ENTREVISTAS

«Los refugiados podrían ocupar zonas hasta ahora inhabitadas»

El escritor Alberto Vázquez-Figueroa advierte en su último libro del «lento genocidio» que practica la industria tabacalera. Y, entre medias, aborda el desafío de la inmigración. Casi nada.

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30
enero
2017

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Con más de ochenta títulos en el mercado y alrededor de los treinta millones de ejemplares vendidos, Alberto Vázquez-Figueroa (Santa Cruz de Tenerife, 1936) es uno de los escritores españoles más prolíficos, con permiso de Jordi Sierra i Fabra y Corín Tellado. Además, es periodista (fue corresponsal de La Vanguardia y de TVE) e inventor (propietario de la empresa Desalinizadora AVF, que emplea un método creado por él mismo). De palabra fácil, intercala con cierta frecuencia una carcajada ciertamente musical y tiende al quiebro humorístico cuando la cosa se pone demasiado profunda. Su último libro, ‘Crimen contra la humanidad’ (Ediciones B), advierte del «lento genocidio» que a su juicio practica la industria tabacalera. Y, entre medias, aborda el desafío de la inmigración. Casi nada.

Se le quitan las ganas de fumar a uno con su libro…

¡Y eso que yo fumo! Pero fumo puros, para evitar la tentación de fumar cigarrillos. Un día, al bajar a la calle, había a las puertas de una oficina una alfombra de colillas y allí empecé a darle vueltas al tema de la industria tabacalera.

¿Sus novelas surgen de una imagen?

No sé, las novelas están en todas partes, hay una novela en cada situación, en cada momento que vivimos, lo que importa es captarlo, estar atento… Fui periodista muchos años y eso ayuda. Hay novelas que surgen de la imaginación, de viajes… Incluso una la soñé y al día siguiente la escribí; fue la más rápida de todas, tardé cinco o seis días en escribirla, El perro…

Y usted, que va a cumplir 80 años, lleva, como dice el bolero, toda una vida en esto…

Sí, pero es cuestión de cómo se mira la vida. Mi primer libro lo escribí a los 16 o 17 años, pero desde que nací o desde que tuve uso de razón quería ser escritor; mi abuela decía que me metía debajo de la mesa camilla y me contaba aventuras o cuentos. Más me valdría haberme dedicado a político, hubiera ganado más dinero…

Pero acabaría en el juzgado, casi seguro. No sé si les gustaría a los políticos su libro…

A los políticos no les gustan mis libros, son incómodos, salvo a alguno. Precisamente, antes de ayer estuvo en casa el presidente de una Comunidad Autónoma casi dos horas conmigo; hay políticos, escasísimos, decentes… En toda mi vida de periodista digamos que he conocido a más de medio centenar de presidentes de Gobierno y solo encontré tres hombres honrados. A uno lo asesinaron, a otro su propio partido le dio un golpe de Estado y al otro lo desbancaron de mala manera. En cierta ocasión, un alto cargo de Hacienda me dijo: «Señor Vázquez Figueroa, ser honrado no es una buena opción».

¿No me dice los nombres de esos tres políticos ejemplares?

Te diré uno de ellos: Héctor García Godoy, presidente de la República Dominicana, muy amigo mío, un hombre extraordinario que, al año más o menos de llegar al poder, murió envenenado. Los otros dos me los reservo. Pero incluyo otro: Juan Bosch, de la República Dominicana, al que también sacaron de mala manera del poder.

«Existen medios para habitar zonas inhóspitas y dotarlas de una economía»

¿Y españoles? ¿No salva ni al que fue jefe suyo?

Sí, a Adolfo Suárez, que fue mi jefe en TVE, lo salvo. Era un hombre cariñoso y entrañable, como Leopoldo Calvo Sotelo, un tipo muy simpático, aunque tenía fama de serio y de seco.

¿Qué sería más atroz, el comercio legal de lo que mata –el tabaco– o que se prohibiera su consumo y surgieran las mafias, como ocurre con la droga?

Hay una cuestión importante de la que nadie habla: lo que hoy en día hace más daño a la gente es el filtro, no el tabaco. El que fuma que asuma sus responsabilidades, pero a través del filtro afecta a las otras personas, contamina el medio ambiente y transmite todas las enfermedades de quien fuma. Las colillas no hay manera de destruirlas. Fuma habanos, cigarrillos sin filtros, pipa, mátate, sí, el tabaco es malo, pero el filtro es peor y así lo demuestro en la novela.

Tal vez el fin de las tabacaleras venga por el impacto de las colillas en el medio ambiente, más que por comercializar algo que mata, lo cual sería paradójico…

Se puede dar esa circunstancia, todo es tan absurdo hoy en día… Absurdo e hipócrita, porque ahora emprendemos una cruzada contra el tabaco porque mata, pero permitimos la publicidad de alcoholes. Si hiciéramos un cálculo de cuánta gente muere por causa del alcohol, tal vez tendríamos que replantearnos su consumo. Hasta las políticas se emborrachan, como hemos visto recientemente, toda una señora vicepresidenta de una Comunidad Autónoma conduciendo ebria…

Ahí lo anómalo no es que condujera bebida, sino que dimitió al día siguiente…

¡Tienes razón! Lo del alcohol es que no lo entiendo, quizás porque nunca he bebido una copa. Una vez, al terminar mi carrera, in hilo tempore, en el 59, bebí un güisqui y no he vuelto a probar el alcohol.

