Economía

¿Cuál es el perfil del emprendedor en España?

Más jóvenes, mejor preparados, más motivados. Y muchos más que en años anteriores: la tasa de actividad emprendedora no ha parado de crecer desde que tocara fondo en 2010.

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23
enero
2016

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La puesta en marcha de nuevos proyectos sigue creciendo en España, aunque aún queda mucho recorrido. Los expertos coinciden en las claves para aspirar al éxito: talento, innovación y visión internacional.

Más jóvenes, mejor preparados, más motivados. Más, en definitiva, que en años anteriores, y muchos más que hace unos lustros. Así podría resumirse el perfil de los emprendedores en España, un clima en el que soplan vientos favorables, a tenor de los últimos datos: la tasa de actividad emprendedora (TAE), recogida en el informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor), fue de un 5,3% en 2014, una décima más que el año anterior, y no ha parado de crecer desde que tocara fondo en 2010, cuando bajó de un 7 a un 4,3%. La crisis dio una primera estocada, cierto, pero también propició un resurgir posterior con mucha fuerza.

Los responsables del estudio opinan que este incremento está «posiblemente fomentado por la intensa crisis y como parte de la solución al elevado nivel de desempleo», pero no sitúan al emprendimiento como una medida desesperada ante una situación puntual, al contrario: «Encierra una verdadera necesidad social: no hay sociedad capaz de progresar en sus parámetros de bienestar si no es suficientemente competitiva, para lo que necesita ser innovadora en su conjunto y, para esto, tener personas emprendedoras».

Un clima luminoso, pero no exento de sombras. Aunque los datos mejoran, lo cierto es que aún estamos por debajo de la media europea, y no hemos alcanzado los niveles anteriores a la crisis. Además, si bien la inversión al emprendimiento ha aumentado casi en un 100%, sigue siendo un tercio de la de otros países europeos como Alemania o Francia.

Pero el verdadero escollo al que se enfrenta hoy en día un emprendedor en España es que actúa en un entorno al que le queda mucho por madurar: hablamos de un ecosistema que engloba al conjunto de actores y entidades con los que interactúan los emprendedores durante el ciclo de vida de sus proyectos, y que varían según la etapa en la que se encuentren.

En los pasos iniciales, por ejemplo, el emprendedor suele tratar con instituciones públicas, incubadoras, aceleradoras y business angels que les dan asesoramiento, recursos o apoyo de otra clase. En etapas más avanzadas, entran en juego los fondos de capital riesgo y bancos para solicitar financiación, clave para el crecimiento y consolidación del proyecto. La última (y deseada) fase de una empresa es cuando una gran compañía decide absorberla.

Los expertos consultados coinciden en que el ecosistema en España es favorable en la primera etapa, merced al elevado número de incubadoras y aceleradoras que existen en nuestro país, pero flaquea claramente en la segunda por la falta de incentivos a la inversión, motivo por el cual muchos proyectos se quedan por el camino. En definitiva, hace falta un marco jurídico que favorezca el crecimiento de nuevos proyectos, como sucede en otros países. «Tiene que haber vías con las que puedas premiar a aquellos que estén apoyando a tu compañía», opina María Benjumea, presidenta de Spain Startup, y añade: «Se debe reducir la fiscalidad para aquellos que empiezan y para los que están en momentos complicados de su desarrollo. Se necesita un sistema impositivo mucho más eficiente, tanto para el emprendedor como para el inversor».

Para Max Oliva, director del campus de innovación y emprendimiento Teamlabs, no es suficiente un cambio de regulación que facilite el apoyo económico de nuevos proyectos. «El acceso a la financiación y las administraciones públicas no son los mayores problemas. Es cierto que es fundamental para materializar una idea, pero dinero hay, lo que hacen falta son proyectos potentes y equipos de personas que se crean un propósito, así como aprender a gestionar esos equipos. El empecinamiento te hace estar en el camino y solventar los obstáculos».

Javier Sanz, director del Master in Entrepreneurship de la Universidad Complutense de Madrid, aporta otro punto de vista: «Ha habido varios intentos desde las instituciones, pero pedir ayudas públicas es justo lo opuesto a emprender. Tendríamos que tener más programas de mentalización, eso es lo que hace falta. El verdadero riesgo en este país no es no emprender, sino seguir siendo becario a los 40 años».

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Los jóvenes se ponen las pilas

La propia Spain Startup, en su reciente mapa del emprendimiento, ha revelado otra tendencia: el perfil del emprendedor se ha rejuvenecido, más de la mitad no superaba los 35 años en 2014, mientras que en el ejercicio anterior el grueso se encontraba en la franja que va de esa edad hasta los 45. Javier Sanz cree que es una buena noticia: «El principal desafío es cambiar la mentalidad de los jóvenes que aspiran a ser políticos o funcionarios, eso es un tema educacional. También es importante remarcar que en las empresas hay una excesiva estructura de personal, y por eso van a necesitar especializarse, y encontrar otras alternativas». En cualquier caso, opina que la edad no es un elemento definitorio del emprendedor. Los hay de poco más de 20 años, muy motivados pero con poca experiencia, y otros mayores con una amplia trayectoria y mucho bagaje profesional, el cual, bien por necesidad, bien porque deciden dejar de depender de un tercero, emplean en un proyecto propio. «No hay un consenso acerca de si emprender es cosa de los jóvenes o, por el contrario, no hay edad», aclara Sanz. «Lo que sí deben compartir todos son dos elementos clave para emprender, sea cual sea su edad: el deseo y la autoconfianza. La gran pelea no está fuera sino dentro de uno mismo. La iniciativa, la proactividad, reside en la capacidad para no concentrarte en lo que los demás te dicen, sino ser capaz de seguir tu propio objetivo».

