Cambio Climático

El precio del cambio climático

¿Cómo afectará a la naturaleza y a la biodiversidad? ¿Qué precio social y humano pagaremos por el calentamiento global?

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30
julio
2014

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Sequías, inundaciones, temporales, movimientos migratorios, inseguridad alimentaria… Las consecuencias del cambio climático se recrudecen entre los ángulos de nuestro tiempo. ¿Cómo afectará a la naturaleza y a la biodiversidad? ¿Qué precio social y humano pagaremos por el calentamiento global?

Por Javier Rico

Algunas de las personas procedentes de África que intentan entrar desesperadamente en Europa a través de Melilla se ven forzadas a salir de sus países y abandonar sus tierras por culpa del cambio climático. En 2006, el Grupo de Trabajo sobre Cambio Climático y Lucha contra la Pobreza, formado por varias ONG ecologistas y de desarrollo social, publicaron la Guía básica sobre cambio climático y cooperación al desarrollo donde destacaban un dato de Naciones Unidas: el 60% de los movimientos migratorios actuales están causados por sequías, inundaciones y otras catástrofes, entre las que el cambio climático tiene un papel principal.

Ocho años después las cosas no han cambiado, o quizá sí, a peor. En Alaska varios pueblos y comunidades han comenzado a recoger sus enseres y a emigrar hacia zonas más seguras donde el deshielo continuo no acabe con sus formas de vida tradicionales. En 2009, el cuerpo de ingenieros del ejército de los Estados Unidos confirmó que 26 comunidades debían abandonar sus tierras por el riesgo grave de desaparición por inundación y/o erosión.

Mucho más al suroeste, en el Pacífico tropical, el archipiélago de Kiribati forma uno de los muchos estados-isla que tienden a desaparecer bajo el nivel del mar. Sus habitantes, que ya buscan tierras en las vecinas islas Fiyi, se quejan de las pocas ayudas que reciben para ese realojamiento o para prevenir los efectos del aumento del nivel del mar, a pesar de estar en pleno Año Internacional de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo.

Dos imágenes del Glaciar Yanamery con solo 7 años de diferencia, de 1997 a 2004.

Dos imágenes del Glaciar Yanamery con solo 7 años de diferencia, de 1997 a 2004.

Todo lo reseñado son solo algunos ejemplos de países, ciudades, poblados y comunidades directamente afectados por las consecuencias del cambio climático, que se manifiestan en forma de sequías e inundaciones prolongadas y temporales (huracanes, lluvias torrenciales, tifones…) cada vez más frecuentes. En muchas ocasiones, estos fenómenos se alían con la sobreexplotación de los recursos naturales, las guerras y otros conflictos sociales para agravar la supervivencia de cientos de millones de personas y forzar a muchas de ellas a una migración en condiciones penosas la mayoría de las veces.

No es necesario esperar al nuevo informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad para conocer los efectos que la excesiva concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera está provocando en el clima, los ecosistemas y todos los seres vivos de la Tierra.

Tras un repaso somero a la bibliografía científica no de los últimos años, sino días, se aprecia que nadie se salva, ni tan siquiera los insectos, auténticos supervivientes de los cambios globales habidos en nuestra historia geológica. Un equipo de científicos de la Universidad de Yale en New Haven (Connecticut, Estados Unidos) confirma que aunque los insectos podrían adaptarse a las subidas de las temperaturas medias no se librarán de la amenaza que supone para ellos el incremento puntual de las temperaturas diurnas en la mayoría de las regiones del mundo.

«Hay especies que migran hacia el norte o en altitud para huir de los efectos del cambio climático, pero las que no consigan hacerlo se van a ir extinguiendo». Joaquín Hortal, investigador del programa Ramón y Cajal en el Departamento de Biogeografía y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN/CSIC), hace un repaso a comunidades de vertebrados e invertebrados que sufrirán los rigores climáticos y se para en los escarabajos peloteros para volver a demostrar lo unido que está el destino humano con el animal en cuanto a adaptación y vulnerabilidad a los cambios: «si se altera o cambia su ciclo vital varía la aportación de nitrógeno de los desechos que recogen y guardan bajo tierra, básico para que lo absorban las plantas y con ellas se alimente la ganadería extensiva».

