Salud

Repensar nuestra salud: ¿es posible comer sano en el trabajo?

Nuestro ritmo de vida nos impide comer todo lo sano, a nivel físico y mental, que necesitamos, pero ¿y si cambiar nuestros hábitos alimenticios nos ayudase a rendir más en el trabajo?

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12
marzo
2019

Madrugas. Te tomas un café. Desayunas algo rápido, ¿o no? Sales corriendo. Llegas al trabajo con el tiempo justo. ¡Vaya! Se te ha olvidado el táper. Y ahora, ¿qué pasa con tu comida? Te compras un sándwich cualquiera —que posiblemente acabarás comiendo delante del ordenador— o dices para tus adentros «bueno, ya bajaré al mediodía y me pillaré un menú baratillo» que acabarás engullendo para volver al trabajo. Así un día sí y otro también. ¿Te suena de algo? Quizá seas de esos que logra sacar hueco para cocinar —y congelar en cantidades industriales— y salir siempre de casa neverita en mano. De nada sirve si también acabas comiendo frente a una pantalla o contestando tus correos a dos carrillos. Que no te engañen: tus hábitos alimenticios en el entorno laboral son de todo menos saludables.

Si bien los datos del último informe Bloomberg Healthiest Country Index revelan que España es el país más saludable del mundo, ¿cuántos de nosotros realmente seguimos la famosa y apreciada dieta mediterránea? Aunque la velocidad de estos tiempos modernos no nos lo ponga nada fácil, urge repensar cómo queremos vivir, cómo queremos comer y, sobre todo, cómo hacerlo en mitad de la jornada laboral, teniendo en cuenta que una persona en España pasa, de media, el 85% de su día en el trabajo o de camino al mismo, de acuerdo con un estudio de AIMC Marcas. Según datos de la OCDEen 2017 trabajamos una media de 1.687 horas al año.

Los españoles pasan, de media, el 85% de su tiempo en el trabajo o de camino al mismo

En las últimas décadas, casi sin darnos cuenta, nuestra relación con la comida ha cambiado. Cada vez cocinamos menos, cada vez comemos peor, no ingerimos todos los nutrientes necesarios para que nuestro cuerpo funcione correctamente —en cambio, tomamos vitaminas y otros suplementos para compensar—, ya no nos guiamos por códigos a la hora de comer, ya no existe un dónde y cuándo específico, cada uno «se las apaña». Por si esto fuera poco, los alimentos ultraprocesados invaden los estantes de los supermercados. Esta transformación supone «un proceso de adaptación de personas, empresas e industria alimenticia a la desaparición de la cocina» tal y como la conocemos, explican desde Wander, una iniciativa impulsada por la consultora SoulSight que facilita un espacio de creación y transformación del talento abierto a sondear nuevos territorios. Con su primer proyecto, FoodLand: el futuro de la comida en los espacios de trabajo, exploran esta relación que tenemos, como sociedad, con la comida, un elemento esencial en nuestro día a día y en torno al cual giran la mayoría de nuestras relaciones.

Este proyecto consigue algo fundamental: que nos replanteemos todos esos (relativamente) nuevos hábitos que hemos adquirido para intentar darles una vuelta de tuerca. A veces se nos olvida, pero es necesario tomarse tiempo para hacer la compra, revisar de qué está hecha cada cosa y comprobar de dónde vienen los alimentos que consumimos; esto conseguirá, poco a poco, que seamos más conscientes de lo que comemos y aportará un elemento extra: con el tiempo, ayudará a reducir nuestra huella de carbono.

También es primordial volver a recuperar los espacios para comer y socializar en los centros de trabajo, intentar sacar más tiempo libre y aprovecharlo para cocinar, ya sea solo, en pareja, en familia, con amigos o con compañeros de trabajo. ¿Cuándo fue la última vez que te reuniste frente a los fogones para disfrutar de una comida? ¿Y si lo reclamásemos como un derecho más? Cuidarse es algo más que ir al gimnasio. Hemos relegado el sabor de la comida a un segundo plano y «comer en la oficina se ha convertido simplemente en un tiempo de descanso en el que aprovechamos para consultar las redes sociales, leer el periódico o seguir trabajando mientras comemos», explica Natalia Cisterna, cofundadora de La Mojigata. «Nos da igual comer una cosa u otra. La comida pierde su valor, no hay historia, no hay placer, no hay emoción», añade.

«Nos da igual comer una cosa u otra. La comida comida pierde su valor, no hay historia, no hay placer, no hay emoción»

La convivencia entre nuestro modelo productivo actual y una alimentación saludable, tanto dentro como fuera de casa, es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos. Pedro Enríquez de Salamanca, uno de los impulsores de Foodland, plantea una solución relativamente sencilla y fácil de llevar a cabo: entender la alimentación como parte fundamental de la ética de las compañías y de la relación entre empresario y empleados, para así cambiar la cultura del táper por una experiencia más enriquecedora de team building.

«La prolongación de la jornada laboral y el trabajo de las mujeres fuera de casa sin que se hayan redistribuido los roles dentro de la familia ha provocado la disminución de las horas dedicadas a cocinar», explica el artista Manuel Vázquez, otro de los artífices del proyecto. Esto, unido al espacio reducido que ocupan las cocinas y las despensas en nuestros hogares y en algunos restaurantes y la inexistencia de este elemento básico en muchas empresas, produce que ese famoso «eres lo que comes» pierda el sentido. Vázquez asegura que «la comida te permite estar sano, pero también, en un sentido más emocional, puede hacer que te sientas mejor o peor». Si aplicamos esta lógica al espacio de trabajo, una mejor alimentación ayudaría a mejorar la salud física y psicológica de los trabajadores y, por ende, mejoraría la productividad.

Precisamente ese es el mensaje que nos lanzan desde Wander, cómo «humanizar la forma de trabajar potenciando el talento y la serendipia de los profesionales del siglo XXI». Esto es, cómo estimular la creatividad y la capacidad de que las buenas ideas surjan y fluyan espontáneamente en el entorno laboral. Sin lugar a dudas, la alimentación es la base de esta humanización y, por tanto, es preciso conseguir una comida más cercana y accesible, más sana y sostenible, más tiempo para cocinar, nuevos electrodomésticos adaptados a los entornos laborales y un cambio en nuestra relación con la comida en el trabajo.

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