Innovación

Yo no me lo implanto, ¿y tú?

¿Te imaginas abrir la oficina con un chip implantado en tu piel en vez de con la clásica tarjeta? En Wisconsin, Estados Unidos, una empresa que diseña software ha implantado un microchip a 50 de sus trabajadores.

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05
septiembre
2017
chip

Un día cualquiera de agosto. Otra jornada laboral más. Sam Begston llega como siempre a su trabajo, aparca su coche y se dirige a la puerta de entrada. Con un gesto mecánico busca su tarjeta de acceso en el bolsillo de su camisa, pero en seguida recuerda que ya no la necesita y sonríe. Hoy es un día distinto, piensa para sí; el principio de una nueva era.

Alza la mano, la pasa por el detector y… voilá! La puerta se abre. ¿Un sensor por huella dactilar? No. ¿Una cámara de seguridad que reconoce a los trabajadores y les permite el acceso? Tampoco. Es un chip bajo la piel, insertado en su mano derecha, entre el dedo índice y el pulgar.

Lo que bien podría ser otra novela futurista de Huxley es la pura y cruda realidad. Un hecho que se da en Wisconsin, Estados Unidos, donde una empresa que diseña software para máquinas expendedoras ha implantado un microchip a 50 de sus trabajadores. «Sabía que no había nada raro con el chip, así que no ha supuesto ningún problema insertármelo. En cierta manera, es hasta más fácil que ponerse una vacuna», explica a los medios de comunicación Sam Begston, empleado de Three Square Market (32M) y uno de los primeros en insertarse el chip.

Se trata de una tecnología de identificación por radio frecuencia del tamaño de un grano de arroz (y 300 dólares de coste unitario) insertada bajo la piel, de manera voluntaria, que permite a estos trabajadores no solo abrir las puertas de su oficina, sino también acceder a sus ordenadores y ejecutar pagos tan solo alzando la mano. Algo que fascina y atrae a unos pocos, repele y deja estupefacto a muchos otros y desata entre todos el debate sobre la salud, la seguridad y, por encima de todo, la privacidad.

¿Qué consecuencias tiene sobre el cuerpo humano? ¿Provoca algún tipo de reacción o alergia? ¿Por qué un microchip y no una huella dactilar? ¿Cuál es el verdadero propósito de este dispositivo? ¿A qué tipo de datos se puede acceder con este chip? ¿Es este el futuro que nos espera? ¿Hacia dónde evoluciona la raza humana?

Dispositivo pasivo

Para Jowan Osterlund, fundador y presidente de Biohax International, empresa sueca que ha desarrollado este chip, el futuro va por estos derroteros. «Es un sueño hecho realidad. Esto es un nuevo camino para la tecnología. Ser digital nos hace la vida más fácil», explica en un debate en la cadena catarí AlJazeera.

El uso de la tecnología para controlar la sociedad era uno de los temas que planteaba el británico Aldoux Huxley en su libro Un mundo feliz (1932). Hoy, más de 80 años después, el mismo debate vuelve a estar encima de la mesa con más fuerza que nunca. Para la mayoría, el problema no es la tecnología o su rápido avance, sino el verdadero uso que se hace de ella.

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Porque lo que ahora simplemente se utiliza para abrir las puertas de un edificio o comprar un refresco en una máquina, puede llegar a ser utilizado de manera más invasiva, como por ejemplo rastrear el tiempo de los descansos de los trabajadores o incluso obtener información personal sin su consentimiento. «Una vez implantados [con un propósito] es muy difícil parar su expansión y su uso [para otros fines]», explica al diario estadounidense The New York Times Alessando Acquisti, profesor de Información Tecnológica y Política Pública del Instituto Heinz de la Universidad de Carnegie Mellon. «Las compañías alegan que estos chips son seguros y están encriptados, pero ‘encriptado’ es un término muy vago que puede implicar desde un producto realmente seguro hasta algo que se puede jaquear con mucha facilidad», opina Acquisti.

Este es precisamente el punto en el que los defensores de esta tecnología hacen hincapié: la capacidad y utilidades del microchip están limitadas y se trata solo de un lector, no de un GPS. «Es un dispositivo pasivo que solo puede proporcionar datos cuando se solicitan y se da consentimiento», aclara Todd Westby, presidente y director ejecutivo de 32M. Según explica, nadie puede rastrear a un individuo con este microchip y, desde el punto de vista de la privacidad, «[el GPS de] un smartphone proporciona cien veces más datos».

