ENTREVISTAS

«La ley de dependencia está bajo respiración asistida»

Abandonó «temporalmente» su puesto de investigador en el CSIC para adentrarse en el ruedo político. Desde abril, Pablo Echenique (1978, Argentina) es secretario de Organización de Podemos.

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20
junio
2016
Entrevista Pablo Echenique Podemos

Abandonó «temporalmente» su puesto de investigador en el CSIC para adentrarse en el ruedo político. Desde abril, Pablo Echenique-Robba (1978, Argentina) compatibiliza sus responsabilidades en Aragón –donde el PSOE gobierna gracias a su apoyo– con la Secretaría de Organización de Podemos. Es decir, Pablo Iglesias le ha convertido en uno de los hombres fuertes del partido.

Durante años, hemos vivido la política española como una confrontación entre dos bandos. ¿No deberían los partidos emergentes servir de contrapeso a esa tradicional forma de hacer política? ¿Deberían facilitar los pactos?

Por un lado, hay un parlamento plural y en el cual ninguna fuerza puede gobernar sola, con lo cual los acuerdos son inevitables. Pero, por otro lado, sí que Podemos trae algo nuevo al Parlamento, y es que en los últimos años la supuesta diferencia entre izquierda y derecha era algo meramente cosmético; se traducía en logos y caras diferentes, no en las políticas. Podemos trae (Ciudadanos, tengo mis dudas) políticas diferentes de verdad. Y lo hace en un eje más material y menos simbólico. El eje es no ponerse en el lado de los privilegiados, sino que la gente que peor lo está pasando tenga una vida más digna. Es indispensable que haya pactos, son matemáticas. Nos habría gustado que el electorado nos hubiera dado un mayor apoyo en las pasadas elecciones y formar un gobierno morado, pero no fue así. Con el Parlamento actual, es imposible que una sola fuerza pueda gobernar de forma estable; estamos obligados a llegar a algún tipo de acuerdo con el PSOE. Aunque no sea un plato totalmente de gusto, creemos que es la única manera de que deje de haber un gobierno presidido por Rajoy y de que echemos a sus políticas.

Hoy no puede entenderse la política sin los medios de comunicación. Esta sociedad de la información continua, ¿supone un obstáculo para ejercer la labor política?

Las cosas no son ni blancas ni negras en el ámbito mediático. Buena parte de los periodistas son rigurosos pero también hay distorsiones de la realidad. Aunque es verdad que los periodistas nos obligan a ser coherentes y transparentes. Muchas veces, el hecho de saber que voy a tener que contestar a las preguntas de la prensa me hace pensar con mucho más cuidado qué hacemos, por qué, adónde vamos y dónde queremos llegar. Una prensa vigilante, independiente y orgullosa es fundamental. Tenemos que intentar que esa función democrática y positiva que hace la prensa sea más amplia y que esas distorsiones sean menores. No imagino una democracia sana sin una prensa que nos ponga el micrófono y nos obligue a contestar preguntas.

En 2015 se celebraron dos cumbres que marcarán la agenda mundial de los próximos lustros. Ambas destacan el papel de la empresa para resolver retos futuros. ¿Crees en las alianzas público-privadas?

El sector privado es una parte fundamental en la economía. Lo que me preocupa más es que el dinero asuma potestades que no son suyas. El dinero es dinero, no debería ser soberanía, ni votos. «Una persona, un voto» es lo contrario de «un millón de euros, un voto». Y en cierto sentido se está avanzando hacia ese «un millón de euros, un voto». Cuando las instituciones se cierran son más accesibles a los lobbies, y menos a la ciudadanía y las pymes. Cuando las grandes corporaciones tienen un acceso privilegiado al poder, el juego deja de ser limpio, las cartas comienzan a estar marcadas. Las pymes, los autónomos, el tejido productivo más cercano al territorio —que da empleo, que paga impuestos y es más respetuoso con el medio ambiente— entran en un juego desigual. No solamente son más pequeños que las grandes corporaciones, sino que las leyes inclinan y aumentan esa diferencia. Es importante que definamos el papel de la empresa y se garantice la igualdad de oportunidades y el juego limpio.

