ENTREVISTAS

«La corrupción política es el ‘¡Vivan las cadenas!’ moderno»

Poeta, investigador, traductor, ensayista, crítico, editor, filólogo… Dirigió la Biblioteca Nacional y ocupó el cargo de secretario de Estado de Cultura. Nos sentamos a conversar con Luis Alberto de Cuenca.

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Pat Mateos
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11
noviembre
2016

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Pat Mateos

Generosa es su lista de credenciales: poeta, investigador, traductor, ensayista, crítico, editor, filólogo… Dirigió la Biblioteca Nacional (entre 1996 y 2000) y ocupó el cargo de secretario de Estado de Cultura (de 2000 a 2004). También se deben a su pluma canciones como «Garras humanas», «Caperucita feroz» o «Viaje con nosotros», de La Orquesta Mondragón. Entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de la Crítica, el Nacional de Traducción, el Nacional de Poesía o la Gran Cruz de Isabel La Católica. Nos sentamos a conversar con Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950), que nos recibe en su despacho del CSIC.

¿Merecía el PP el último resultado electoral?

Sí, incluso merecía más, porque, de algún modo, ha desatascado el tema económico de España.

¿Qué opinión tiene de Podemos?

Es el fruto de un desencanto de una determinada generación y de determinados tipos de personas que no han tenido las oportunidades necesarias para salir adelante en un momento muy crucial desde el punto de vista económico. En un momento tan delicado, lo lógico es que surjan este tipo de formaciones populistas, a izquierda o a derecha; en España suelen surgir a la izquierda, pero, en otros países como Francia, suelen surgir a la derecha.

¿El desencanto es más poético que la melancolía?

Más cinematográfico, diría, por aquella película que se hizo sobre los Panero… Me gusta más la palabra melancolía que desencanto, pero los señores del 15-M tienen más de desencanto que de melancolía, porque la melancolía es una cuestión más individual y hablamos de algo colectivo; por eso lo he empleado para ese grupo de gente que se cree que se pueden arreglar las cosas desde ese punto de vista.

«Existe mala conciencia en la tribu occidental por haber sido los grandes depredadores»

A alguien que lee latín y griego con soltura, ¿qué le parece el desmantelamiento de las humanidades en el sistema educativo?

Muy mal, lo he dicho por activa y por pasiva: el que pierde es el joven que carece de esos instrumentos para profundizar en el ser humano, que al fin y al cabo es de lo que se trata. Perdemos, además, competitividad. Desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, adscrito al Ministerio de Economía y Competitividad, habría que hablar con Educación para que hiciera unos planes de estudio donde se recuperasen las humanidades precisamente para tener más competitividad. En Estados Unidos, por ejemplo, a los licenciados en Filología Clásica se los disputan las grandes empresas, porque tienen la mente amueblada de tal manera que funciona muy bien en el ámbito empresarial; es decir, somos lo menos inútil que hay en el mundo, por mucho que digan de nosotros que no servimos para nada.

Este ir escamoteando asignaturas humanísticas en los planes de estudio, ¿obedece a una planificación?

Es algo que se está perdiendo en todo el mundo, no solo en España. Quizás Italia es el país del mundo que más mantiene las humanidades clásicas en su currículum académico, pero se está perdiendo, pertenece a otra esfera, y eliminarlas me parece que empobrece el mundo educativo y pedagógico internacional.

¿Conoce las propuestas de Marina de su famoso libro blanco? ¿Qué le parecen?

Me parece muy inteligente José Antonio Marina, pero no se trata de quedarse solo con la opinión de un sabio; se trata, sobre todo, de una voluntad política, no de un partido, sino de todos; tendría que haber un pacto por la Educación que rearme las humanidades. En el año 98, se hizo un dictamen muy importante sobre las humanidades que pactaron todos los partidos políticos y que auspició Esperanza Aguirre, pero que, por desgracia, nunca se puso en funcionamiento. Una pena. Fue el último intento ferviente de reinstalar en el currículum académico las humanidades.

¿Por qué es tan leve el peso actual del intelectual? Tuvimos a Ortega, a Zambrano, a Marañón…

España es un país que a los valores intelectuales, culturales, no les presta la atención debida; hemos ido apartándonos de esos ideales de cultura y hemos ido igualando por debajo, en vez de intentar igualarnos por arriba. Se puede decir que ahora no hay analfabetos en España, es evidente, pero hay un analfabetismo funcional muy fuerte, muy extendido, que significa que la gente sabe leer y escribir y poco más, que ha leído El código Da Vinci o cualquier otro libro, pero uno en su vida, y lo más probable es que sea un best seller. Tenemos un problema grande con la cultura; no es socialmente un valor al alza, al contrario, nadie se interesa por ella. Tampoco resulta prestigioso ser culto, es algo incluso desagradable, hay que pedir disculpas por leer libros e interesarse por la cultura, por la historia…

¿Quizás por eso somos un pueblo que gritó «¡Vivan las cadenas!» cuando regresó Fernando VII?

