Cultura

Nuestros villanos favoritos: ¿por qué nos ‘ponen’ tanto en la ficción?

Según un estudio de Reuters de 2015, los estadounidenses preferirían de presidente al malvado político de House of cards antes que a Obama.

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28
enero
2018

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«El encanto de los malos de las películas reside en que hacen lo que nosotros haríamos si tuviéramos el valor». Esta afirmación, un tanto escalofriante, la publicó el crítico de cine Ty Burr en The Boston Globe hace dos años, a raíz del estreno de la película Black mass, sobre la vida del gángster (real) James Whitey Bulger, mitificado el siglo pasado por las masas en Estados Unidos, icono pop y algo así como un Robin Hood contemporáneo. Con la película, resucita uno de los villanos más aclamados de Hollywood.

Bulger no era una buena persona. Lideró el crimen organizado en la zona de Boston y buscaba el enriquecimiento personal al margen de la ley, con métodos sanguinarios en muchas ocasiones. Fue acusado por los fiscales estadounidenses de 19 asesinatos, y terminó siendo informante del FBI. Sin embargo, sus continuas peripecias para dejar en evidencia al poder establecido, en una etapa de desencanto social, le proporcionó el favor de la cultura popular.

El personaje de Darth Vader estaba inspirado en un alto mando nazi, pero aún más ambicioso: no quería conquistar toda Europa, sino toda la galaxia. La mercadotecnia sobre su figura se ha vendido por millones desde el estreno de la saga Star Wars en los años setenta. La plataforma eBay anunciaba hace poco que, desde 2012, el disfraz del señor del lado oscuro de la fuerza es el más vendido de su inventario, seguido del de soldado imperial. «Amo la historia, así que aunque la base psicológica de Star Wars es mitológica, las bases políticas y sociales son históricas», dijo el artífice de la saga, George Lucas, al Boston Globe. La vestimenta de los altos oficiales imperiales e incluso el casco de Darth Vader se inspiraron en los que usaron los miembros del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial, y el ascenso gradual de Palpatine de canciller a emperador reflejaba la evolución política similar de Adolf Hitler de canciller a dictador. Hoy en día se usa el icono de Darth Vader incluso en juguetes infantiles: Mr. Potato tiene su correspondiente versión. A día de hoy, no existe ninguna de Luke Skywalker.

Series como Narcos, Dexter o Hannibal demuestran nuestra predilección por los malvados.

La serie Narcos ha devuelto a la palestra a la figura de Pablo Escobar. El narcotraficante más universal se ganó a gran parte de la sociedad colombiana mientras perpetraba actos nefandos (se le responsabiliza directamente de más de 4.000 asesinatos), y estuvo a punto de postularse a presidente del país. A raíz de la ficción de Netflix, se le ha devuelto una suerte de nimbo heroico. «La serie ha convertido a mi padre en un héroe para el mundo», declaraba recientemente a El Español el hijo de Escobar, que recibe a diario infinidad de mensajes a través de las redes sociales de «jóvenes para los que ser narco es ‘cool’».

Frank Underwood, el muñidor sin escrúpulos del Partido Demócrata capaz de arruinar (y hasta matar) a quienes se interpongan en su culminación de La Casa Blanca, es el protagonista absoluto de una de las series más exitosas de los últimos años, House of cards. Sus millones de seguidores no esperan que fracase, sino todo lo contrario. Un estudio realizado por la agencia Reuters en 2015, reveló que los estadounidenses preferirían de presidente a Underwood antes que a Obama. Lo tétrico del resultado es que la encuesta se llevó a cabo justo después de que el político en la ficción arrojara a las vías del tren a una periodista y asesinara a un amigo.

Curiosamente, a raíz del reciente escándalo de los abusos sexuales cometidos por el actor que lo interpreta, Kevin Spacey, por los que ha sido apartado de la serie, miles de voces se han alzado para reclamar su continuidad, alegando que una cosa es lo que suceda en la vida real y, otra, en esa realidad paralela que llamamos ficción. El villano Kevin Spacey es inaceptable, pero el personaje que interpreta, aunque esté en un nivel de villanía aún mayor, es un ser adorable.

El disfraz de Darth Vader es el más vendido en eBay desde hace años

Los psicópatas de Hannibal o Dexter, el terrorista idealista de Manhunt: Unabomb o el mafioso Tony Soprano son otros de los muchos ejemplos recientes de personajes con tirón, que arrastran audiencias millonarias. ¿Qué es eso que tanto nos atrae, como si fuéramos jedis, del «lado oscuro de la fuerza»?. El fenómeno fan de asesinos múltiples reales mientras cumplen condena (hay ejemplos paradigmáticos como el de Charles Manson en Estados Unidos, pero también en nuestro país, como el del ‘asesino de la catana’), por el que algunas mujeres se sienten irresistiblemente atraídas hacia este tipo de personajes, ya ha sido tratado en profundidad por la comunidad psicóloga.

La popularidad de los malos en la ficción, sin embargo, va por otro lado. Al igual que Kevin Spacey es demonizado al tiempo que se ensalza a Frank Underwood, muchos directores y actores coinciden en que un personaje villano suele ser más interesante porque comporta una mayor complejidad mental que pueda justificar por qué hace lo que hace. Cuantos más claroscuros, más encandila. Lex Luthor, en Superman, sencillamente quería dominar el mundo, sin dar explicaciones. Era un personaje plano, por eso nunca eclipsó al héroe encapado: hacía el mal por el mal, sin dobleces. Pero Saúl, el encantador y artero abogado de Breaking Bad que era capaz de vender a su madre con tal de ganarse a un cliente, empezó como personaje secundario y terminó teniendo su propia serie.

El fenómeno fan de asesinos como Charles Manson ha sido estudiado por los psicólogos

La publicación Evolutionary Behavioral Sciences ha intentado dar una explicación científica a la atracción que generan los villanos de ficción. El psicólogo y autor del artículo opina que puede haber un propósito evolutivo detrás de todo esto. Estos paseos por el lado oscuro de nuestra naturaleza que nos proporcionan el cine y la literatura permiten explorar realidades a las que no podríamos acceder fácilmente sin que tuviera consecuencias traumáticas. Y de paso aprender, de primera mano, qué es lo que no se debe hacer si apostamos por la supervivencia de la especie. «Al final, lo que nos acaba gratificando, por muy bien que nos caiga el villano, es la victoria del bien sobre el mal. Y es como acaban la mayoría de los relatos de ficción», concluye el artículo.

Si uno revisa todas las series y películas mencionadas, comprueba que coinciden con esta teoría. En la mayoría, el malo pierde. Y si no, gana a costa de otro personaje más malvado todavía.

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