Internacional

La ultraderecha de Orbán dirige a Hungría hacia la autocracia

Parecer una democracia y serlo son dos cosas muy diferentes. Hungría, liderada desde 2010 por la extrema derecha, cada vez orienta más sus movimientos hacia una autocracia donde el líder, Viktor Orbán, pueda exceder los límites del estado de derecho.

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03
abril
2019
Viktor Orbán, primer ministro de Hungría

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En un alarde de democracia participativa, en los últimos meses, el Gobierno húngaro ha remitido por correo una encuesta a los ciudadanos en la que les pregunta si suscriben las medidas impulsadas por el Ministerio de la Familia para mitigar la baja natalidad: ¿Está de acuerdo con aumentar la demografía con más ayudas a las familias húngaras en lugar de recurrir a más inmigración? Se trata de una pregunta directa, binaria, que deja poco margen para la reflexión y que plantea como excluyentes las ayudas económicas a los húngaros y la aceptación de inmigrantes. La encuesta es un nuevo movimiento del Gobierno de extrema derecha de Viktor Orbán para recordarle al votante los males que conlleva la inmigración y el agravio que suponen para Hungría las medidas adoptadas por la Unión Europea relativas a esta materia.

Cuando en 2015 el país sufrió las consecuencias de la crisis de los refugiados, con la llegada de miles de personas buscando protección en Europa, el Gobierno húngaro cerró las puertas, rechazó en bloque la política de cuotas de la UE y ordenó construir una valla en la frontera que discurre entre Hungría, Serbia y Croacia. Pero la crisis migratoria, más que un problema, ha resultado ser una bendición para Orbán, a tenor del inagotable rédito político que obtiene, desde entonces, de la estigmatización de los extranjeros.

Y todo ello, cuando en Hungría apenas quedan inmigrantes. El Gobierno no concede permisos de asilo y sus políticas agresivas y amenazantes contra este colectivo no le convierten en el país más propicio para buscar una puerta de entrada a Europa. Y, así y todo, Orbán continúa incendiando el debate político con discursos xenófobos, apuntando directamente a los socios occidentales de la UE como los responsables del deterioro de Europa hacia un continente multicultural que ha perdido su identidad. En esta línea, el líder ultraderechista defiende que Hungría «no es la suma de individuos», sino una única nación, de ideología conservadora, cristiana e iliberal, término con el que denigra abiertamente el respeto de las libertades individuales que fundamenta las democracias occidentales.

Al ser evidente que no hay presencia de extranjeros dentro del país, su política propagandística se basa en inocular el miedo entre la población ante una supuesta «llegada masiva» de inmigrantes procedentes de Asia, Oriente Medio y África. Los ministros de Orbán hablan abiertamente de «invasión musulmana», del deseo de recuperar una Europa «blanca y católica» y de «conspiración»de las élites occidentales para destruir Hungría, sembrándola de extranjeros. Un léxico sin complejos que articula mensajes simples y que cumplen su función de convencer a los votantes. Prueba de ello es que Fidesz, el partido de Viktor Orbán, gobierna desde 2010 con una amplia mayoría de dos tercios del Parlamento.

A pesar de que en Hungría apenas quedan inmigrantes, Orbán sigue sacando rédito político de su discurso xenófobo

El pasado mes de febrero, el primer ministro húngaro fue más allá en su discurso anti migratorio y eurófobo con el lanzamiento de una campaña propagandística contra el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker. Hungría se llenó de carteles con una imagen de grandes dimensiones en la que podía verse a Juncker junto al magnate judío George Soros. La campaña rezaba que ambos eran los responsables de las «cuotas obligatorias de reasentamiento de inmigrantes en Europa» y del «debilitamiento de los estados miembros para controlar sus fronteras e impedir la llegada de inmigrantes». El Gobierno explicó la campaña en su perfil de Facebook: «Debemos informar a la ciudadanía sobre cuáles son las propuestas reales de la UE que amenazan fuertemente la seguridad de Hungría».

