza el verso impreso en el asfalto, la ciudad sea un lugar que cuide a sus habitantes.

«De acuerdo con los datos manejados por la ONU, en el año 2050 más del 70% de la población vivirá en ciudades, que a su vez son grandes consumidoras pero poco productoras de recursos, aunque sean las mayores generadoras de residuos», recordó Beatriz Egido, subdirectora de Comunicación de Ecovidrio, en la sexta edición del encuentro Vidrios y Barras, coorganizado junto a Ethic, en las instalaciones de El Huerto de Lucas. Esta iniciativa –que pretende ser un foro de debate distendido para hablar de sostenibilidad con una cerveza en la mano– reunió en esta ocasión a medio centenar de personas para abordar uno de los mayores retos que tenemos por delante: cómo descarbonizar las ciudades.

La redactora jefa de Ethic, Laura Zamarriego, fue la encargada de moderar una mesa de debate compuesta por cuatro ponentes de primer nivel, expertos en diferentes áreas –medio ambiente, revolución digital, arquitectura y energías renovables– que convergen en un mismo punto: la lucha contra el cambio climático y contra la contaminación. «Solo en España, se calcula que se han producido unas 93.000 muertes prematuras en la última década por causas relacionadas con la contaminación. No podemos enfrentar este reto solos: la colaboración es imprescindible para provocar los cambios que necesitamos», subrayó.

¿Estamos preparados para la batalla?

El futuro de la humanidad se juega en las ciudades. Con esa demoledora advertencia lanzada hace ya varios años por los expertos de Naciones Unidas comenzaba su intervención Cristina Monge, directora de Conversaciones de Ecodes, que pedía levantar la mirada y afrontar con optimismo una lucha que no podemos posponer más. «Los datos sobre contaminación son demoledores. Gracias a las investigaciones del Instituto de Salud Carlos III, sabemos cómo aumentan los ingresos hospitalarios o los partos prematuros. Eso es cierto, no hay que dejar de decirlo, pero ¿y si le damos la vuelta? Además de los problemas, contemos lo bien que se vive en Madrid desde que hay restricciones al tráfico en el centro. Construyamos un relato positivo que cuente no solo el difícil reto que tenemos por delante, sino todo lo que vamos a ganar: beneficios para el pequeño comercio, mejor relación entre los ciudadanos, un aire más limpio…», reclamó.

Cristina Monge: «Nos estamos jugando nuestra vida, no la del planeta ni la de nuestros hijos, la nuestra»

Para lograrlo, Monge hace un llamamiento a todos los actores sociales, desde la Administración a la industria, y pone el acento en la importancia de que los expertos se impliquen: «Tenemos que concretar el desafío y para eso necesitamos los mejores periodistas, ingenieros, arquitectos o sociólogos: o generamos alianzas de conocimiento o no podremos afrontarlo. Con la sostenibilidad hemos pasado la pantalla del qué y estamos en la del cómo. Ya todos conocemos las consecuencias del cambio climático y nadie discute que nos estamos jugando nuestra vida, no la del planeta ni la de nuestros hijos, la nuestra». Si bien esta transición ha de ser justa: «Debemos avanzar en este camino pero sin olvidar a ninguna capa de la población –incluidas las más vulnerables– para lograr una transición justa que no deje a nadie atrás», zanjó.

La directora de conversaciones de Ecodes también puso sobre la mesa el papel que la tecnología juega en las ciudades del siglo XXI, y compartió con el público su definición de smart city: aquella que cuida y vela por la calidad de vida de su gente. «¿Y cómo va a hacerlo, entre otras cosas, sin garantizar un aire limpio?».

Ciudades inteligentes (y humanas)

«Steve Jobs decía que la creatividad era conectar nodos, igual que la innovación. No importa lo inteligente que sea uno, sino lo bien conectado que esté. Si aplicamos ambas reflexiones a las ciudades, adquirimos una ciudad inteligente», arguyó Raquel Roca, periodista y consultora digital. «Cuando hablamos de smart cities, solemos referirnos a cosas como los transportes digitalizados, pero eso no es suficiente».

Raquel Roca: «Una ciudad que deja morir solos a sus ancianos no es sostenible, por mucho que cuide el medio ambiente»

¿Podríamos construir, de la mano de la tecnología, unas smart (human) cities que pongan al ciudadano en el centro de todo? «Tenemos que pensar en aspectos en los que ya están trabajando las compañías tecnológicas, como los ecosistemas de innovación abierta, que permiten la colaboración. Cuando hablamos de ciudades inteligentes y sostenibles, hablamos de compartir y cocrear entre todos», explicó. En medio de los rankings e inmensos listados sobre qué ciudades son las más verdes, las más inteligentes o las más sostenibles, Roca advierte sobre los problemas que presentan los baremos tradicionales, habitualmente centrados en el número de emisiones, de kilómetros de carril bici o de parques… pero que olvidan otros aspectos de la vida de sus habitantes en comunidad. «Una ciudad que deja morir solos a sus ancianos, por mucho que cuide el medio ambiente, no es una ciudad sostenible», concluyó.

ciudades vidrios y barras

De izquierda a derecha: Beatriz Egido (Ecovidrio), Cristina Monge (Ecodes), Raquel Roca (consultora digital), Iñaki Alonso (arquitecto de SATT) y Mar Asunción (WWF)

Vivir mejor (y contaminar menos)

La propia ordenación urbana y la configuración de las viviendas ha cambiado en las últimas décadas, adaptándose a los nuevos modos de vida de las ciudades… aunque eso no siempre lleve consigo mejoras ni para sus habitantes ni mucho menos para la sostenibilidad ambiental. Lejos quedaron las corralas alrededor de las que se vertebraba el día a día de los madrileños a principios del siglo pasado y que conformaban un eje de convivencia y, en muchos casos, de relaciones que llegaban a ser casi familiares. La soledad –ya no solamente asociada a personas mayores– se ha convertido en un fantasma que recorre las ciudades, llenas de gente que habita en pisos minúsculos insertados dentro de inmensos edificios en los que, a veces, ni siquiera sabes quién es el que vive en el piso de arriba.