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Cuando usted era buceador, ¿también fumaba? ¿Le dejaba Jacques Cousteau, a quien tuvo de maestro?

¡Ah, entonces no fumaba! En alguna ocasión, con filtros pequeñitos. Ahora fumo en mi casa, a la hora de jugar al dominó. Cousteau era un hombre admirable, muy rígido, muy militar, pero con una mente brillante. Pedían gente para estudiar con él, en la escuela de buceo de Valencia, y me apunté. En ese tiempo, aprendí muchas cosas, por ejemplo, que hay momentos en la vida en que tienes que hacer las cosas con mucha lentitud, aunque lo que te pida el cuerpo sea zanjarlas de golpe. Cuando buceas a mucha profundidad y tienes problemas con el oxígeno, tienes que subir a la superficie despacio, no rápido, a pesar de la sensación terrible, porque, si no, revientas.

Otro de los asuntos que aborda, de manera tangencial, en su libro, y que tiene que ver –y no– con el yihadismo, es el problema migratorio. Y parece que para los políticos el problema no es que la gente se muera por el camino, sino que llegue a nuestras costas…

Para los políticos, desde luego. Y están resolviéndolo mal. De hecho, hay una parte de Francia en la que los propios franceses no quieren vivir, porque los musulmanes están imponiendo sus leyes casi a la fuerza, y eso provoca una reacción peligrosa, la de Le Pen. Porque los musulmanes se multiplican.

Bueno, usted tiene muchos hijos y no parece una amenaza…

Sí, soy un caso excepcional, pero, de mis hijos, ninguno se quiere casar ni tener hijos. Dicen que es costoso, difícil. Una pareja tiene un hijo, a lo sumo dos, los musulmanes tienen siete, y esos siete, otros tantos… la islamización del mundo se produce no necesariamente por la violencia.

«Las historias están en todas partes, hay una novela en cada momento que vivimos»

¿Tiene solución esta crisis de refugiados?

Yo ya propuse una solución, la misma que planteó hace años Herzl, fundador del sionismo. Él se dio cuenta de que había un antisionismo brutal que provocaría un holocausto, tal y como sucedió, y fundó el Consejo Judío Mundial. Una de las primeras cosas que hizo esta institución fue enviar a una serie de ingenieros, profesionales y gente con una inteligencia enorme por el mundo a buscar lugares deshabitados o poco habitados donde poder establecer un Estado israelita o judío. Palestina, como estaba entonces tomada por el poder otomano, no era viable. Esa gente encontró una serie de lugares donde establecerse, por ejemplo en Kenia, y mandaron allí a una familia judía rusa, y todavía están allí sus descendientes, y yo he estado allí, en la sinagoga que fundaron en 1914. Esta gente, los refugiados, los inmigrantes, con medios modernos pueden ocupar zonas ahora inhabitadas. Y hay quien está dispuesto a financiarlo. Yo me reuní con el bisnieto de Rothschild, en Londres, porque se interesó por mi sistema de desalinización de agua de mar. Este sistema permitiría vivir en lugares no habitables y sostener una economía. Siguiendo el ejemplo de Almería, que hace cuarenta años era un secarral que solo servía para rodar películas y que se ha convertido en el lugar en el que más frutas y verduras se producen en Europa y la zona con más riqueza en España. ¿Cómo? A base de agua e inteligencia. ¿Cuántas zonas hay en el mundo, en África en concreto, que son desérticas y que se podrían colonizar? En África hay casi diez mil kilómetros de costa utilizables, ¿por qué traer a esos inmigrantes a Europa? ¿Por qué no invertir en construirles buenas viviendas y ofrecerles una manera de trabajar y vivir? Pensemos en las costas de Somalia y Sudán, las del Mar Rojo, en Chile y Perú…

Hablando del agua, usted testificó en el juicio de Acuamed. ¿Se sintió muy defraudado por aquello?

Muy desilusionado, una gran vergüenza de este país. Me llamó Ignacio González para concertar una cita con Esperanza Aguirre, que estaba muy ilusionada con poner en marcha la desaladora, pero Aznar la hizo ministra de Cultura en vez de Medio Ambiente, y ahí quedo todo. A Isabel Tocino, por lo visto, la idea le pareció inviable. Después vino a verme el director de Acuamed (la empresa pública Agua de las Cuencas Mediterráneas) y me dijo que presentaría, junto a FCC, mi proyecto para un concurso internacional del Gobierno de Israel para llevar agua del Mar Rojo al Mar Muerto, y mira todo lo que han robado. En julio me llamó el juez Eloy Velasco para que le contara. Y mientras, unos se llevan la pasta, defraudan, y los pantanos secos, las cosechas perdiéndose… no vamos a tener agua ni para los turistas.

Usted y sus inventos, que le traen de cabeza, parecen formidables y, sin embargo, no terminan de materializarse, como aquel que hizo también público, ese proyecto para evitar incendios forestales…

Es que los políticos miran por su bien particular, no por el bien común… Lo de los incendios es algo muy sencillo. Funcionaría de un modo similar a las centrales reversibles de los pantanos. Se trata de bombear agua a lo alto de una montaña en las horas valle para que caiga por la tierra y devuelva energía en las horas punta… Se utilizaría agua de mar, que es inagotable, y gratuita.

Tal vez vengan tiempos mejores para sus inventos…

Pues espero que se den prisa, tengo ya ochenta años…

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