Educación

Menores e internet: la asignatura más importante

La era digital ha entrado definitivamente en las aulas. Al tiempo que impulsa el desarrollo de los alumnos, los expone a innumerables peligros.

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31
octubre
2016

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Se hacía llamar Juanri en las redes sociales y se presentaba como «un joven estudiante de Magisterio». Creó un blog educativo que enseguida se hizo viral con miles de visitas y se ganó el respeto del sector: 74 colegios españoles le abrieron las puertas de sus aulas para que grabara, junto a niños y docentes, vídeos para su canal de Youtube orientados a menores en función de su etapa educativa. Padres, profesores y, sobre todo, su público infantil, se abrazaron con ganas a las nuevas tecnologías y sus posibilidades, de la mano de este bloguero.

La Guardia Civil detuvo el pasado junio a Juanri acusado de abusar sexualmente de un menor de edad, de tenencia y distribución de pornografía infantil y de un delito contra la intimidad. El acceso a Internet por parte de menores es una carretera de doble sentido: por un lado, instituciones públicas, padres y docentes coinciden en la necesidad de integrar y favorecer las nuevas tecnologías en su educación; por el otro, cada vez se alerta más sobre los riesgos de que quienes aún no han llegado a la mayoría de edad tengan un acceso descontrolado a un nuevo universo lleno de elementos positivos para su desarrollo intelectual y personal, pero que al mismo tiempo entraña riesgos aún hoy imponderables. Ambos carriles son de alta velocidad, como a la que evoluciona la era digital, que se adelanta una y otra vez a la capacidad de maniobra de progenitores, educadores y, lo más importante, legisladores.

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Una muestra clara es el último estudio llevado a cabo por el Ministerio del Interior, Hábitos de uso y seguridad de Internet de menores y jóvenes en España: más del 50% de los padres autoriza a usar WhatsApp o a navegar por Internet sin supervisión, y solo un 54% habla con sus hijos sobre las posibles consecuencias negativas que un uso inadecuado de la Red puede tener sobre ellos. Apenas un tercio comprueba el perfil que sus vástagos tienen en las distintas redes sociales.

La encuesta se realizó a más de mil padres españoles y, en las conclusiones, el estudio alerta de que esa falta de comunicación «puede ser bastante perjudicial para los hijos debido al gran aumento que en la actualidad están teniendo diversos comportamientos por parte de los menores, como el ciberacoso (acoso a la intimidad a través de la Red), el bullying (acoso físico o psicológico al que someten, de forma continuada, a un alumno sus compañeros), o el sexting (envío de contenidos eróticos o pornográficos, por medio de teléfonos móviles, a o entre menores)». Respecto a este último fenómeno, cada vez más extendido, en España el 1,5% de quienes lo practican tienen entre 10 y 16 años.

«Cuando la comunicación con los padres es deficiente, los niños tienden a considerar su experiencia en línea como un aspecto privado de su vida», advierte la vicepresidenta para Europa meridional de la empresa de seguridad informática Synmantec, Francesca Giudice. «Es importante hablar francamente con sus hijos sobre el contenido web inadecuado, como los correos electrónicos basura o los contenidos pornográficos», añade, «y enseñarles a nunca dar información personal cuando naveguen en Internet: expertos maliciosos en mercadotecnia abordan a los niños en busca de información privada, como el nombre, la dirección, números telefónicos y preferencias de compra, etc.».

En cualquier caso, sería un error centrar el problema exclusivamente en los menores y en el uso que hacen de Internet. El caso de Juanri es un claro ejemplo. «Se habla constantemente de controlar a la infancia en Internet para defenderlos de, por ejemplo, pederastas. Pero ¿quién les protege frente a la inexperiencia, el descuido y los malos hábitos de sus propios padres y profesores?», se pregunta Ricard Martínez, presidente de la Asociación Profesional Española de la Privacidad. Se refiere, concretamente, a aquellos docentes que abrieron sus aulas a Juanri, y a los padres que permitieron usar la imagen de sus hijos para sus blogs de Youtube.

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Recientemente se ha reformado la legislación, aunque el especialista lo considera insuficiente: «Se ha ceñido a lo que se refiere a los delitos, concretamente a la pederastia y la libertad sexual de los menores. Pero hay otros ámbitos que podrían haber sido objeto de desarrollo o consideración que no han sido tenidos en cuenta. Los menores también necesitan protección frente a sus padres, ya que no se les exige ninguna responsabilidad a la hora de exponer a su hijo a Internet. ¿Y qué pasa con los colegios que usan la imagen del menor? Solo se les exige, hoy por hoy, a los medios de comunicación el cumplimiento de una serie obligaciones».

