Educación

¿Un nuevo contrato social para España?

Jordi Sevilla, Luis Garicano y Antón Costas reflexionan sobre el origen de la crisis en España y proponen algunas pautas para reconstruir un nuevo contrato social.

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18
octubre
2017

«De la misma forma que ocurre cuando baja la marea, que descubre lo que la pleamar esconde, la crisis financiera internacional de 2008 y la gran recesión económica que la siguió dejaron al descubierto algunos aspectos peligrosos que habían estado ocultos durante la fase de expansión de la economía». Con esta reflexión, Antón Costas, catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de Barcelona, descorteza las causas de la crisis en España. Lo hace en su último libro, El final del desconcierto. Un nuevo contrato social para que España funcione, donde se aleja del relato ortodoxo dominante para llegar a la raíz profunda del malestar social: la cuestión distributiva. Es decir, la creciente e intensa desigualdad de ingresos y de oportunidades que, de acuerdo con su tesis, asoma desde la década de los 70 y que se ha desenmascarado de la forma más dramática durante la última década.

Una tasa de paro superior al 26%. Jóvenes emigrando en busca de trabajo. Recortes en servicios sociales básicos. Pobreza energética. Familias desahuciadas. El contrato social, ese «pegamento», en palabras de Costas, que hace que una sociedad permanezca unida e impida el conflicto político, había saltado por los aires. «En aquellos años apareció una falacia, que fue la idea de que se podía gestionar la globalización sin política. Al amparo de esta idea se hicieron reformas que causaron mucho dolor. Esa visión nos ha traído el populismo, que cae en la utopía inversa, que es creer que se puede gestionar la política sin la economía», sostiene Costas, que participó recientemente en un encuentro organizado por la Fundación Rafael del Pino, donde compartió mesa de debate con Jordi Sevilla, ex ministro de Administraciones Públicas del Gobierno de España, y Luis Garicano, catedrático de Economía y Estrategia de la London School of Economics.

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«La crisis no es un problema solo de fiestas, vinos y rosas, ni de manirrotos ni de haber vivido por encima de nuestras posibilidades», ironizó Jordi Sevilla, que explica la recesión en base a tres elementos: «El primero es que el sobreendeudamiento era la otra cara del aumento de la desigualdad de la renta. El segundo es que las políticas que se pusieron en marcha para afrontar la crisis -bajada de salarios, reducción del gasto público- no fueron las más adecuadas. Y el tercero es que el inicio de la recuperación tiene que ver, sobre todo, con la nueva política monetaria».

El ex ministro huye de ese mantra de «el crecimiento todo lo cura». Precisamente, la recuperación de la economía española está permitiendo aflorar todo lo que nos queda pendiente de hacer, problemas estructurales que no se habían abordado durante los últimos años. Luis Garicano va más allá. «La desigualdad provoca el estallido y, cuando viene la recuperación, es incluso más problemática políticamente. Esa visión es clave para analizar qué contrato social hace falta», advierte el economista.

«El contrato social propuesto por los Reagan, Tatcher, Blair y demás líderes socialdemocracia de los años 90, al que podemos denominar contrato cosmopolita-tecnocrático, basado en bajos impuestos y poca redistribución, no va a traer prosperidad, porque implica una globalización sin restricciones», previene Garicano. «Tampoco van a traer progreso los contratos populistas de derechas ni de izquierdas. Ambos son antigloblalización y antieuropeos. Se diferencian solo en dos aspectos: en que el populismo de derechas es identitario y en que el de izquierdas propugna más gasto público. Por último, está el liberal-socialdemócrata, que defiende una globalización con compensaciones, una integración más equilibrada, una competencia entre empresas, un Estado del Bienestar personalizado», argumenta.

«Nuestro sistema democrático no ha sido lo suficientemente ágil a la hora de capturar todas las demandas sociales. Eso ha provocado un terremoto político. Las élites no han hecho pedagogía de la necesidad de los cambios, sino que han trasladado la responsabilidad última de los mismos a agentes externos. Y la partitocracia se ha olvidado del interés común», opina Sevilla. «Estamos en el momento de quitarnos la escayola y empezar a hacer terapia». Y hace un llamamiento al sector privado: «España tiene un problema de la productividad. De productividad buena. Porque la productividad es como el colesterol: si expulsas trabajadores aumenta la productividad mala; si mejoras la tecnología y la gestión aumenta la buena. La gestión empresarial en España es manifiestamente mejorable».

Antón Costas concluye: «El nuevo contrato social debe basarse en reducir el ciclo maníaco-depresivo de nuestra economía, que castiga sobre todo a las clases bajas; en reducir los problemas de eficiencia, que detraen rentas de los más pobres, y en equilibrar el debate crecimiento-productividad».

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