Cambio Climático

Tirar de la cadena: ese gesto cotidiano (y letal) contra el medio ambiente

Las toallitas no es lo único que acaba en el inodoro: bastoncillos, condones, compresas, fármacos, drogas… Tienen consecuencias, a veces, irreparables.

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16
diciembre
2017

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Primero fue el «monstruo de las toallitas». Una foto de la agencia EFE mostraba, hace poco más de un año, un enorme amasijo negro de celulosa y plástico que había atascado un colector de Murcia. Un gesto tan cotidiano como arrojarlas al WC y tirar de la cadena tuvo la culpa.

Saltaron las voces de alarma. Se habló mucho durante unos días de las toallitas para el baño, esos papeles húmedos revolucionarios que tanto nos facilitan el día a día desde hace un tiempo. Lo limpian todo, con una simple pasada. Luego se tiran por el váter, y a otra cosa. Las marcas que las comercializan quieren llevar al extremo esta sencillez de uso, así que promueven que uno haga ese gesto de levantar la tapa, tirar de la cadena y hacerlas desaparecer por el sumidero. Por eso no se limitan a poner en sus paquetes «toallitas desechables», sino «desechables por el WC».

Los ríos de Madrid son los que contienen mayor nivel de restos de cocaína y ansiolíticos

Recientemente, eldiario.es hizo la prueba empírica con unas toallitas de Mercadona, y la publicación llegó a conclusiones llamativas. Son disgregables con el agua, pero siempre que uno no tire más de dos a la vez, y su váter tenga un buen caudal de agua. Otro estudio más exhaustivo de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) demostró que, mientras el papel higiénico se desintegra en el agua casi por completo en solo media hora, solo un 36% de las toallitas lo hacen… Y al cabo de dos días. Esto demuestra que es imposible que todas las marcas que aseguran que se pueden desechar por WC lo hagan con rigor. Incluso las que llegan a descomponerse, tardan demasiado. Para entonces ya han obstruido filtros y depuradoras, un hecho que nos cuesta, en España, unos 200 millones de euros al año en complicadas labores de desatascamiento, según la asociación de operadores AEAS.

Y eso, en el mejor de los casos: las toallitas que traspasan el tamiz saneador, acaban en los ríos y causan un daño cuantioso al medio ambiente. Otras llegan a las desembocaduras y quedan acumuladas en el fondo del mar. Muchas llevan componentes plásticos que no llegan a biodegradarse, se desprenden y envenenan a la fauna y la flora marina.

No solo toallitas

Hace unos años, en la celebración de Los Juegos de la Commonwealth (una suerte de olimpiadas entre más de 50 países que tienen relación con la corona británica), se repartieron más de ocho mil preservativos antes de su celebración entre los participantes, como parte de una campaña de prevención de VIH. La mayoría fueron a parar a las cañerías de la villa donde se alojaban los atletas, que se desbordaron en los primeros días.

Esta anécdota no está exenta de comicidad, aunque trasluce un problema grave: los condones están compuestos de látex, y preparados para no romperse no deteriorarse, por mucho líquido con el que entren en contacto. De manera que son lo opuesto a un objeto biodegradable.

La organización AEAS realizó recientemente un estudio en la red de saneamiento de Lleida: su depuradora recibe anualmente, aparte de ingentes cantidades de preservativos, otros objetos de aseo como compresas, gasas, bastoncillos para los oídos… E incluso aceites de cocina. En total, más de 300 toneladas, lo que representa un gasto de unos 75.000 euros anuales a la ciudad, aparte del daño al medio ambiente.

La depuradora de Lleida recibe al año más de 300 toneladas de bastoncillos, compresas o preservativos

Pero la actitud antiecológica no se da solo por tirar objetos inapropiados por el inodoro, y usarlo como una suerte de agujero negro en el que hacer desaparecer esos residuos que nos molestan. Las heces que llegan a los ríos pueden ser muy dañinas si llevan consigo ciertas sustancias químicas. Según han advertido desde el instituto IMDEA-Agua, medicamentos de uso doméstico como el ibuprofeno o los disruptores endocrinos, y drogas como la cocaína, el éxtasis y la heroína, son «contaminantes emergentes» que en los últimos años tienen una presencia preocupante en los ríos españoles.

El Instituto de Estudios Ambientales y Recursos Naturales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, por su parte, analizó las aguas residuales de la depuradora opera para las localidades de Santa Lucía y Agüimes En total unos 130.000 habitantes, el equivalente a una población media: cada litro contiene un promedio de 59,2 microgramos de fármacos. Si tenemos en cuenta que procesa, cada día, 18 millones de litros de aguas residuales, resultan más de un kilo de medicamentos contenidos en heces o diluidos en orina. Una parte importante burla a las depuradoras y acaba en aguas fluviales. A raíz del estudio, desde el instituto alertaron del grave daño que suponen estas sustancias para el ecosistema los ríos.

Los de Madrid se llevan la palma en niveles de cocaína, anfetaminas y ansiolíticos: el Manzanares y el Jarama tienen los niveles de concentración más elevados de España, y de gran parte de Europa. Solo se ven superados por el río Senne de Bélgica.

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