Internacional

A vueltas con la globalización: las claves del Foro de Davos

Más de 3.000 empresarios y mandatarios de todo el mundo se dan cita en el Foro de Davos para debatir sobre los desafíos que plantea la globalización en la era digital.

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23
enero
2019

No estamos descubriendo la pólvora cuando afirmamos que nuestro mundo se caracteriza por un «todo vinculado con todo», como dijo una vez el presidente del Real Instituto Elcano, Emilio Lamo de Espinosa. Sin embargo, el concepto –eternamente cuestionado– de «globalización» sigue enmarañándose a medida que avanza la revolución tecnológica, resurgen los nacionalismos, se ensanchan las desigualdades sociales y crece la polarización.

Quizá por eso el foro globalizador por excelencia, celebrado cada invierno desde 1971 en la estación de esquí de Davos, haya optado este año por ponerle un apellido: «Globalización 4.0». Un intento claro, y posiblemente necesario, de actualizar el significante para actualizar su significado.

A ese rincón nevado de los Alpes han llegado, desde el pasado 21 de enero, más de 3.000 empresarios y mandatarios de todo el mundo, para radiografiar –dicen– el estado de cosas del planeta y aproximarse a las tendencias geopolíticas, económicas y sociales que sobrevendrán en los próximos tiempos. Casi nada y casi todo.

Allí han aterrizado magnates archimillonarios como Bill Gates, George Soros, Stephen Schwarzman, Jamie Dimon, Mark Zuckerberg o Rupert Murdoch. Pero, si bien la escena descrita puede evocar a esa exclusiva y opaca reunión del Club Bilderberg, el World Economic Forum carece de esa capacidad de influencia, según aseguran los expertos. Además, el curso de las conversaciones que se suceden en la Cumbre se divulga de forma inmediata y medio millar de periodistas cubren el evento.

Un nuevo orden mundial

«Después de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional aunó esfuerzos para construir un futuro compartido. Hoy en día, debe hacer esto de nuevo». Así comienza la carta abierta con la que el pasado noviembre Klaus Schwab, artífice del World Economic Forum, presentaba la edición del 2019. «Debido a la lenta y desigual recuperación durante la década tras la crisis financiera mundial, una parte sustancial de la sociedad se ha visto atrapada por la insatisfacción y la amargura; y no solo con respecto a la política y los políticos, sino también con relación a la globalización y todo el sistema económico que esta sustenta», continúa.

Schwab augura que la globalización –entendida como fenómeno integrador y multiplicador y no como ese «globalismo» vilipendiado por Trump o Bolsonaro– irá a más en la era digital, lo que generará un sistema multilateral de mercados abiertos con reglas comunes que aseguren la estabilidad económica y social y sirvan para consolidar las democracias. De ahí que el lema del Foro de ese año sea «Globalización 4.0: Cómo diseñar una arquitectura global en tiempos de la cuarta revolución industrial».

La digitalización de los negocios, la automatización de las cadenas de valor de las empresas y la adopción de sistemas fiscales más acordes a los nuevos tiempos, mediante incentivos permanentes a la educación y al talento dirigidos a la formación en nuevas habilidades para los empleos del futuro, son los principales retos que establecen los expertos de Davos.

Aparece Bolsonaro, desaparece Trump (y unos cuantos más)

Los organizadores del foro lo dejan claro cada año: en Davos, todas las opiniones tienen cabida. Incluso las de aquellos políticos que arremetan abiertamente contra la globalización.

Si quien monopolizó la cita de 2018 fue Trump con su America, first y su política de proteccionismo comercial, este año el protagonista ha sido Jair Bolsonaro con su «Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos». En su primer viaje internacional desde que fue investido presidente el pasado 1 de enero, Bolsonaro ha animado a los inversores, ante la extrañeza de muchos, a apostar por el nuevo Brasil libre de corrupción y se ha comprometido con la apertura comercial y económica de la primera economía latinoamericana. Eso sí, en uno de los discursos más escuetos que se recuerdan en la historia de Davos, de apenas 10 minutos, en los que también aprovechó para afirmar que «la izquierda no prevalecerá» en América Latina: «No queremos una América bolivariana como había antes en Brasil con otros Gobiernos».

Este año, sin embargo, no se verá en Davos ni a Donald Trump, ni a Emmanuel Macron, ni a Theresa May, ni a Xi Jinping, ni a Vladimir Putin ni al recién investido presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Sí está allí Pedro Sánchez, que el pasado octubre ya recibió en la Moncloa a Klaus Schwab. Es la primera vez que acude un presidente de Gobierno español desde 2010, cuando un Zapatero inmerso en las consecuencias de la crisis intentaba calmar a los inversores en aquellas montañas suizas. Rajoy nunca asistió a la cita, alegando siempre motivos de agenda. En enero de 2018 fue el rey Felipe VI quien tuvo presencia.

Hablemos de pobreza

Davos también se diferencia del clan de los Bilderberg en la presencia de organizaciones no gubernamentales entre sus participantes. Greenpeace, Transparencia Internacional, Human Rights Watch o WWF International son algunas de las veinte ONG. Son, sin duda, la que están poniendo las cifras más escalofriantes sobre la mesa: 26 multimillonarios poseen más dinero que los 3.800 millones de personas más pobres del planeta, alerta Oxfam. Las desigualdades, según su análisis, están «descontroladas».

«Los cambios que están en curso hoy en día no son cambios aislados que afectan a un país, una industria o un problema en particular. Son cambios universales; y, por lo tanto, requieren de una respuesta global. La no adopción de un nuevo abordaje cooperativo sería una tragedia para la humanidad», expresa Schwab en su carta, en relación con los desafíos de la Cuarta Revolución Industrial. Pero el hambre, las migraciones o el cambio climático también son asuntos globales. La pregunta es: ¿se están poniendo en marcha instrumentos políticos para enfrentarlos?

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