Pues por ejemplo. Lo gritaron en su momento y, de algún modo, lo siguen gritando, porque la corrupción política actual es un «¡Vivan las cadenas!» moderno, es decir, el plegarse a esta dictadura atroz de la corrupción política no es más que eso, un grito contra la libertad, que es el valor supremo.

«Quitando las humanidades del sistema educativo perdemos competitividad»

¿Cómo es posible que la gente justifique en última instancia la corrupción?

La corrupción es un mal endémico en la sociedad humana, no solo en la española, aunque en los países latinos está más instalada la corrupción que en los nórdicos, que tienen un código ético más severo, o en países como Japón, que te dejas una cartera con treinta mil dólares en el metro y aparece al día siguiente. Es cuestión de idiosincrasia de los pueblos. La Europa del sur tiene menos criterio ético a ese nivel y es más fácil incurrir en un mundo de mafias, de apoyos sociales entre unos y otros al margen de la ley, sobre todo en el Mediterráneo, no solo en Sicilia; pienso en Valencia, Cataluña, etc. La corrupción es trasversal, no hay que aceptarla en ningún caso, pero es un error identificarla con un determinado tipo de actuación política, porque la corrupción no entiende de derechas ni de izquierdas, es corrupción y hay que extirparla allí done nazca de una manera absoluta, para lo cual hay que hacer una reglamentación estricta. Yo, que he estado en política, te aseguro que cuesta trabajo ser corrupto; es más cómodo no serlo. En cualquier caso, no hay que olvidar que lo normal es no ser corrupto.

¿No cree que hay un exceso normativo para todo, que determinadas cuestiones se solventarían con una buena educación, que la demasía de leyes nos constriñe?

Estoy totalmente de acuerdo contigo, y eso incide en lo que hablábamos antes de la política. Conforme avanzan los tiempos hay más papeleo, todo está reglamentado y eso es un retroceso en las libertades del individuo. Lo que ocurre es que algo hay que hacer para frenar esas apetencias innobles de la gente, pero, en cualquier caso, no de una manera tan absolutamente milimétrica como se está haciendo, porque es perder libertad. ¿Qué ocurre con todos los registros en los aeropuertos? Que a los buenos es a quienes nos dan la lata, los malos van a seguir poniendo bombas. Del mismo modo, los no corruptos pagamos el pato de la corrupción; esa es otra de las cosas que me cabrean profundamente.

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¿Qué es lo que más le gusta y lo que más le estomaga de España?

Lo que más gusta es su pasado glorioso, su Siglo de Oro, famoso y formidable, aunque en cada centuria hemos contado con escritores fantásticos. A partir de 1870 se produce esa Edad de Plata, crucial en la cultura, y en la que de algún modo seguimos. Soy muy optimista con los niveles de creatividad que hay en España, no solo en escritura, sino también en música, pintura, cine… y lo que me estomaga es la poca relevancia del mundo cultural en nuestra sociedad, tanto en televisión, donde apenas hay programas culturales, como en lo que decíamos antes de que el prestigio no lo da la cultura, sino el dinero y otras cosas. Eso me apena, porque no se cotiza la cultura como se cotiza en otros mercados europeos. Es cierto que hay países peores que el nuestro, pero no estamos, en cualquier caso, en el pelotón primero de la defensa de la cultura.

Uno, cuando lee su poesía, no deja de asombrarse: profundo y coloquial, trágico e irónico, clásico y moderno… ¿en la ambivalencia reside el justo medio aristotélico?

Me gustan mucho esos adjetivos. Ponlos en la revista, que me viene bien para saberlo… No lo hago por ir al justo medio aristotélico, pero no cabe duda de que esa ambivalencia es reflejo de lo que es el hombre, siempre ambivalente; no se puede ser toda la vida divertido ni toda la vida melancólico, porque te conviertes en un cliché, en un estereotipo sin interés ninguno. Somos a la vez todas esas cosas y debemos mezclarlas como en un cóctel, porque somos un cóctel de impresiones, reflexiones, deseos, tristezas, alegrías; somos esa mezcla. Y por eso es por lo que mi poesía refleja lo que es el ser humano Luis Alberto de Cuenca, que es el ser humano en general, porque el poeta no es más que un altavoz o un portavoz –hablando en términos políticos– de la comunidad.

¿Cuándo tiene uno que ser radical?

En la defensa de la libertad y la dignidad, dos términos fundamentales con los que no hay que jugar. En el momento en el que alguien o una facción política atentan contra ellos, hay que reaccionar, sabiendo que cada uno reaccionará de manera diferente…

«El ejército islámico es una creación de Occidente»

A Caperucita, si en vez de ser una cándida muchacha, hubiera sido, como usted propuso en ese casi himno generacional escrito para La orquesta Mondragón, una Lolita o acaso una ninfómana, ¿le hubiera ido mejor?

