Cambio Climático

«Obama permitió la prevalencia de los combustibles fósiles»

El científico James Hansen (Iowa, 1941) ha dedicado su vida a investigar, a enseñar y a vigilar a la Administración de Estados Unidos ante los desmanes ambientales.

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07
julio
2017
© Fundación BBVA

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James Hansen (Iowa, 1941) es uno de los científicos más influyentes del mundo. Ha dedicado su vida a la investigación y a la enseñanza –ahora, en la Universidad de Columbia–, pero también a fiscalizar a la Administración de Estados Unidos ante los desmanes ambientales. Nos citamos con él en una reciente visita a Madrid. Entre 1981 y 2013 fue director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales, cargo desde que el que tuvo que tratar con equipos de diferentes Gobiernos, y desde el que se enfrentó a la censura cuando se le dijo que no podía hablar sin permiso explícito de la NASA. A su paso por Madrid para recoger el Premio BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Cambio Climático, contesta a nuestras preguntas.

¿Qué sentimiento hay en estos momentos en la comunidad científica de Estados Unidos?

Creo que los científicos ya no tienen miedo. La situación es tan inusual, con alguien en una posición de autoridad negando los conceptos básicos de la ciencia, que los científicos se han pronunciado claramente, porque esto no tiene sentido alguno. Recientemente hubo una manifestación pública en la que los científicos salieron a la calle. Acabo de escribir un artículo que se llama La reticencia de los científicos porque es verdad que se resisten a implicarse en la política. Pero lo que está ocurriendo con Trump es tan evidente que clama al cielo y está haciendo que las cosas cambien. La reticencia que ha existido por parte de los científicos a implicarse en la política está cambiando y creo que podemos hablar ahora de un renacimiento de los científicos.

Ha sido científico y activista a partes iguales. Tanto es así que una vez le arrestaron en una protesta frente a la Casa Blanca.

Bueno, la primera vez que me arrestaron fue en West Virginia por hablar de un caso en que una compañía de carbón quería expropiar a un hombre sus terrenos para explotar una mina. Di una conferencia en la Universidad de Virginia y los estudiantes me hablaron de ese hombre. Yo estuve de acuerdo y formé parte de las manifestaciones contra eso, y derivó en mi primer arresto. La segunda vez fue por enfrentarme a la construcción del oleoducto Keystone. No sé si habrá una tercera.

¿Augura un mandato de Trump con la sociedad en la calle? ¿Cree que los ciudadanos acudirán a los tribunales como ya ha ocurrido en Holanda y otros países presentando demandas contra el Estado por no luchar convenientemente contra el cambio climático?

Sí, veo que habrá una contestación social masiva por parte de la sociedad americana a la salida del Acuerdo de París y que se recurrirá a los tribunales. La verdad es que me ha sorprendido mucho su decisión de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París porque yo pensaba que finalmente prevalecería el sentido común. El caso de los Países Bajos es muy semejante al que nosotros acabamos de presentar en Oregón. Creo que las acciones de Trump son claras como el agua y esto nos va a ayudar a nosotros, y mucho.

¿En qué sentido?

El hecho de que gobierne Trump hace más sencillo que esos pleitos lleguen a buen término. Mi tarea fundamental durante años ha sido llevar ante los tribunales al Gobierno de los Estados Unidos por una violación de los derechos de los jóvenes y las generaciones venideras. Era más complicado presentar un caso contra la administración de Barack Obama, porque utilizaba las palabras adecuadas, decía que hacía un cambio de las regulaciones gubernamentales en cuanto al uso de combustibles fósiles, pero a la vez permitía que los combustibles fósiles siguieran siendo la fuente principal de energía. En noviembre tenemos un juicio en el estado de Oregón, en un tribunal que está inmediatamente por debajo de la Corte Suprema, y creo que vamos a ganar el caso, y de ahí podemos llegar al Tribunal Supremo en caso de apelación. La base a esas demandas es que los jóvenes se ven desprovistos de libertad y de protección, que es uno de los derechos fundamentales en la constitución norteamericana y que está en la carta de derechos fundamentales.

Ha dicho que va a resultar más fácil ganar pleitos a la Administración Trump que a la de Obama, pero ¿es más difícil hablar ahora que antes? Cuando el presidente era George W. Bush usted vivió la censura en su propia piel. ¿Volvemos a lo mismo?

Realmente sí, pero en mi caso y aunque parezca extraño, tuve más oportunidades de hablar con la Administración Bush. Me reuní dos veces con el vicepresidente Cheney, aunque no siguieron nuestras recomendaciones. Nunca pude reunirme con Obama ni su equipo. Le escribí una carta en diciembre de 2008 recomendándole poner un precio al uso de los combustibles fósiles, que hubiera sido más eficaz y efectivo que las regulaciones que pusieron en marcha para reducir un porcentaje pequeño de las emisiones. Su asesor científico decía que le daba toda la información que el presidente necesitaba. Incluso hubo un donante del Partido Demócrata que se reunió con Obama y le dijo: «¿Quiere usted reunirse con Jim Hansen?». Pero Obama le contestó: «Si fuera una conversación política sería interesante, pero Jim solo cree en la ciencia». Así que nunca tuve contacto directo con la Administración Obama.

Desde Europa se ve de manera diferente.

