Educación

Los puentes de los 'millennials'

Forman la primera generación de nativos digitales. Creen en la cooperación frente a la descarnada competencia. Y prefieren disfrutar antes que poseer.

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12
junio
2015

Los ‘millennials’ le han dado la vuelta a convenciones y escalas de valores. No aceptan trabajar o consumir en contra de su ética. Saben  que a través del emprendimiento se pueden solucionar problemas sociales. Forman la primera generación de nativos digitales. Creen en la cooperación frente a la descarnada competencia. Y prefieren disfrutar antes que poseer.

Hace unos meses visitó España el almirante con cuatro estrellas de la Marina de Estados Unidos James G. Stavridis. El militar, ya retirado, dirigió hasta 2013 las operaciones mundiales de la OTAN como comandante supremo aliado, y fue invitado por el visionario español Eugenio Galdón para entregar los premios de emprendimiento de la Fundación Everis. A alguien le parecerá antagónico empezar esta reflexión sobre los millennials con dos nombres propios, James y Eugenio, no solo porque son casi septuagenarios sino porque esa generación que apenas supera los 30 años comparte unos valores que aparentemente son contrarios al uso de la fuerza militar; pero si el lector tiene paciencia y aguanta hasta el final del artículo podrá quedarse tranquilo con los articulistas que elige la revista Ethic.

En Madrid, el almirante que dirigió operaciones de combate en el Golfo Pérsico durante la guerra de Iraq habló al público convocado –entre los que estábamos profesores, directivos de empresas y emprendedores– sobre ciberseguridad, el auge del extremismo, regímenes autoritarios y posibles pandemias. Pero más allá de estos asuntos, todos recordaremos cómo terminó su intervención con una fotografía del Pentágono, la inexpugnable sede del departamento de defensa americano en Arlington, Virginia. En ella podía verse el potente edificio, la mayor sede de oficinas del mundo en el que trabajan más de 25.000 militares,  unas horas después del ataque del 11 de septiembre de 2001, destruido totalmente por el impacto de un avión de American Airlines secuestrado por los terroristas de al-Qaeda. El laureado militar, señalando su despacho hecho cenizas, afirmó: «Los muros, como queda de manifiesto al ver este bunker derruido, no crean seguridad. Solo los puentes, únicamente el soft power salvará al mundo».

Durante mucho tiempo pensamos que solo las grandes actuaciones provocaban cambios. Una ley, una gran inversión, un cambio de gobierno o una alianza supranacional. Pero la nueva generación del milenio nos está demostrando que hoy los cambios ya no vienen de arriba abajo sino, como dicen los anglosajones, son bottom-up. El respetado economista venezolano Moisés Naím en su libro El fin del poder ha bautizado este cambio de escala de lo grande a lo pequeño como el auge de los micropoderes. Snowden o Assange poniendo en jaque a la CIA, unos inmigrantes ucranianos con Whatsapp reventando el modelo de negocio de las telcos, o la economía colaborativa liderando el turismo mundial con las plataformas globales de intercambio de habitaciones son demostraciones palmarias de que hoy es posible cambiar desde abajo cualquier estructura.

Los millennials son los actores protagonistas de este nuevo paradigma donde todo es posible. Pero eso no quiere decir que sea un camino de rosas. La crisis que llegó en 2007 para no abandonarnos ha destruido las ilusiones de miles de jóvenes con sus tres jinetes del apocalipsis: el paro, la precariedad y el fracaso escolar. Sin embargo, esa situación, con el concurso de la disrupción digital, ha movido a los nacidos entre los años 80 y los 90 a buscar soluciones a la ingente cantidad de problemas. Los investigadores del MIT lo llamaron hace ya unos años «el gran desacople»; la velocidad del cambio tecnológico deja atrás a demasiadas personas y está provocando que las soluciones no surjan a la misma velocidad que los problemas.

Los millennials están siendo pioneros en la irrupción de una nueva escala de valores que les lleva a no aceptar trabajar o consumir en contra de su ética. Quieren cambiar el mundo con sus startups o usando el emprendimiento social, dando soluciones nuevas a los viejos problemas de nuestra sociedad. Creen en la cooperación frente a la descarnada competencia. Su activismo les ha llevado a actualizar antiguos conceptos como la economía circular, el comercio justo o la lucha contra las corporaciones multinacionales para, con la ayuda de la tecnología y el emprendimiento, convertirlos en banderas a levantar. Hoy la defensa del medio ambiente a través del reciclaje está presente en el mundo de la moda gracias a Mingo y Blanca con Madrid Fashion Show. En Sevilla, Pedro ha reinventado el comercio justo con su red de descuentos para desempleados Tarifas Blancas. Un ingeniero, Manu, pasando por Ciudad Real, está poniendo en marcha la primera impresora 3D portátil con el apoyo del programa de emprendimiento corporativo de Telefónica Open Future.

Son los puentes que los jóvenes del milenio están construyendo no solo para unir generaciones diferentes sino para hacer un planeta mejor. Un mundo millennial es un mundo donde se colabora aunque se compita, donde se acuerda aunque se discrepe, donde se crea y no destruye, donde se puede ser ecologista y emprendedor a la vez, donde el activismo toma forma de empresa, donde el poder no es absoluto y está compartido. Son esos puentes que el viejo militar norteamericano nos contó en la Casa de América en Madrid.

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