Educación

Nueva educación: gestionar la memoria, antes que memorizar

El filósofo José Antonio Marina reivindica un modelo educativo que no se limite a la acumulación de conocimientos.

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Lourdes Nique
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18
mayo
2018

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Lourdes Nique

«Por qué necesitamos una nueva teoría de la inteligencia? Porque aún no hemos dado con la correcta. La Psicología actual está hecha con muy buen material, cada ingrediente es fantástico. Es lo que llamo la ‘pedagogía de la hamburguesa’. Ahora hace falta organizar todos esos ingredientes, no basta con que estén unos encima de otros». Así ha introducido José Antonio Marina su ponencia en el I Simposio de Inteligencia Ejecutiva y Educación organizado por la Universidad de Nebrija y Santander Universidades, que se celebra los días 18 y 19 de mayo. El filósofo e investigador, uno de los referentes mundiales en pedagogía actual, aboga por un nuevo modelo educativo: «La función principal de la inteligencia no es conocer, es dirigir la conducta». E incide en la almendra del debate actual sobre educación: ¿Es mejor llenar el cerebro de un niño de conocimientos, o enseñarle a gestionarlos?

Y ahí, precisamente, entra el estudio de las funciones ejecutivas, posiblemente, la mayor aportación que la neurociencia ha hecho a la pedagogía hasta el momento, y objeto de estudio durante las dos jornadas que ha durado el simposio. Sus organizadores se remiten a las palabras del doctor en Piscología y Filosofía Stuart Shanker: «Estamos en medio de una revolución en la teoría y la práctica educativas. Los avances científicos en diversos campos apuntan a una misma conclusión: que el modo de comportarse de un alumno en la escuela puede depender del modo en que sepa autorregularse. Algunos investigadores creen que la autorregulación debería ser considerada como un indicador más importante de los desempeños educativos que el cociente intelectual». En la Universidad de Nebrija añaden: «No se trata de una moda educativa más, sino del modelo de inteligencia, de aprendizaje y de educación más completo y potente del que disponemos en la actualidad».

La autorregulación debería ser un indicador más importante que el cociente intelectual

El centro de desarrollo de la infancia de la Universidad de Harvard acaba de publicar un documento titulado Building the Brain “Air-Traffic Control” System, (Construyendo el cerebro de un controlador aéreo) enfocado, precisamente, a desarrollar esas funciones ejecutivas, que son esenciales, pero no nacemos con ellas: «Son las que nos permiten controlar los impulsos, hacer planes, y focalizarlos. Nacemos con el potencial de desarrollarlas durante la infancia y la adolescencia. Ayudar a adquirirlas es una de las mayores responsabilidades de la sociedad», ha dicho Marina durante su ponencia.

El filósofo ha determinado su ubicación, en el lóbulo frontal: «Es el que tarda más en madurar. El epistemólogo Jean Piaget hizo mucho daño cuando afirmó que la maduración psicológica es independiente de la educación. Porque están íntimamente relacionadas. Hay que fortalecer las funciones ejecutivas, se puede, con educación. No aumentamos la inteligencia, pero sí la atención voluntaria y el control del esfuerzo. Si no, estaremos retrasando la maduración del lóbulo frontal hasta los 20 ó 21 años de edad».

Es fácil comprender la relación entre las funciones ejecutivas y la educación. En primer lugar, porque son funciones que deben fortalecerse educativamente, y, en segundo lugar, porque su buen manejo permite elaborar una pedagogía eficiente y liberadora. Según las conclusiones del simposio, «ayudan a que el alumno pueda pasar de una disciplina externa a la autodisciplina, de una motivación extrínseca a la automotivación y de una regulación emocional externa a la autorregulación de un aprendizaje impuesto a un autoaprendizaje».

Marina reivindica, en la educación, un modelo dual de inteligencia: «Por un lado la generadora o computacional, que capta información, y la guarda en la memoria. Es como cuando caminando esquivamos, instintivamente, una rama que no habíamos visto, para que no nos dañe un ojo. El sistema trabaja fuera del nivel de nuestra consciencia, utiliza por sí mismo una información adquirida previamente. Y la otra es la inteligencia ejecutiva: es como un guía que, con la información que ha recogido la memoria, la organiza y la gestiona. Ahí sí entran en juego la voluntad y las decisiones de la persona». Y concluye: «Esta es la que hay que desarrollar, y tiene una aplicación clarísima para la educación. Ese es el cambio de modelo: que en las aulas se deje de alimentar solo la inteligencia computacional, y se eduque la ejecutiva»

 

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