Innovación

La fuerza de una idea a la que le ha llegado su tiempo

Visión y espíritu para provocar un cambio sistémico. Ese es el distintivo de los emprendedores sociales. Invertir en sus proyectos puede tener un efecto multiplicador.

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03
marzo
2016

El emprendedor social es aquel que concibe y pone en marcha una solución innovadora a un problema social real y urgente. Es una persona que tiene y lidera una idea, que la adapta, evoluciona y desarrolla de manera creativa, con el fin principal (aunque no siempre exclusivo) de generar un impacto social positivo.

Por suerte, existen miles de personas que tienen la visión y espíritu necesario para provocar un cambio sistémico, es decir, un cambio en las estructuras y actitudes subyacentes que están provocando el problema en un determinado sector o sistema, y que por tanto permitirá solucionarlo de raíz.

Es el caso de Ana Urrutia, quien está transformando el modelo de cuidado de las personas mayores y dependientes, imperfecto ya que en más del 40% de los casos se basa en atar física o químicamente a la persona. Por su parte, Faustino Zapico aborda la preocupante reincidencia carcelaria (cuya tasa oscila entre el 60% y el 70% en España), a través de la creación de micro-sociedades educativas gestionadas por los internos y los trabajadores de la prisión. También es un ejemplo a seguir Ana Bella Estévez. Su red de apoyo entre pares pretende cambiar la percepción de la mujer víctima de violencia de género, convirtiéndola en una superviviente y empoderada.

Los 3.300 emprendedores sociales de la red mundial de Ashoka tienen cualidades que les han hecho poner en marcha con éxito proyectos que están generando un alto impacto social: espíritu emprendedor, empatía, capacidad de movilización o la comprensión de las necesidades que tienen los potenciales beneficiarios de sus ideas.

Para una persona que trabaja en el mundo de la empresa privada, la capacidad de trabajar de la mano de un emprendedor social y añadirle valor a su trabajo es importante. Puede aportar visión estratégica, eficiencia en la gestión o capacidad para replicar esa idea a gran escala. Y a cambio recibe acceso a la innovación social y un enfoque diferente del emprendimiento.

Para unir estos dos mundos, la fundación Ashoka creó una comunidad internacional de apoyo al emprendedor social: la Red de Impulso. De ella forman parte empresarios con una larga trayectoria de éxitos, con capacidad no solo de contribuir económicamente al apoyo de la innovación social, sino también de aportar su visión estratégica, su experiencia y acceso a recursos para asegurar un mayor impacto social de los proyectos que apoyan.

«Creo que la nuestra es una inversión responsable. Los emprendedores sociales nos retan un poco a tratar de poner a su disposición nuestro conocimiento, nuestros contactos, nuestra capacidad de colaborar, y que no se quede en una mera donación», explica Javier Entrecanales, director de Financiación de Adquisiciones para España y Portugal de BNP Paribas, y miembro de la Red de Impulso en España.

La Red de Impulso cuenta con unos 350 miembros en 22 países. En España, actualmente son 10 los líderes empresariales que participan activamente. «Es una inversión social que –si hablamos en términos económicos– tiene un return on investment (retorno de la inversión) importante, porque tiene un efecto multiplicador muy grande», añade Sandrine Woitrin, impulsora de The Wellbeing Project.

Más del 90% de los emprendedores sociales de esta red consiguen replicar sus ideas y proyectos en otros países y regiones. Por ejemplo, el danés Thorkil Sonne fundó Specialisterne, consultora que contrata a personas con Trastornos del Espectro Autista y ofrece servicios basados en sus fortalezas (comprobación de software, conversión de datos, etc.). Ahora, ha replicado su proyecto en 11 países, entre ellos España.

«Yo tuve la suerte de visitar la cárcel donde Faustino Zapico está revolucionando la vida del preso, disminuyendo en un 50% su reincidencia. Y ahí es donde me di cuenta que el emprendedor social ve el problema y encuentra una solución que a nadie se le había ocurrido», cuenta Maite Arango, otra miembro de la Red de Impulso, y accionista y vicepresidenta del Consejo de Administración del Grupo VIPS. «Eso me dice que mi inversión tiene un retorno a muy largo plazo y que estoy financiando a gente extraordinaria».

A día de hoy existen varias fórmulas de apoyo a la innovación social: desde concursos a incubadoras, aceleradoras o entidades de inversión financiera. En España se han ido creando diferentes mecanismos para financiar la innovación social: empresas privadas, fundaciones, cooperativas… y un emergente sector de los llamados ‘fondos de inversión de impacto’, como Creas, Vivergi, o la Bolsa Social (plataforma de crowdfunding que impulsa la financiación de empresas con impacto social.)

Queda un largo camino por recorrer para que la innovación en España reciba el respaldo necesario. Sin embargo, la semilla ya está plantada.

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