Internacional

«No es fácil negociar sobre derechos humanos en Naciones Unidas»

Marta Pedrajas, especialista en políticas de desarrollo en PNUD, coordinó la participación de España en la elaboración de la Agenda para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030.

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Sira Oliver
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03
marzo
2017
Marta Pedrajas coordinadora Espana agenda 2030

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Sira Oliver

Marta Pedrajas, especialista en políticas de desarrollo en PNUD, fue quien coordinó la participación de España en la elaboración de la Agenda para los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030. Esta es una de las entrevistas que componen ‘Governa: Altavoz 17’, una publicación con la que la consultora Auren pretende llevar a la primera línea del debate público el cumplimiento de lo pactado en el seno de Naciones Unidas. 

¿Cómo fue la experiencia de trabajar para esta Agenda 2030?

Aprendí mucho de desarrollo, sobre todo de la parte medioambiental, pero también aprendí cómo construir un proceso participativo, cómo abrir canales y construir puentes, la importancia de escuchar y dar la voz a los demás, de dialogar y de ser capaces de modificar nuestras posiciones buscando la mejor posición, la mejor propuesta, con el mayor consenso posible. Creo que el resultado del trabajo de la posición española ha sido bien valorado por muchos actores, y que la participación de España en la construcción de la agenda ha sido muy positiva.

¿Cuál era la propuesta de objetivos de España?

17 objetivos nos parecían muchos y 8, los del Milenio, pocos. Después de mucho trabajo, nos salieron 12 objetivos y cinco principios. Nos parecía que la Agenda tenía que ser más concentrada, pero después de tres años, lo que teníamos claro es que nuestras prioridades tenían que estar presentes, fuera una Agenda de 12 o de 17 objetivos.

¿Cuáles eran esas prioridades?

Proponíamos cinco estructurales: la erradicación de la pobreza, la disminución de la desigualdad, la sostenibilidad en todas las dimensiones y el enfoque de derechos y el de género. En la parte de los principios destacábamos también la importancia de los países de renta media, una prioridad para nuestra cooperación.

¿Hay algún punto que defendiera España y que se haya quedado fuera?

Nos hubiera gustado que el enfoque de Derechos Humanos estuviera más presente. No solo que los Derechos Humanos estuvieran en el título y en las metas del Objetivo 16, sino que estuvieran más presentes en todos los objetivos. Por ejemplo, se incluyó el acceso a los alimentos, pero no desde el enfoque del derecho a la alimentación, que era nuestra propuesta. El derecho humano al agua se reconoció en la declaración, pero no en el objetivo seis (agua limpia y saneamiento). Sí está mejor recogido en pobreza, en género o en salud, pero tras mucho debate… No es fácil negociar sobre derechos humanos en Naciones Unidas.

¿Qué diría a los que piensan que las Cumbres son testimoniales y que luego no se llevan a la práctica?

No es testimonial, es de verdad. Pude ver la sala llena a las cuatro de la mañana con los equipos trabajando al máximo porque allí se estaba construyendo algo grande. Se negocia palabra por palabra, por eso se tarda tanto, porque todo el que está allí sabe lo importante que es para el mundo y lo que compromete a su país. No hay “postureo”, allí es real. Ahora tiene que llegar a las capitales, a las políticas nacionales, a las comunidades autónomas y a los ayuntamientos. Es una Agenda para todos que está empezando su recorrido y es apasionante.

¿Hay voluntad política para aplicarla?

¡Por supuesto! Claro que la hay, y si no la hay o es débil, hay que exigirla. Llevamos muy poco tiempo de Agenda en vigor, pero ya se están dando pasos. Los indicadores globales se aprobaron en marzo de 2016, y en julio se presentaron las primeras 22 evaluaciones nacionales en el Foro Político de Alto Nivel, que es el mecanismo de seguimiento de la agenda. En la edición de este año, en julio de 2017, se presentan 44 países voluntarios, entre los que hay algunos de la Unión Europea (Italia, Portugal, Bélgica …), pero también están otros países como India, Guatemala, Kenya, Zimbabue, Tailandia… Esto nos hace ver que la agenda es universal, y que muchos países se están poniendo manos a la obra. Todo está empezando.

¿Cómo se consigue impulsar políticas mundiales para lograr los objetivos, teniendo en cuenta las diferencias culturales entre países?

En las negociaciones vimos cómo algunos países no querían objetivos o metas porque consideraban que era una intromisión del sistema internacional en su cultura. Esa diferencia intercultural la comprobamos en debates con temas tan impactantes para nosotros como la lucha contra el matrimonio infantil o en el reconocimiento de los derechos de las mujeres y las niñas. Hay que pactar unos mínimos de justicia y unos principios comunes sin excusas culturales, porque están construidos sobre la dignidad humana. Lo importante es que ahora nadie se quede atrás, nadie.

¿Cómo se está implementando en España?

Debe haber primero un consenso entre los distintos partidos políticos. Es un plan a largo plazo, con una visión de quince años. Se puede construir un gran proyecto de país con la visión de la Agenda 2030: personas, planeta, prosperidad, paz y alianzas. Deberán ponerse manos a la obra para hacer las reformas y crear las instancias necesarias para impulsar un proyecto coherente de política nacional e internacional sobre esta Agenda, y proporcionar las capacidades y el presupuesto necesario para cumplirla. Todo, sobre la base de alianzas entre todos, puesto que es un enfoque de desarrollo global, de desarrollo humano y sostenible. Además, con el establecimiento de unos indicadores nacionales, se puede hacer un seguimiento anual de la agenda, fomentar la transparencia y rendir cuentas, sobre todo en el Parlamento y a la sociedad civil.

¿Cómo afecta la caída de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en la consecución de estos objetivos?

Afecta a lo que puede hacer España para ayudar a que otros países cumplan los objetivos. Por ejemplo, influye en que en países socios como son Etiopía, Mozambique, Níger o Mali se erradique la pobreza extrema. O que en países de América Latina se reduzcan las desigualdades o se mejore la gobernanza y el acceso a la justicia. O que en todo el mundo, como bien público global, se proteja el planeta luchando contra el cambio climático y protegiendo la biodiversidad. La AOD permite que España, que además tiene una ciudadanía muy solidaria, pueda ayudar a otros. Pero no es excusa para que la Agenda también se aplique a nivel nacional, que depende del resto de partidas de los presupuestos.

¿Cree que estos ODS se conocen lo suficiente?

Se conocen muy poco. Hay que hacer mucho trabajo a través de las instituciones responsables, pero también a través de los medios de comunicación, de las ONG’s, y de todo el tejido asociativo que hay en nuestro país. Ya hay empresas que están trabajando para que se incorporen en las memorias de sostenibilidad, y hay plataformas para ayudar en todo ello. La sociedad debería ser consciente de que la visión de la Agenda 2030 nos da un plan de acción para todos, pero para eso hay que conocerlos y ponerse a trabajar en ellos. Deben saber que existe y que hay que cumplirla. Si nos dejamos llevar por el pesimismo y decimos que esto no sirve para nada, no mejoraremos nunca.

¿Está satisfecha con la Agenda que ha quedado?

La Agenda es necesaria y está equilibrada, aunque no es perfecta. Técnicamente se podría haber mejorado. Probablemente se podría haber reducido el número de objetivos, perfeccionar las metas, haber incorporado mejor el enfoque de derechos… Pero eso ahora no importa. Es la mejor que se podía haber logrado en un año tan complicado a nivel internacional como fue 2015. Ahora tenemos que creérnosla y tirar del carro para ponerla en marcha. Nos va el futuro en ello y vale la pena.

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