Educación

Population bomb: la autopista al infierno

Hace cinco años, en la autopista que une Pekín y el Tíbet, medio millón de coches permanecieron atascados durante más de una semana.

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19
junio
2017

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Cientos de miles de personas han quedado atrapadas en sus coches en un atasco infernal que ya dura una semana. El dióxido de carbono que escupen los tubos de escape brilla en el horizonte y los equipos de emergencia humanitaria están de los nervios. El trabajo se ha acumulado y atienden a los exhaustos pasajeros en sus automóviles: necesitan comida, vitaminas, artículos de higiene… Las unidades médicas también se despliegan porque muchos conductores han desfallecido y otros están sufriendo ataques de pánico. Los niños y las mujeres tienen que ser evacuados. Los cinco carriles de asfalto se han convertido en trampas en las que no existe el tiempo. Los dioses miran a la Tierra y no saben lo que ocurre: la autopista es ahora el purgatorio que, tras unos breves días de ocio, dirige a los hombres de nuevo al trabajo. Los conductores tienen la sensación de llevar una semana en el motor de un autobús. Todo resulta inhumano.

Este retrato no es el argumento de la última producción de HBO con tintes apocalípticos ni de esa nueva novela gráfica, distópica y kafkiana, que puedes encontrar en un tu tienda de cómics preferida. Tampoco es una adaptación del relato existencialista La autopista del sur, de Julio Cortázar. Es lo que ha ocurrido, en varias ocasiones, en esa autopista al infierno que une Pekín y el Tíbet, donde hace cinco años cerca de medio millón de coches permanecieron durante más de una semana varados en la carretera, tal y como narra mi compañero Luis Meyer en el reportaje Superpoblación, al que hemos dedicado la portada del número 30 de Ethic, que os presentamos con una cover descomunal de la artista Amy Casey, de la galería ZG de Chicago. Esa imagen del asfalto eterno ilustra con realismo y crudeza los retos a los que nos enfrentamos en un mundo cuya población, como no deja de recordarnos la ONU, ascenderá en 2050 a los 10.000 millones de habitantes.

El desafío es total en las ciudades, que para esa fecha absorberán a siete de cada diez habitantes, según el Population Reference Bureau. A quienes aspiramos a vivir en un mundo habitable y civilizado nos toca colaborar desde los distintos frentes para materializar esa ola de transformaciones que necesitamos. Hemos de llevar a cabo esa revolución energética que parece que nunca llega (si España fue, hace ya unos siglos, el Imperio donde nunca se ponía el sol, hoy se nos podría conocer como el país donde se tasa el sol); tenemos que batallar sin concesiones contra la contaminación, esa epidemia del siglo XXI que se ceba con la salud de nuestros hijos; y estamos obligados a innovar a la hora de gestionar los recursos. ¿Sabías, por ejemplo, que cada año van a a la basura 1.300 millones de toneladas de comida? No me cabe ninguna duda de que lo podemos hacer mejor.

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