La pregunta del millón: ¿En qué sector?

Los datos aportados por el GEM demuestran que la mayoría de los proyectos emprendidos el último año no fomentan la competitividad, uno de los aspectos que deben mejorar en nuestro ecosistema. Los nuevos negocios creados en España corresponden en su mayoría al perfil de una empresa de pequeño tamaño que presta servicios principalmente a consumidores locales y no tiene una aspiración firme para crecer. Siete de cada diez nuevas empresas operan en el sector servicios, seis de cada diez no tienen ninguna orientación innovadora, y siete de cada diez manifiestan no tener vocación internacional durante sus primeros tres o cuatro años de existencia. Un camino errático, como confirma un vistazo al panorama emprendedor global: en las economías desarrolladas los proyectos de éxito suelen caracterizarse por su enfoque hacia la innovación, la tecnología y la internacionalización.

Aún estamos a tiempo de enderezarlo. «El miedo al fracaso es el mayor lastre a la innovación», advierte Max Oliva, y añade: «Para emprender es necesario generar un entorno donde el fracaso se convierta en aprendizaje. Precisamente para que la gente arriesgue y tolere una posible derrota, es mejor generar ese entorno en comunidades, con más gente. En Teamlabs estamos en contra del formato del héroe solitario; creemos en emprender en equipo». Sanz añade que otro error común en las nuevas empresas, que les impide avanzar y por tanto ganar dinero que les permita innovar, es que descuidan su segmento de clientes. «Ha mejorado el espíritu emprendedor en estos últimos años, pero es verdad que muchas nuevas empresas no sobreviven porque no encuentran su target. Pasan mucho más tiempo desarrollando sus proyectos, se enamoran de su idea y salen al mercado con un producto muy determinado, pero se olvidan del proceso de descubrimiento de sus clientes, algo prioritario antes de echar a andar». En este sentido, tener una red de contactos es importante, pero no imprescindible. Así lo cree Luisa Alemany, directora del Instituto de Iniciativa Emprendedora de Esade. «La red de contactos se va construyendo cada día. Lo importante para emprender es detectar una oportunidad que sea viable y ser capaz de juntar los recursos necesarios, tanto financieros como humanos, para llevarlo a cabo», sostiene.

Sea como fuere, todos los expertos coinciden en que un emprendedor debe pensar a lo grande, y localizar nuevos sectores donde hacen falta ideas. En muchos casos, además, se pueden basar en modelos que han tenido éxito en otros países. Un estudio reciente de Stel Order, empresa de software dirigido a pymes y emprendedores, ha localizado varios nichos con mucho potencial: aparte de todo lo relacionado con la tecnología, como el diseño web, la adaptación multidispositivo, la creación de contenidos, etc., apunta que «están muy de moda los coaches, para motivar y gestionar el talento profesional». También señala que en el sector de la alimentación «existe una tendencia alcista por los productos de alta calidad y especializados, pudiendo ofrecer oportunidades de desarrollo en e-commerce. Además, los productos ecológicos y caseros están obteniendo mucha importancia». La longevidad de la población, cada vez mayor, también abre oportunidades de negocio, como señalan los portavoces de la empresa: «La dependencia y el aumento del cuidado por la salud hacen que sea un sector en crecimiento». Los otros tres sectores de oportunidad que señalan son la bioconstrucción y la construcción ecológica, «ante el crecimiento sostenible de las ciudades y las smart cities», los servicios de traducción, por una globalización cada vez mayor de los mercados, y las energías renovables, en un momento en que «las empresas de reciclaje están teniendo una gran acogida. Estos sectores están creciendo por la dependencia energética y la búsqueda de una alternativa».

Son ejemplos de algunos sectores que, por nuevos, aún no han madurado en España, pero es cuestión de tiempo en un ecosistema que avanza, si bien aún tiene mucho recorrido por delante. Para que evolucione se requiere, por parte del emprendedor, talento y una actitud disruptiva.

Max Oliva tiene una visión optimista: «El entorno en España es muy proclive a emprender, tanto para lo bueno como para lo malo. Ahora mucha gente está hablando de montar un negocio sin conocer suficientemente el terreno, pero a su vez eso es positivo porque te obliga a llenarlo de contenidos, a despertar la chispa. Apostar por un proyecto propio sin duda supone un cambio cultural en nuestro país. Pero ese cambio de mentalidad facilita que la gente se atreva a emprender, sin banalizarlo, pero desmitificándolo. Y es así como se aprende a sacar adelante un proyecto: emprendiendo».

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