Cambio Climático

El rugido del Mar Menor

Ni las advertencias medioambientales ni los episodios tóxicos cada vez más frecuentes han impedido que esta joya de la naturaleza se haya convertido en una enorme sopa verde.

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05
septiembre
2016

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El Mar Menor lleva décadas agonizando. Lo suyo es una muerte anunciada. Ni las advertencias medioambientales ni los episodios tóxicos cada vez más frecuentes y prolongados han impedido que esta joya de la naturaleza se haya convertido en una enorme sopa verde.

Se calcula que en las inmediaciones del Mar Menor hay unas 2.000 desaladoras ilegales

Hace apenas un siglo, el Mar Menor tenía unas condiciones únicas en el mundo: su salinidad, sus ciclos especiales y sus aguas someras, muy calientes para un mar interior, crearon ecosistemas extraordinarios. Catalogado como Parque Natural, humedal Ramsar, Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo (Convenio de Barcelona), Zona de Especial Protección para las Aves y Lugar de Importancia para la Conservación perteneciente a la Red Natura 2000, el Mar Menor es, sin embargo, una de las zonas de España que ha sufrido una transformación más intensa en los últimos 50 años. Y, en este caso, transformación significa deterioro.

Este verano nos ha dejado estampas como la que ilustra el presente post. La extrema turbidez de sus aguas, el fango y el mal olor ha hecho encender las alarmas entre pescadores, investigadores, naturalistas y negocios turísticos de la zona por su estado crítico.

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Sus escasos 73 kilómetros de costa albergan 9.000 plazas hoteleras (casi la mitad de del total de la región de Murcia), 340.000 segundas residencias y 11 puertos. Pero también 60.000 hectáreas de regadíos, de las cuales solo 40.000 son legales, así como más de un millar de pozos no autorizados, según denuncia la Confederación Hidrográfica del Segura, organismo que ha abierto 310 expedientes por este motivo desde 2011. Cada uno de estos pozos lleva asociado la existencia de una desaladora: en total, unas 2.000, cuyos vertidos acaban en el mar.

Cada año, mil toneladas de nitrógeno se vierten en sus aguas

Cada año, 1.000 toneladas de nitrógeno van a parar a las aguas del Mar Menor. En algunos puntos, el nivel de nitrógeno supera 5 veces el máximo legal. El resultado se llama eutrofización (agotamiento del oxígeno por exceso de nutrientes), lo que supone un aumento drástico de la población de microalgas, algunas de las cuales liberan toxinas. Esas algas enturbian el agua, tiñéndola e impidiendo que la luz del sol, fundamental para la vida, la traspase y llegue al fondo de un mar cuya media de profundidad roza los cuatro metros. La caulerpa prolífera ya cubre el 95% del fondo.

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«Las distintas administraciones no ha hecho nada por evitar la entrada de vertidos durante los 365 días del año procedentes, principalmente, de la rambla de El Albujón», explica Isabel Rubio, portavoz de la Plataforma Pacto por el Mar Menor, en declaraciones a Europa Press. Estos vertidos son, principalmente, de origen agrícola, en forma de abonos con gran presencia de fosfatos y «esta acumulación de nutrientes imposibles de asimilar por el ecosistema ha provocado que el Mar Menor se encuentre en una situación extrema y próximo a un punto de no retorno».

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