Opinión

Embriagados de transparencia

La corrupción no solo se combate con transparencia. El reto es mucho mayor. Hace falta un comportamiento ético genuino en cada uno de nosotros.

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13
noviembre
2016

«La corrupción se siente, pero no preocupa en exceso». Este es un titular del diario Cinco Días de mayo de 2007. El artículo se hacía eco de los resultados del Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, donde España había quedado por debajo de su 7 habitual como consecuencia de los escándalos urbanísticos que comenzaron a dejarse ver aquel año previo al estallido de la crisis financiera. Pero en aquella época de «vacas gordas» los temas de corrupción parecían importar bastante poco a los españoles. «Solo un 2% los cita cuando se les pregunta por los problemas más graves de España».

Casi una década ha pasado desde entonces. Y, en este tiempo, los españoles hemos sido testigos del desmoronamiento de todo aquello que nos ofrecía una cierta garantía de estabilidad. El libre mercado nos azotó de lleno con una crisis financiera sin precedentes, que se llevó consigo parte del Estado de bienestar, y, con él, esa sensación de seguridad y de progreso con la que nos habíamos acostumbrado a vivir, sobre todo en las décadas de los 80, los 90 y los primeros cinco años del siglo XXI. Mientras la crisis hacía sus estragos, se precipitaba un trasvase de riqueza hacia las economías emergentes. Y, entonces, los españoles sufrientes ante un presente de despidos, desahucios y desempleo, desprovisto de esa riqueza mal gestionada que nos había cegado hasta la fecha, comenzamos a prestar más atención a la corrupción de empresarios y políticos. A demandar transparencia.

Hemos presenciado un debate abierto en esta materia que culminó con la aprobación de la Ley de 2013; un debate donde predominaron los conceptos de «lobbies» y «puertas giratorias», que progresivamente se han convertido en parte de nuestro acervo público. Hemos visto cómo la CNMV impulsaba todo un conjunto de reformas en materia de gobierno corporativo que exigían al Ibex-35 publicar aspectos otrora inéditos ad infinitum. Hemos escuchado a la CNMV decir en foros públicos: «Creemos en la potencia preventiva de la transparencia».

Nos debemos preguntar hacia dónde nos está llevando esta cultura de «sobretransparencia». Para algunos filósofos y visionarios actuales, la transparencia es necesaria en equilibrio, pero no suficiente. Necesitamos más madurez social para construir algo bueno a partir de toda esta desnudez. La transparencia no puede ser un sustituto del comportamiento ético genuino, de unos valores o una moral que nos conducirían a hacer las cosas bien aun cuando nadie nos estuviera mirando. Aquí reside el verdadero y próximo reto social. De lo contrario, andaremos simplemente embriagados de eso: de transparencia.

Puedes encontrar esta y otras tribunas, reportajes y entrevistas en el número especial elaborado por Ethic y 21gramos.

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