Cultura

Reconciliarse con el pop, enfrentarse con el mundo

Los Planetas revuelven conciencias y estómagos con Islamabad, una explosión de belleza que cuenta una realidad brutal: la de las religiones al servicio de la riqueza de unos pocos.

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01
marzo
2017

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La última canción de Los Planetas, Islamabad (el segundo adelanto de su próximo disco), ha causado bastante revuelo, algo habitual en este país cuando coinciden dos corrientes diferentes, ya sean ideológicas, religiosas, políticas o, como en este caso, artísticas. Resulta que Jota, el cantante de la banda granadina, ha osado tomar prestado Ready pa morir, un tema de Yung Beef, máximo exponente del trap patrio, y hacerlo harina de su propio costal. El pop de la gente bien que va a festivales carísimos como el Primavera Sound colisiona en este caso con los fraseos rimados, desgarrados, poéticos y semianalfabetos que surgen del fondo del suburbio arrabalero del culo del mundo. De allí donde los edificios se reconocen más por sus esqueletos que por sus fachadas.

Las pugnas y pullas que recorren los foros musicales y los Facebook de uno y otro bando, esto es, de los defensores del trap y los de ese pop que se empeñan en adjetivar como indie, casi siempre discurren por la misma temática: qué diablos pinta Jota metiendo mano en algo tan ajeno y bajo, y cómo es posible que Yung Beef haya consentido tamaña herejía. El uno acaparador, colonialista insaciable de géneros musicales. El otro, icono de quienes dan la espalda a un establishment que les pilla demasiado lejos, un vendido.

El debate es insustancial en origen, si tenemos en cuenta que el trap no es más que hip hop apropiado de bases electrónicas, igual que el pop se ha apropiado de sintetizadores en las últimas dos décadas y eso, por más que les pese a unos y a otros, acerca mucho su sonido. Otra cosa es el mensaje, que es lo que suele estabular un género musical, más allá de consideraciones estilísticas. Yung Beef lideraba el grupo PXXR GVNG (ahora Los Santos, mañana quién sabe). Y su trap lo hacían en la calle y para la calle, a través de Youtube; fuera de allí no había nada que mereciera la pena. «Aquí no llega nada de ‘la política’», respondían hace un par de años a la revista Mondosonoro. «¿Tú te crees que en nuestra vida nos importa que si Podemos, que si mierdas? Aquí, en la calle, hay otra política, se sabe quién manda; quién lo parte. El PP, el PSOE, Podemos… Me comen la polla. Aquí nadie va a votar, eso no va con nosotros». Lo decían justo después de firmar con Sony Music, la multinacional de las multinacionales. Y en una publicación del ‘otro bando’, que dedica sus contenidos a músicos de la cuerda de Los Planetas. Si realmente existe alguna herejía, comenzó en esos momentos, no con Islamabad.

Y precisamente, en todo este debate baldío y maniqueo, pocos se han preocupado por detenerse en lo que dice la canción. Ni de por qué se titula como se titula. Porque ahí está la enjundia. Lo que la convierte, al fin, en una brecha en el pop (omitamos la etiqueta ‘independiente’), ese estilo musical tan complaciente y acomodaticio que hace tiempo tocó su techo creativo, incapaz de inventar nada en décadas. Islamabad sí rompe con lo manido, para empezar, por su inusual belleza. Jota, más cerca de los 50 que de los 40, ha tomado el desgarro callejero del tema de Yung Beef, dos décadas más joven, y lo ha mundializado. El desencanto de la calle se convierte en un problema global: el ser humano es la única especie animal capaz de devorarse a sí misma, que no es lo mismo que ser caníbal.  La pieza original dura poco más de tres minutos, la de Los Planetas sobrepasa los siete. Jota solo ha mantenido los acordes básicos (si bien ha cambiado la tonalidad) y el estribillo, que repite varias veces al final. El resto de lo que cuenta es suyo. Y no adopta un tono agorero, ni activismo alguno, para plantear los males que nos asuelan. Solo la postura de alguien en la mitad de la segunda mitad de la vida, que sabe que si algo cambia, no vivirá para verlo y, lo mejor, es mandarlo todo al carajo. Eso sí, dejando clara su disconformidad.

Se llama Islamabad como podría haber elegido Alepo o Mosul. Cualquier lugar azotado por terroristas o sospechoso de acogerlos, y también por los que llegan a destruirlo todo con el salvoconducto de la paz, habría valido. Y cuenta, por primera vez en una canción de eso tan frívolo llamado pop, una realidad brutal, la de las religiones al servicio de la riqueza de unos pocos. Y ahí radica el problema, en el plural: los dioses de diferentes signos y dogmas son creados para enfrentar sociedades y que unos pocos, precisamente los descreídos, se enriquezcan con los restos de esos enfrentamientos. «Si le cambias el nombre/lo que consigues/es partirnos en banda/y si nos diriges/mueves la guerra/ten cuidado con lo que dices», versea Jota. También es explícito: «Los atentados son una falsa bandera/cuando atacas a los tuyos por dinero/que te llevas a paraísos fiscales/dinero con sangre/de tus hermanos/a los que traicionaste».

La canción no pone el foco en el mundo islámico ni en el cristiano, en oriente u occidente. Los hilos del dinero y el enriquecimiento personal se mueven desde todas partes y con los mismos métodos: «Sabes que sin violencia/estarías perdido/y me metes tu mierda/ de miedo en el hocico», y continúa: «A los ignorantes/y a los corrompidos/los gregarios y serviles/a los que has dormido/con una tele mala/y con ansiolíticos/para quitarles lo poco/que hemos conseguido».

Posiblemente, aquellos que impugnan a Jota y Yung Beef por unir fuerzas en esta obra descomunal, no sepan que, aunque vengan de diferentes generaciones y escenarios, a ambos les une el mismo desarraigo hacia lo establecido. El cantante de Los Planetas siempre ha evitado aparecer en televisión por considerarla «un medio peligroso de ideología cuestionable». Las pocas veces que lo ha hecho, como en la local Radio Televisión de Granada, respondió así a la pregunta de si, para una estrella del pop, es más importante cambiar el mundo, o que el mundo no le cambie a uno: «Yo con mis canciones busco, para empezar, entenderme a mí mismo. Eso me interesa mucho más que cambiar cosas fuera, porque mi forma de pensar está demasiado lejos de lo que es el mundo. Por eso no creo que pudiera generar cambios de ningún tipo, en nadie». Es posible que a Jota le faltara una canción con la que expresar ese sentimiento con exactitud. Por muy alejado que, según algunos, esté del pop, el trap se la ha dado en bandeja. Para muestra, un botón: el único estribillo que rescata, tal cual, de la canción original de Yung Beef: «Me estoy cayendo parriba/Mami dame la bendición/Aunque que no consiga nada/Mami tuve mucha ambición/La calle está mala/Necesita medicación/Yo no le temía a nada/Pero ahora temo perderlo to».

https://www.youtube.com/watch?v=ItiIk6WfktU

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