Depende de con quién hables. La Ciencia no habla con una sola voz. La Administración Obama siguió las políticas de lo que nosotros llamamos el ‘Big Green’, el consejo de defensa de los recursos nacionales, los medioambientalistas, las organizaciones de científicos preocupados, pero yo no estoy de acuerdo con esas grandes organizaciones. No veo cómo podemos dejar de lado los combustibles fósiles para la producción de electricidad sin contar con la ayuda de la energía nuclear, por ejemplo, pero estas grandes organizaciones se financiaban en parte de los antinucleares. La Administración Obama sí escuchó al ‘Big Green’, pero yo no tuve oportunidad alguna de plantearle mis ideas.

¿Teme que a los científicos norteamericanos les pase como a Woody Allen, que su trabajo es más apreciado en Europa que en su propio país?

(Risas) Es totalmente cierto. A los políticos americanos no les interesan las implicaciones de la ciencia en la política. Yo recibo más interés en Nueva Zelanda, Australia, Europa y en Canadá, incluso.

Se ha referido a la energía nuclear. ¿Cree en ella como una fuente de transición hasta que lleguemos al 100% de energías renovables?

La energía nuclear es un mejor complemento que el gas para completar las fuentes de renovables. Tener al gas y al fracking como fuente para la producción de electricidad cuando no sopla el viento es un error, lo hizo Obama y ahora también Trump.

¿Y qué opina entonces de los movimientos que hay en Europa, el caso de Alemania por ejemplo, hacia el abandono de la energía nuclear?

Creo que es irracional, porque incluso con la tecnología nuclear actual es más segura que las alternativas, y las tecnologías de las próximas generaciones en cuanto a lo nuclear serán mucho mejores aún. Aunque si se aumentara el precio de los combustibles fósiles las otras alternativas podrían entrar en competencia.

Algunos analistas advierten de que Trump no será capaz de revertir una caída en el coste de la energía eólica y solar y que su idea de estimular la producción de carbón podría dejar al país atascado en el pasado.

Sería muy desafortunado para el futuro de los Estados Unidos que no avanzásemos hacia las nuevas tecnologías, pero francamente, no creo que esto vaya a suceder. Hay mucha innovación ahora mismo en las universidades americanas, con lo cual Trump es una enfermedad temporal y transitoria.

Ha dicho en más de una ocasión que lo trágico del cambio climático es que podemos resolverlo. ¿Qué acciones deberían ser prioritarias?

Algo muy sencillo sería fijar un impuesto al uso de los combustibles fósiles, en vez de seguirlos subsidiando, y fomentar las energías renovables. Si esa tasa la pagan empresas que utilizan combustibles fósiles, ya sea en la fuente de generación, en la mina o en el puerto de entrada, y ese dinero se le entregara a los residentes y empresas de esa zona que se esfuerzan en ser menos contaminantes, hay estudios económicos que muestran que esto aumentaría el PIB y crearía puestos de trabajo. No hay razón para no hacerlo excepto que la industria que utiliza combustibles fósiles prefiere no hacerlo. En Estados Unidos esa industria es muy poderosa y compran los votos en el Congreso y en el Senado, es una locura.

¿Estamos a tiempo de conseguir el gran objetivo que establece el Acuerdo de París o ya solo nos queda trabajar para minimizar los impactos de lo que viene?

Alcanzar el límite de los 2ºC del Acuerdo de París es posible, el problema es que es peligroso. En el último periodo interglacial, hace 140.000 años, el incremento de la temperatura fue menor y aun así el nivel del mar subió al menos 6 metros. Por tanto, ese objetivo de 2ºC no tiene sentido alguno.

¿Y 1,5ºC?

El objetivo de 1,5ºC también es algo cuestionable, pues es al menos tan caliente como el periodo que he mencionado. Hay que volver a una concentración de CO2 en la atmósfera de 350 partes por millón (ppm) o menos. Si se logra, el calentamiento no sería superior a 1ºC. La cantidad extra de energía que está recibiendo la Tierra cada día es equivalente a la explosión de 400.000 bombas atómicas de Hiroshima los 365 días del año. Este desequilibrio implica que debemos reducir la concentración de CO2 en la atmósfera hasta 350 ppm, para restaurar el balance energético y prevenir más calentamiento.

¿Qué recorte de emisiones hace falta para conseguirlo?

Si se reducen las emisiones un 3% anual, prácticamente se puede resolver el problema, pero también necesitamos sacar CO2 de la atmósfera, lo que requiere mejorar nuestras prácticas forestales y agrarias para atrapar más carbono en la biosfera.

¿Cuáles son los cambios que ya están ocurriendo en el planeta que más le preocupan?

A largo plazo la mayor preocupación es el aumento del nivel del mar. Más de la mitad de las grandes ciudades del mundo son costeras, y desaparecerán o no serán funcionales, y esto provocará la migración de cientos de millones de personas, con consecuencias inimaginables. Pero además estamos viendo una disminución de la circulación del Atlántico Norte por la entrada de agua dulce al derretirse las grandes masas de hielo de la Antártida y Groenlandia. Y esto no es más que el inicio de un proceso en el que estamos desactivando esa circulación que nos refrescaba. Norteamérica ya es entre 2 y 3ºC más caliente. Si seguimos emitiendo más y más CO2 y se sigue perdiendo masa helada, tendremos un impacto en la temperatura de Europa también, y pronto.

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