La tasa de paro de las personas con discapacidad supera el 30%. También la tasa de pobreza es mayor que en las personas sin discapacidad. ¿Cómo describirías la situación de este colectivo en España en 2016?

La situación, en una palabra, es alarmante. Hay 400.000 dependientes con derecho reconocido y, sin embargo, el Gobierno no da esa prestación. La dependencia y la discapacidad son una causa más de desigualdad y un riesgo más de acercarse a la exclusión y a la pobreza. España viola sistemáticamente la Convención de la ONU de Derechos de Personas con Discapacidad, que dice, entre otras cosas, que tienen derecho a una vida independiente. Además, tenemos un problema de economía sumergida, de desigualdad de género —porque casi todas las cuidadoras son mujeres— y hay una oportunidad de crear empleo. Por una cuestión de derechos, de igualdad y de economía, creo que deberíamos tener un gobierno que hiciera frente a esta situación.

¿En qué se ha quedado la ley de dependencia promovida por Zapatero?

Fue un paso adelante, aunque nunca estuvo bien financiada ni llegó a cumplir sus objetivos. En la ley, fallaba el apartado de financiación; sin eso, es papel mojado. Incluso en los tiempos de vacas gordas, cuando nuestra economía —decían— estaba en la Champions League y los pisos no dejaban de subir, no estaba bien financiada. Aquellas personas que tenían un plan de vida independiente nunca tuvieron los recursos para emanciparse. Es cierto que supuso un paso adelante respecto a lo que había. Por eso no sorprende que el PP la haya desmantelado a conciencia o que en Aragón, donde venimos de una oscura legislatura del PP, estemos a la cola en estadísticas de dependencia. Toca reconstruir el sistema y, a medio plazo, hacer una ley mejor.

¿Qué entiendes por accesibilidad?

La accesibilidad está muy mal entendida, en general. Para comprenderla, hay que sufrir su ausencia. Cuando se habla de accesibilidad, se habla de puertas, de rampas… pero se olvida que para coger un autobús o subir una rampa, primero esa persona se tiene que levantarse, ducharse, ir al baño… Con lo cual, la accesibilidad sin asistencia personal es poner el carro antes que los bueyes. Es importante decir que la accesibilidad va después de la asistencia personal y de la vida independiente. La accesibilidad urbana es más visible y más barata que la asistencia personal, y a nuestra clase política, ávida de fotos y de comprar buenismo a bajo precio, le gustan más las rampas que las asistencias personales.

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¿Qué opinas sobre la figura del asistente sexual?

En primer lugar, no me parece mal que exista. Pero creo que hay muchísimas personas que tienen problemas para encontrar pareja, a los niveles que sea, y no todas son discapacitadas. Sí hay una cierta correlación en tener una discapacidad y ligar poco, pero creo que excede el ámbito de la discapacidad. Me parece bien el debate para romper tabúes, porque muchas veces se presenta a las personas discapacitadas como asexuadas, y no es así. Creo que las relaciones humanas se han complejizado. Michel Houellebecq escribe en Ampliación del campo de batalla que la competición del mundo empresarial y económico se ha extendido a las relaciones interpersonales y la búsqueda de pareja. Vivimos en una sociedad en la que a la hora de ir a un bar y conocer personas, las relaciones se asemejan a lo que pasa en Wall Street cuando los brokers se acuchillan para conseguir bonos. Creo que eso perjudica la ternura y el cariño, hace que las relaciones sean más superficiales y que muchas personas sean excluidas de este ‘mercado’, no solo por el factor discapacidad.

A pesar del consenso científico sobre la realidad del cambio climático y su relación directa con la acción humana, hay quienes aún niegan su existencia.