El cuento, que surge de la mente de Perrault basándose en cuentos populares, lo que hizo fue advertir a las chicas cándidas que poblaban la corte de Luis XIV para que no hicieran caso de los lobos, que eran los nobles libertinos que querían asediarlas y comprometerlas desde el punto de vista moral. En ese sentido, caperucita es eso. He jugado incluso en un poema y en esta canción con una caperucita que, de algún modo, está acudiendo a un rito iniciático, el de convertirse en mujer; conocer al lobo en esa encrucijada del bosque es un rito de paso. Desde el punto de vista antropológico, estos ritos de paso de los muchachos (en el caso de ellos, la circuncisión; en el de ellas, la menstruación) son muy importantes. Caperucita es un rito de paso muy arcaico que supone la iniciación en la pubertad y la aceptación de la mujer. El lobo no es más que alguien que certifica ese rito.

Uno de mis poemas favoritos es uno suyo que termina diciendo: «Cruza el río conmigo. Aunque sus aguas no replieguen su cauce ante nosotros esta vez. Aunque Dios no nos asista y una nube de flechas acribille nuestras espaldas. Aunque no haya río». Vuelvo a leerlo y me acuerdo, con estos versos, de los refugiados. ¿Cómo es posible que esta Europa que representó ciertos valores tan presentes en su poesía esté dándoles esta respuesta?

Lo que no está a la altura de Europa ni el mundo occidental es la acción política que se hizo en esos países. Lo que se hizo fue derrocar a gentes que estaban en un momento no peligroso para los intereses de nadie y que, de algún modo, tenían una aceptación popular. El tema de la Primavera árabe es lo que ha traído estos lodos. De lo que no ha estado Europa a la altura es de las circunstancias históricas que demandaban una actitud muy diferente a la que ha tenido, y ahora está recogiendo estas tempestades. Así que lo que debe hacer ahora es acoger a los inmigrantes lo mejor posible, porque el causante de esta situación ha sido Occidente, con la tontería de intentar implantar una democracia universal cuando hay países que no tienen ese sentido de la democracia y se rigen por otras normas. Hemos pensado que lo nuestro era lo que teníamos que exportar por el mundo, hicimos mal en la guerra de Irak, en el tema de la Primavera árabe, actuamos mal en Túnez y Egipto, derrocando a dirigentes para que viniesen unos tipos muchos peores. No tiene sentido. El ejército islámico es una creación también nuestra. En el fondo, siempre estamos incubando un monstruo en nuestro interior. Y es un grave error. Todo eso viene de una cierta mala conciencia que hay en la tribu occidental de haber sido los grandes depredadores y eso es malo. Todo el mundo debe sentirse orgulloso de los logros de la tribu, nosotros también. Los derechos humanos, el principio de igualdad, fraternidad y libertad de la Revolución francesa, todo eso lo hemos creado nosotros. Esa mala conciencia ha propiciado que montemos esos pollos donde no tendríamos que haberlos montado y que haya surgido este tema terrible.

¿A un poeta le preocupa que Reino Unido salga de Europa?

A un poeta no le afecta en absoluto, le tiene sin cuidado, porque ha sido una decisión tomada por los ingleses; lo que ha sido una tontería mayúscula ha sido promulgar el referéndum. Nunca se debió hacer, pero se hizo para contentar a un ala de su partido, lo de siempre. Tenía que haber primado el interés colectivo frente al individual de Cameron. Como no soy catastrofista, entiendo que esta situación podrá irse subsanando; no lo sé, no creo que el Brexit vaya a ser tan apocalíptico, pero, si lo es, los británicos, que son gente muy sensata, volverán a pedir el ingreso en la UE. En fin, que Cameron ha montado un lío tremendo, pero a un poeta le da lo mismo, está en otra historia.

Si «el viaje hacia el lenguaje y hacia la inteligencia no precisa alforjas», ¿qué se requiere en esta travesía?

En ese poema, que es un himno en honor a la literatura, mantengo que ese viaje hacia la inteligencia procede del caos y de la casualidad o el azar, que estamos aquí charlando tú y yo de estas cosas porque ha habido una serie de azares que lo han permitido. La ciencia ha demostrado que el ser humano lo es fruto del azar y del caos, no hay una voluntad sobre ello que vaya forjando su devenir. Todo es azaroso. Los neandertales se extinguieron porque no hablaban, solo gruñían, no tenían fonemas, pero eran más listos que los cromañones, que somos nosotros.

«Apagaste las luces y encendiste la noche». ¿Hay un momento del día más propicio que otro para el verso?

En mi caso, no; soy bastante reacio a trabajar de noche, me gusta dormir, soy muy primitivo, como los primitivos que vivían con los ritmos de la naturaleza. Se hacía de noche y se iban al jergón, o la roca viva, a descansar, y al amanecer despertaban. Yo tengo esos ritmos biológicos, muy poco poéticos, lo reconozco, porque los poetas suelen ser noctívagos, y tampoco bebo, lo cual me aleja mucho de mis compadres poetas, que todos son unos borrachines.

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