Como consecuencia de esta agresiva campaña, el Partido Popular Europeo (PPE) aprobó el pasado 20 de marzo suspender, pero no expulsar, a Fidesz. El PPE, grupo político mayoritario en el Parlamento Europeo, acusa a Orbán de la deriva antidemocrática de Hungría hacia una cada vez menor libertad de prensa e independencia judicial. Aunque Orbán ha confirmado que seguirá dando apoyo al PPE en las elecciones de la Eurocámara, la suspensión de Fidesz puede empujar a esta formación a acercarse todavía más a partidos abiertamente xenófobos, homófobos y antieuropeístas como el Frente Nacional de Marine Le Pen, el Partido de la Libertad del holandés Geert Wilders o la Liga Norte.

La extrema derecha necesita a un enemigo, real o imaginario, para seguir creciendo. El multimillonario George Soros es uno de ellos, de los más hostiles. Hungría le acusa de inyectar millones de dólares a través de la Open Society Foundations (OSF) a las ONGs que se dedican a ayudar a los inmigrantes en sus procesos de asilo. Para contrarrestar su acción, el Parlamento aprobó el año pasado la denominada ley ‘Stop Soros’, según la cual hoy es ilegal en Hungría asistir a las personas sin permiso de residencia o estatus de refugiado, ya que se incurre en el «delito de promoción y apoyo a la inmigración ilegal». Junto a la aprobación de la ley, el Gobierno hizo pública una relación de organizaciones acusadas de ser «mercenarias» de Soros, en la que incluyó a varias entidades de defensa de los derechos humanos, grupos de investigación, periodistas y profesores universitarios. Una ley Mordaza con nombres y apellidos.

Entretanto, la consulta nacional sobre cómo combatir la baja tasa de nacimientos no es la única consulta impulsada por el Ejecutivo en los últimos años. Las encuestas ciudadanas sobre aspectos diversos que supuestamente preocupan a los húngaros han arrojado, en un sondeo reciente, que el 49% de los consultados está más preocupado por la inmigración que por la corrupción política u otros escándalos que salpican al poder.

Las voces críticas, cada vez más pocas y más censuradas, denuncian que se ha producido una erosión de la independencia judicial

Desde el think tank húngaro Policy Solutions advierten de las maniobras del Gobierno para transformar paulatinamente el actual sistema democrático en una autocracia, en la que Orbán acumula un poder que excede los límites del estado de derecho. Las voces críticas, cada vez más pocas y más censuradas, denuncian que se ha producido una erosión de la independencia judicial que actualmente no garantiza la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

En su lógica de acumulación de poder, el primer ministro húngaro ha creado recientemente el mayor imperio mediático de Europa: la Fundación de la Prensa y los Medios de la Europa Central, que aglutina 476 medios de comunicación de ideología conservadora y que funcionan bajo la supervisión de organismos del Gobierno. La mayoría de los medios críticos con la política oficial han sido clausurados, dejando pocas vías de altavoz a los periodistas que investigan la corrupción política y financiera de las élites húngaras.

Si la extrema derecha gobierna cómodamente en las instituciones, en la sociedad civil, la HVIM es la mayor organización neonazi en Hungría. El pasado 9 de febrero, sus miembros se manifestaron por las calles de Budapest, realizando el saludo fascista, para reclamar el retorno de los territorios perdidos durante la desintegración del Imperio Austrohúngaro. Gergely Dobay es su portavoz: tiene 31 años, estudia un doctorado y reconoce abiertamente que es contrario a la democracia. «El problema es que todos tenemos derecho al voto. No tiene sentido que un médico tenga los mismos derechos que un gitano», argumenta, aludiendo a la falta de preparación del segundo para intervenir en decisiones que «nos afectan a todos». Dobay también salió a la calle el Día del Orgullo LGTB y atacó a unos jóvenes que portaban una bandera arcoíris. Es difícil calibrar la dimensión de esta organización –porque no hace público el número de integrantes–, pero el ruido que produce fortalece las tesis de extrema derecha del partido en el Gobierno.

«Todos navegan en la misma dirección. Incluso los partidos de izquierdas no pueden desmarcarse del todo de los mensajes antimigratorios, porque el sentimiento xenófobo en Hungría está tan arraigado, que una crítica abierta a Fidesz en este aspecto les juega en contra a todos los partidos del arco ideológico», concluye un analista político vinculado a la OSF.

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