Pero no todos tienen tan claro que este sea el único uso que se le va a dar a este dispositivo de identificación por radio frecuencia. Muchos se muestran reacios, sobre todo de cara al futuro. «De momento [tal y como está planteado] no presenta mayor riesgo, pero mi preocupación es hacia donde nos lleva esto, de qué manera seguiremos insertando tecnología en el cuerpo humano con la finalidad de obtener más y distintos datos», opina Ben Libberton, investigador del Centro Sueco de Nanociencia Médica y crítico con este chip, en el debate de AlJazeera. Porque para él, se trata «una nueva manera de transferir datos».

Tiene claro que esto es solo el principio del fin y que esta tecnología se seguirá desarrollando para otras cosas, corriendo el riesgo de desvirtuar su uso y consecuencias. «El mayor riesgo es que [esta información sensible] caiga en las manos equivocadas y sea manipulada sin ser conscientes [las propias personas] de cómo se está utilizando nuestra información privada», añade.

De momento, los ejecutivos de la compañía, la primera en Estados Unidos en implantar un microchip en sus empleados, están fascinados con esta tecnología que consideran un gran avance y el futuro de la raza humana. «Antes o después esta tecnología se estandarizará y se utilizará sustituyendo a los pasaportes, tarjetas de transporte público o cualquier oportunidad de compra», opina el presidente y director ejecutivo de 32M.

Patrick McMullan, su director de Operaciones, contaba al diario americano The Washington Post que conoció Biohax hace tan solo seis meses, en un viaje de trabajo por Europa. La idea le pareció tan buena y práctica que decidió insertar el implante en sus trabajadores con el fin de facilitarles la vida. Bondades que, desde su punto de vista, pueden extenderse a un montón de aspectos de la vida e industrias, más allá de las máquinas expendedoras. «Es otra forma de pago u opción de identificación que también se puede usar en distintas aplicaciones o servicios personales, desde tiendas hasta gimnasios», cree McMullan.

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Ni el primero… ¿ni el último?

Desde hace años, ciertos animales (como mascotas y ganado) llevan insertados microchips que hacen más fácil su identificación. Pero este no es el primer caso de un implante de este calibre en humanos. Hace 16 años, la compañía americana Applied Digital Solutions desarrolló VeriChip, un dispositivo cuyo objetivo era almacenar datos médicos. Por aquel entonces, los expertos alegaron que esperaban poder trazar el historial médico de los pacientes con un simple escáner de mano. Algo que, desde su punto de vista, iba a ser realmente útil si el paciente estaba inconsciente o en estado de shock.

Y aunque el chip consiguió en seguida la aprobación de la Administración de Alimentación y Medicamentos de Estados Unidos, no caló entre los pacientes y consumidores que lo veían como algo que atentaba contra su privacidad. ¿Me van a rastrear con esto? ¿Estaré vigilado en todo momento? ¿Es estrictamente información médica lo que se almacena en este dispositivo? Este escepticismo hizo que las ventas no despegaran y la compañía dejó de fabricar el dichoso microchip. Pero hace menos de un lustro, Suecia retomó esta tecnología y algunas compañías suecas empezaron a implantarlo en sus empleados.

Clara Grelsson, directora de Negocio de la agencia de comunicación MindShare, reconoce que en seguida se ofreció voluntaria para implantarse el microchip. «Me hace la vida mucho más fácil. Lo uso sobre todo para acceder a las oficinas y al gimnasio, pero estoy deseando que se extienda a otros usos, como el de los billetes de transporte electrónicos», cuenta en el debate de AlJazeera.

Reconoce también que muchos de sus familiares y amigos que no trabajan con ella lo ven un poco extraño al principio. Al final, según dice, algunos terminan reconociendo que es una buena idea con muchas ventajas, aunque otros siguen firmes en su opinión de que un chip bajo la piel no es para nada una idea atractiva o algo que quieran llevar a cabo.

La pregunta ahora es si este dispositivo ganará los adeptos necesarios como para extender su uso o si por el contrario primará el recelo, la duda y la desconfianza del público y quedará de nuevo en una simple prueba o en material para otra novela futurista.

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