Siglo XXI

El debate analógico de la era digital: ¿dónde está la ética?

Tres expertos debaten sobre la necesidad de una ética clara en la cuarta revolución industrial.

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24
octubre
2018

«De cada diez conclusiones que se sacan del big data, ocho suelen ser erróneas». Así de tajante se muestra Bernardo Villazán, director del Observatorio de la Industria Conectada y catedrático de Icade. Y zanja: «Eso es porque, en la mayoría de los casos, no hay una persona detrás que analice esos datos, sino la inteligencia artificial. Y ahí es donde la ética debe jugar un papel primordial».

Villazán participó en la ponencia Atrio de los Gentiles: Educación, responsabilidad social y cuarta revolución industrial, en la Universidad de Comillas. Un debate necesario, ante la que se avecina: según la Ley Moore, la capacidad de procesado de las máquinas que nos rodean se duplica cada 18 meses. Y un estudio del Foro Económico Mundial de este mismo año asegura que, en 2025, más de la mitad de los puestos de trabajo que hoy existen serán reemplazados por robots.

Igual que la incorpórea pero letal Nada de La Historia Interminable, la era digital avanza y se come a pasos agigantados el mundo tal y como lo conocemos. La incertidumbre sobre los modelos económicos futuros y la posición de las empresas, respecto a su propio negocio y hacia la sociedad que las rodea, es cada vez mayor. La ética, como coincidieron los expertos de este encuentro, va a jugar un papel primordial en esta cuarta revolución en la que ya estamos inmersos.

Francisco Cañós: «No sabemos en qué trabajarán nuestros hijos, pero sí qué aptitudes deben tener»

Un panorama que no tiene por qué ser necesariamente oscuro, más bien al contrario: «Según un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo, por cada empleo que se destruya en la era digital y de la robótica, se crearán otros cuatro», apuntaba Ángeles Santamaría, consejera delegada de Iberdrola España, «y no es una organización conocida, precisamente, por su optimismo respecto al mercado laboral». En esta línea, Villazán añadía: «La planta de Seat en Martorel tiene unos 4.000 robots. Más que nunca en su historia. Y no deja de generar empleo».

Francisco Cañós, del departamento de inversiones de la compañía de redes Zoovel, matizaba: «Son visiones generales, desde arriba, pero tenemos que centrarnos en qué pasará en nuestro país. Uno de los primeros retos es una frase que se repite de manera recurrente: nuestros hijos van a trabajar en actividades que hoy no existen. La preparación de hoy no les va a servir. No sabemos qué trabajo existirá cuando nuestros hijos, que ya están estudiando, estén en el mercado laboral». Y añade: «Pero sí sabemos las aptitudes que deberán tener. De eso va esta cuarta revolución industrial. Y de eso debe ir la formación a partir de ahora». Cañós advierte: «Stephen Hawkings decía hace años que, en un plazo de un siglo, las máquinas inteligentes van a superar al hombre. Por eso sería conveniente que las agendas de unos y otros estuvieran alineadas. Tenemos que reaccionar ya, prepararnos para lo que viene. Toda revolución industrial conlleva una disrupción y un periodo de encaje. Por eso, lo fundamental es estar prevenidos, y no esperar a que llegue».

Ángeles Santamaría: «Por cada empleo que se destruya en la era digital, se crearán otros cuatro»

En cuanto al papel de las empresas en esta nueva era, Santamaría opinaba: «Las multinacionales son tractoras de comportamientos, del cumplimiento de códigos éticos que deben autoimponerse. Ese es el punto de partida, y el camino a seguir: un mundo más ético, la llegada de la industria 4.0, que supone producir con menos materias primas, en la que los consumidores están empoderados porque tienen la información más mano que nunca».

Durante el debate, se llegó a la conclusión de que la ética en el mundo digital va más allá de la manera de producir y vender de las empresa. Incluye el uso que le demos a las tecnologías. En este sentido, Cañón opinaba que puede ser inmensamente beneficioso para la sociedad… O todo lo contrario. Y ponía un ejemplo: «Equifax es la mayor intermediadora del mundo para el pago ‘online’ con tarjeta. Hace poco, le hackearon 140 millones de tarjetas. En el mercado negro, se paga a unos 20 dólares por los datos de cada una. Imaginad el dinero que ganaron los ‘hackeadores’». En este sentido, el experto argumentaba: «Cometemos un error cuando pensamos que la formación, frente a los retos digitales, debe ser eminentemente técnica. Hace falta una segunda formación ética, que es vital. De nada sirve ser expertos en programación y gestión de bases de datos, si no tenemos claro qué debemos hacer con ellos».

Según Santamaría, «el problema de los datos es muy grave. Lo gestionan muchas empresas, como Google, que nos pillan muy lejos. Y eso supone una dilución de las responsabilidades, que juega en nuestra contra. La clave va a estar en la educación y la formación continuada, no solo las empresas, también el usuario, para que le saquen todo el partido posible a la digitalización». Y zanjaba: «La educación es el elemento clave. Creo que, por la parte ética, este mundo digital sí que puede tener grandes ventajas».

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