La protección del medio ambiente muchas veces va en contra de hacer negocio rápido. Si algo define al modelo económico que ha causado la mayor crisis de nuestra democracia, es la ceguera para ver a medio y corto plazo. El sistema financiero se ha puesto unas gafas metafóricas que solo le permiten ver el día de mañana o pasado mañana. Si uno mira solo hasta ahí, la sostenibilidad no existe, porque, por definición, es a largo plazo. Cuidar lo que tenemos choca muchas veces con el negocio fácil; y hay fuerzas que solo viven para defender a aquellos que viven del negocio fácil. Por eso dedican tiempo, esfuerzo y dinero a negar lo evidente. Me pregunto si estas personas que defienden que sigamos viviendo como si tuviéramos un planeta de repuesto tienen hijos o nietos. Si pensaran en ellos, tal vez empezaran a cuidar la única casa que tenemos.

Entre 2009 y 2013, el presupuesto para I+D cayó un 34%. En los últimos presupuestos, la subida no llega a 1 punto. Sin embargo, apenas se habla de ello en las campañas. ¿Qué diagnóstico haces de la situación de la ciencia en España?

Es un diagnóstico similar al que hacía sobre la dependencia: está en respiración asistida. Ese recorte que citas probablemente es mayor, porque una parte de lo que el Gobierno declara en inversión en I+D en realidad son créditos que el sector privado no suscribe y al final de la legislatura se devuelven. Las cifras, comparadas con la media europea, son terribles, pero ni siquiera son verdad: son peores. A pesar de ello, tenemos científicos de nivel mundial. Tenemos gente en las universidades y el CSIC haciendo magia. Con la décima parte de recursos que hay en otros centros europeos, nuestros científicos publican en las mejores revistas, presentan trabajos en los mejores congresos y son respetados por sus colegas. Es una vergüenza que el Gobierno no esté aprovechando ese capital y obligue a que la capacidad e inteligencia cultivada por los impuestos de los españoles se vaya a otros países. Ningún partido va a decir que no apoya la investigación, pero luego recortan presupuestos. Los hechos valen más que las palabras. Hay que igualar la inversión en I+D con la media europea porque, además, es bueno para la economía. Frente a las tasas de rentabilidad de megaproyectos de construcción, la ciencia devuelve entre 4 y 7 euros por cada euro invertido.

La científica Margarita salas advertía en una entrevista a Ethic de que la ciencia no funciona al ritmo que marca una legislatura. ¿Es necesario un pacto de Estado por la ciencia?

Hasta ahora, los ‘pactos por’ han sido una manera de escurrir el bulto. No sabemos cómo solucionar un problema y decimos que hay que hacer un ‘pacto por’. Pero tienen un punto de lógica. Hay ciertos sectores que requieren estabilidad, que no funcionan si se cambia su funcionamiento cada cuatro años. La educación es un ejemplo, y la ciencia es otro. La investigación, para ser fértil, necesita estabilidad. ¿Es necesario un pacto? Sí, pero uno de verdad. Que tuviera financiación real, que contemplara medidas audaces, que ayudara a los investigadores a volver a casa… Que no sea para hacerse una foto.

El Estado abandona la ciencia y es la gran empresa la que toma el relevo. ¿Es positiva esa influencia?

Hay que decir que, incluso en Estados Unidos, aunque hay mucha más investigación privada que en Europa, la investigación empieza en los laboratorios de universidades y centros públicos. La razón es que la I+D fundamental es de riesgo. A veces no está claro que una idea que alguien tiene en un laboratorio vaya a tener una rentabilidad a medio plazo. Por eso es fundamental que los cimientos sean públicos y, después, entre el sector privado. Internet se crea entre las agencias gubernamentales de Estados Unidos y el CERN de Ginebra. Luego llega Google, Facebook; lo comercializan y crean riqueza. Pero Internet no se crea en el mundo privado y creo que eso es una característica general.