La coerción no es, en cualquier caso, la única solución, ni siquiera la más eficaz. Un ejemplo es la medida adoptada recientemente por la cadena de hamburgueserías McDonald’s en sus locales estadounidenses. Ante la alarma dada por muchos padres de que sus hijos utilizaban el acceso libre a la red wifi de sus restaurantes para bajar pornografía, la empresa decidió capar su servidor de Internet con un software que impide acceder a contenido adulto. «Es como querer poner puertas al monte», critica Martínez, «los chavales saben suficiente de tecnología como para saltarse ese tipo de software o, en su caso, encontrarán otros medios para llegar a contenidos inadecuados. La educación desde que tienen el primer contacto con las nuevas tecnologías es la clave».

No es el único que piensa así: «Las telecomunicaciones cada vez se integran más en las asignaturas, y en la forma de dar clase. No basta con integrar tabletas en las aulas, sino que hay que formar a los profesores y alumnos sobre cómo deben usarlas de manera responsable y con seguridad», dice la responsable del Uso Seguro de la Tecnología de Orange, María Eugenia de Blas, y apostilla: «No hace falta más control. Si les dices que no entren en Google, les estás provocando para que entren y accedan a contenidos de adultos. Hay que enseñarles a tener criterio. Lo que hay que hacer es dar un buen acompañamiento a estos niños cuando empiecen a usar las redes y todas sus posibilidades». Su empresa ha desarrollado EducaInternet, una plataforma colaborativa promovida por Orange cuyo objetivo principal es facilitar a la comunidad docente el aprendizaje y la enseñanza del uso seguro y responsable de las tecnologías. Así se evitarían, por ejemplo, situaciones extremas como la de Juanri. El proyecto surgió, precisamente, de la preocupación expresada por los propios empleados de Orange sobre el uso que podían hacer sus hijos de las redes sociales. «Por eso decidimos formarles, de tal manera que luego pudieran transmitir los conocimientos ellos mismos en las aulas. Van a los colegios e informan de cómo hacer un buen uso de Internet. Solo en el primer semestre, más de 2.000 niños han sido formados por empleados de Orange».

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De Blas ve clara esa dicotomía que presenta la irrupción de las nuevas tecnologías en las aulas. «Apostamos por la digitalización, pero la comunidad docente debe tener conocimientos mínimos para hacerlo de forma productiva y responsable. Y no siempre es así. Muchos profesores tienen una edad en la que esto les ha pillado tarde, vienen del mundo analógico y no gestionan bien el cambio. Por eso es tan necesaria la formación». La experta considera que el uso de los medios que brinda la era digital tendría que formar parte de la formación básica de un docente. «Las tabletas y los móviles están muy integrados en España, pero también somos por desgracia un país pionero en piratería. Todo eso hay que enseñárselo a los menores desde el principio. Dominan más el uso de la tecnología que sus propios padres o muchos de sus profesores, pero no tienen la experiencia de una persona adulta a la hora de aplicar el sentido común. Los menores confunden ese control que tienen sobre la tecnología con una sensación de seguridad falsa, sin darse cuenta del peligro al que se pueden exponer entrando en determinadas páginas webs o redes sociales. Ahí entra la función de padres o educadores. Tienen que dar por hecho un anonimato que no es cierto, ya que hoy en día estamos muy controlados en Internet», advierte, pero matiza: «No hay que caer en el error de dar una imagen negativa de las tecnologías, al contrario: están ahí y abren un abanico enorme de posibilidades para todos, también para el alumnado y su aprendizaje. La clave es promover un uso positivo».

El presidente de la Asociación Profesional Española de la Privacidad incide en la idea de De Blas y da algunas claves: «Regular no tiene que ser necesariamente prohibir o perseguir, sino crear medidas para mejorar algunas situaciones. Por ejemplo, adaptar los móviles a la docencia. En Noruega y en Finlandia, hay aplicaciones específicas para la enseñanza, los niños hacen encuestas o concursos sobre quién descubrió América, por ejemplo, jugando con su móvil. Y se integra en la escuela de forma natural, y por ende en la vida del menor. Ahí es donde las políticas y la legislación están fallando. Prima un discurso del miedo, nuestros gobernantes ponen a policías en las aulas a hablar de los peligros de Internet. Esa no es la vía, sino promover un uso responsable, inteligente y adecuado por parte de los menores. Y añadir a eso algunas limitaciones regulatorias que cerrarían el círculo».

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