Internacional

El populismo y la xenofobia se hacen con el poder en EEUU

La victoria de Trump es la victoria del puñetazo en la mesa y del discurso del odio. La confirmación de que el populismo es un fenómeno mundial que, según las latitudes, puede adquirir distintos rostros.

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02
noviembre
2016

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En estado de shock y consternado. Así se levantó el mundo después de conocer que Donald Trump, el candidato populista y xenófobo que quiere deportar a 11 millones de inmigrantes sin papeles y prohibir la entrada de ciudadanos musulmanes, será el próximo presidente de Estados Unidos.

Las consecuencias mundiales que puede tener el asalto a los cielos protagonizado por el multimillonario anti-establishment son impredecibles, pero la realidad es que los ciudadanos de Estados Unidos, víctimas del vendaval económico que se inició en 2007 tras la quiebra de Lehman Brothers y que ha provocado que amplias capas de la población perdieran poder adquisitivo, le han comprado al magnate de la construcción un discurso demagógico que promete recuperar la prosperidad perdida (make America great again!) al mismo tiempo que agita la fractura social, la xenofobia y el miedo.

La llegada a la presidencia del tsunami Trump está haciendo temblar a los mercados financieros, que la semana pasada ya empezaron a agitarse tras las encuestas que daban al antisistema una victoria ajustada. Tras ocho años de mandato de Barack Obama, el primer presidente afroamericano, muchos esperaban ver por primera vez a una mujer en la Casa Blanca, pero la impopularidad de Hillary Clinton –nadie representa a las élites mejor que ella y la dinastía a la que pertenece– y sus últimos escándalos –reales o inventados– han lastrado a esta candidata. La maquinaria de poder y el despliegue propagandístico de los demócratas no han sido suficiente para detener al candidato republicano y su discurso del odio. Clinton venció en las primarias frente a Bernie Sanders, un socialdemócrata alejado del establishment que defiende con fervor la educación y la sanidad públicas. En territorio norteamericano, puede que a Trump le hubiera bastado con agitar el siempre efectivo fantasma del comunismo para desactivar a Sanders, aunque eso nunca lo sabremos.

Al igual que con el Brexit (que Trump vaticinó y celebró) o con el referéndum por la paz en Colombia, el voto oculto y las decisiones de último minuto han dejado de nuevo en entredicho los sistemas demoscópicos contemporáneos, incapaces de predecir qué es lo que realmente quieren los ciudadanos. La práctica mayoría de las encuestas daban la victoria a Clinton, pero el voto masivo de estadounidenses blancos ha dejado a la ex secretaria de Estado fuera de ese Despacho Oval que ya ocupó su marido entre 1993 y 2001.

Muchos países sufren giros bruscos a lo largo de su historia, pero la poderosa influencia de Estados Unidos en el resto del mundo nos sitúa ante un tablero de relaciones internacionales hasta ahora desconocido. Tener al frente de la sala de mandos más potente del planeta a un magnate de la construcción, estrella de la telerrealidad, que ha abusado de mujeres, que ha insultado a todas las minorías y que niega el cambio climático nos sitúa a las puertas de la incertidumbre. «Son las elecciones más importantes en la historia de Estados Unidos y del resto del mundo», insistían una veintena de actores en su vídeo de apoyo a Hillary Clinton con el que pretendían movilizar a sus compatriotas y que ha sido percibido por los votantes de Trump como el mensaje de un grupo de privilegiados que viven desconectados por completo de los problemas reales de los ciudadanos.

La victoria de Trump es la victoria del puñetazo en la mesa, del discurso del odio y del hartazgo. La confirmación, en definitiva, de que el populismo es un fenómeno mundial que, según las latitudes y coordenadas, puede adquirir distintos rostros. Es evidente que las élites tienen que renovarse profundamente para volver a conectar con una ciudadanía que, para expresar su descontento, se acerca peligrosamente al precipicio totalitario. Nunca antes como ahora vamos a necesitar la movilización y la implicación en la vida social y política de los moderados.

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