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¿Cuál es tu postura respecto a la homeopatía y otras pseudociencias? ¿Debe enseñarse en universidades?

Hay consenso científico en que la homeopatía es una pseudociencia y que no tiene efectos superiores al placebo. Una pastilla que no hace nada y una pastilla homeopática hacen lo mismo en el cuerpo. Sucede que a veces las palabras se usan con ligereza y cuando alguien compra un producto de homeopatía está comprando un extracto de planta que sí puede tener un principio activo. Pero cuando compras un producto puramente homeopático, es como si compraras agua. No debería enseñarse en las universidades de Medicina. Tal vez en otros ámbitos, en las universidades de Psicología. El efecto placebo es real, hay gente que se siente objetivamente mejor aunque el medicamento no tenga principio activo. Ese mecanismo psicológico es digno de estudio, pero no es un fármaco.

¿Qué opinas sobre los transgénicos? ¿Estamos bien informados? ¿Son negativos?

Aquí se mezcla lo científico con lo económico y con la falta de información. No todos los transgénicos son iguales. Hay usos que llevan en la economía mucho tiempo y los hemos asumido sin problemas, como la fabricación de algunos tejidos o la insulina humana para la diabetes. El mayor problema está en el ámbito agroalimentario. Desde mi punto de vista, hay dos hechos que hacen prudente prohibir el uso de transgénicos en el uso alimentario. El primero es que, si bien no se han demostrado efectos negativos en la salud, es difícil comprobar que la introducción de una especie modificada no altere de forma irreversible ese ecosistema. Por otro lado, hay un monopolio cada vez mayor en la producción de semillas, incluso patentando los organismos. Esto genera una dependencia económica en los agricultores y una dependencia estratégica en los países. Un país debe ser soberano en energía y alimentación. Si un país depende de otras naciones o empresas para encender la luz o dar de comer a su gente, se encuentra en una posición geoestratégica débil y es un riesgo. Lo sensato es que haya moratorias de plantación de transgénicos para consumo alimentario. Se puede seguir estudiando en otros sectores, pero en el agroalimentario los peligros superan a las ventajas.

Poco después de las europeas, suscitó polémica un comentario que hiciste sobre la experimentación con animales. ¿Es necesaria? ¿Hay que poner límites?

En estos momentos, es necesaria, según con qué animales y según en qué fases de la investigación. La empatía hacia otras especies nos urge a investigar para que deje de ser necesario tener que utilizar, por ejemplo, ratones en el laboratorio. Pero a día de hoy, si uno habla con científicos, nos dicen que eso no se puede hacer de otra manera. Tenemos un conflicto ético y las dos opciones son malas. Si no experimentamos con animales, hay muchas enfermedades que no podemos investigar para tratarlas y generamos sufrimiento humano; y si investigamos con animales, a lo mejor encontramos fármacos para tratar esas enfermedades pero aumentamos el sufrimiento en animales. Yo soy muy receptivo hacia la gente que sufre cuando sufre un ratón. Pero no podemos evitar el sufrimiento, solo cambiarlo de lugar. Ante esta dicotomía, mi postura personal es que de momento no nos queda más remedio que seguir experimentando con ciertas especies. ¿Dónde se pone la línea? No lo tengo claro. Pero en estos momentos, por ejemplo, es intolerable experimentar con primates o cerdos.

Si una persona sintiera curiosidad por la ciencia, ¿qué libros le recomendarías para avivar esa llama?

Le diría que empezase por Feynman. Si esa persona no sabe nada de ciencia, que leyese ¿Está ud. de broma, Mr. Feynman?, que es una biografía graciosa del premio Nobel de Física. Si ya sabe algo de ciencia, le recomendaría Seis piezas fáciles, en el que Feynman aborda seis problemas físicos relevantes y lo hace con un tono pedagógico único; tal vez solo Carl Sagan se le ha acercado. Feynman decía que si no puedes explicar algo a tu abuela, es que no lo has entendido; y eso lo aplica a sus libros.

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