«Tenemos que resignificar la arquitectura para que vuelva a ser entendida como una tercera piel, esa epidermis que nos protege de lo que hay fuera», reivindicó Iñaki Alonso, arquitecto y fundador SATT, estudio especializado en construcción sostenible. Y eso, en urbes donde la contaminación es un peligro para la salud, no es tarea fácil. «Si la calidad del aire es mala, lo primero que tenemos que hacer es no empeorarla y, lo segundo, limpiarla dentro de los hogares, porque allí es incluso peor: nosotros mismos generamos CO2 y utilizamos un montón de productos químicos que hay que depurar», explicó.

Iñaki Alonso: «Tenemos que resignificar la arquitectura para que vuelva a ser entendida como una tercera piel que nos protege del exterior»

Alonso explicaba, con ello, el trabajo que llevan realizando en su estudio durante los últimos años: técnicas para medir el verdadero impacto medioambiental de la construcción, no solamente el gasto energético de las viviendas. «Tendemos a levantar edificios que consuman menos; sin embargo, el problema reside en lo que ya estaba construido sin tener eso en cuenta, cuando la energía era barata y nadie parecía preocuparse del gasto. Ahora hemos desarrollado normativas que reducen el consumo y, si lo poco que consumimos es renovable, tendremos edificios autoabastecidos o de gasto nulo. Si, además, calculamos el CO2 que cuesta construirlo y lo compensamos, podremos hacer edificios nulos de emisiones en todo el proceso». Con estas premisas construyeron, por ejemplo, la sede de Triodos Bank, y también lo están aplicando en un nuevo edificio de oficinas para Greenpeace y para el primer edificio de viviendas de CO2 nulo en Madrid, el cohousing Entrepatios, que se convertirá, además, en el primer edificio de vivienda colectiva de España.

«Depende de la gente que todo esto cambie. Las políticas de arriba hacia abajo son necesarias, pero los procesos de concienciación desde la militancia individual y colectiva son la clave para que en esta década se produzca un efecto sándwich: que la presión desde arriba y desde abajo provoquen un cambio social definitivo», concluyó el arquitecto.

Hacia la ciudad eficiente

«La edificación y las viviendas consumen energía, pero también pueden producirla. El autoconsumo y la movilidad son la clave en la descarbonización de las ciudades», continuó por su parte Mar Asunción, responsable de Clima y Energía de WWF, que no duda en que las ciudades, causantes de tantos problemas, pueden convertirse en pieza clave para su solución.

Mar Asunción: «Es imposible combatir el cambio climático con un sistema económico o energético individualista»

«Es cierto que las ciudades son las responsables del 80% del consumo energético y del 60% de las emisiones, pero hay una buena noticia y es que el autoconsumo ya puede ser una realidad en España. Durante años hemos vivido bajo el vergonzoso impuesto al sol que priorizaba los intereses de las eléctricas frente al de los ciudadanos, pero ahora el cambio legislativo facilita que consumamos lo que producimos o incluso que lo puedan consumir otros, también entre las comunidades de vecinos. Además de las facilidades en los trámites, también es una gran herramienta para luchar contra la pobreza energética: podemos transformar el pago de los bonos sociales por el impulso de las herramientas que favorezcan el autoconsumo. Es prioritario aclarar estos conceptos para que se produzca una verdadera democratización de la energía», reclamó.

Esa revolución energética también atraviesa de pleno otra de las cuestiones clave en la vida urbana: la movilidad. Coches compartidos, bicicletas y patinetes compartidos… Pocos discuten que las nuevas formas de moverse pasan por la colectividad para evitar un inmenso parque de vehículos monopolizando un espacio urbano en el que, además, permanecen parados durante la mayor parte del tiempo. «Es imposible combatir el cambio climático con un sistema económico o energético individualista. Y no, no tenemos derecho a ir en coche a todas partes, porque el derecho a la salud está siempre por encima. La tecnología y la ordenación del territorio son algo básico en esta lucha y los modelos laborales que favorezcan el teletrabajo, también. Como ciudadanos, hemos de saber que la realidad supera muchas veces a los peores escenarios planteados. Tenemos el deber de acelerar los cambios y de apoyar a los partidos que los promuevan, porque no nos jugamos el futuro, sino el presente», declaró Asunción.

Con más de tres millones de habitantes –el doble si incluimos su área metropolitana–, Madrid es uno de los grandes polos de atracción poblacional de España. Cómo moverse en sus calles o la gestión de sus residuos son aspectos clave para mejorar sus índices de sostenibilidad y para servir de ejemplo a otras ciudades, sin perder el objetivo primordial: ser un hogar mejor para quienes la pueblan. Porque, como reza otro de los versos, esta vez de Fito Páez, que salpican el asfalto madrileño: Nada te importa en la ciudad si nadie espera.

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