Ganadería extensiva, suministro de agua a partir de las reservas de nieve, manantiales y glaciares, terrenos aptos para el cultivo… Todo este sistema de mantenimiento de la biodiversidad, salvaje y domesticada, y de los modos de vida asociados se verá alterado inevitablemente ante los pronósticos de subidas de temperatura (hasta dos grados más hacia final de siglo) y del nivel del mar (superará los 19 centímetros que ya ascendió entre 1901 y 2010) y la mayor recurrencia de temporales (aumento de olas de calor) presentes en el avance de evaluación del quinto informe, que presentó el IPCC a finales de septiembre de 2013. Una de las últimas investigaciones realizadas por un equipo de científicos europeos y publicada en la revista Environmental Research Letter con el título The european climate under a 2 °C global warming, advierte de que el sur de Europa, y en concreto España, puede llegar a registrar subidas de tres a cuatro grados en la temperatura estival.

pajaros_marinos©AFP

En cuanto a los temporales, cuya relación con el cambio climático ha costado más de un enfrentamiento entre científicos, hay uno, Mario Molina, premio Nobel de Química, que lo tiene claro: «Estamos viendo eventos extremos que hasta hace poco dudábamos que se pudieran conectar con el cambio climático. Ahora los estudios nos dicen que su intensidad ha aumentado; su frecuencia antes era de cien años y ahora están aconteciendo cada cinco o diez». Lo dice en una entrevista a la agencia SINC (Servicio de Información de Noticias Científicas) de junio de 2013 y sus palabras son tenidas muy en cuenta porque sus investigaciones sentaron las bases del Protocolo de Montreal de eliminación de emisiones que destruyen la capa de ozono.

Enfocando las anomalías climáticas en los huracanes, tras algunos de los más virulentos que recorrieron el Atlántico caribeño entre 2005 y 2006, incluido el Katrina, Science publicó un artículo de investigadores de la School of Earth & Atmospheric Sciences del Georgia Institute of Technology (Atlanta, Estados Unidos) en el que se sostenía que «las mayores temperaturas en las capas superiores del mar en los últimos 35 años fueron el principal factor que alimentó la fuerza de los últimos huracanes». En Europa, el azote continuo de temporales en el Atlántico Norte, costas españolas incluidas, ha ocasionado la muerte de 300.000 aves marinas. Para algunas especies, como frailecillos, araos y alcas, llueve sobre mojado, ya que la alteración de las corrientes oceánicas también les ocasiona bajas en pleno período de reproducción y búsqueda de alimento para las crías.

De las borrascas invernales a los fuegos estivales. Saca el tema Joaquín Hortal a través de estudios conjuntos del CSIC con el Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (Creaf) que han constatado una mayor recurrencia en la dinámica temporal de los incendios forestales. «Es normal que en la cuenca mediterránea haya períodos secos que favorecen la propagación de los incendios –señala Hortal–, lo que no lo es tanto es que haya años anormalmente secos seguidos de años anormalmente húmedos que se salen fuera de la capacidad de resiliencia de la biodiversidad y aumentan los riesgos del fuego».

El cambio climático introduce continuamente anomalías en climas y ecosistemas y los incendios son una consecuencia que sufren también en las antípodas. El Climate Council de Australia acaba de publicar un informe de título elocuente, The angry summer 2012/2013 (El Verano Rabioso), en el que recoge hasta 150 muestras de récords de altas temperaturas, entre los que resaltan el verano más caluroso en Sidney en 27 años o registros anormales de temperaturas por encima de los 40 grados que se mantuvieron durante once días en Adelaida. El informe concluye que «el cambio climático aumenta la intensidad y la frecuencia de muchos eventos extremos», incluidos los incendios. Solamente uno, ocurrido en el estado de Victoria, arrasó 280.000 hectáreas.

Para terminar, no fue un científico, sino Rafael Nadal, el tenista español, quien afirmó: «Tanto calor es algo que no recuerdo». Fue precisamente en Melbourne, ciudad en la que se celebró el Abierto de Tenis de Australia y donde se registró por primera vez el período más caluroso en 24 horas. Las personas notamos cada vez más las anomalías climáticas, aunque, volviendo al principio, conviene no olvidar a quiénes les afectará más y porqué es urgente actuar para evitar, mitigar y adaptarse al cambio climático. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), «esta situación será especialmente grave en muchas regiones pobres tropicales áridas y semiáridas, lo que hará aumentar de forma general los efectos negativos para la seguridad alimentaria, los recursos naturales y los medios de vida rurales en las próximas décadas e incrementará la brecha que separa a los países desarrollados de los países en desarrollo».

El ser humano sí es responsable

Durante 2012, científicos del Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Australia analizaron 11.944 trabajos sobre las causas del cambio climático publicados por 29.083 autores en 1.980 revistas científicas en los últimos veinte años y llegaron a la siguiente conclusión: el 97% de los estudios hacen responsable a la mano del hombre.

El quinto informe de evaluación del IPCC, del que en septiembre de 2013 se publicó una primera parte relacionada con las evidencias científicas del cambio climático y pronósticos globales, sube el porcentaje de probabilidad de la influencia humana con respecto al cuarto informe de 2007 y lo sitúa en un 95%. Además, la nota de prensa enviada por el IPCC a los medios de comunicación tenía un titular contundente: «La influencia humana en el clima es clara».

En España, la opinión pública se suma a la percepción científica. A mediados de 2013 una encuesta realizada por Ipsos desvelaba que el 86% de los españoles da por cierto que el cambio climático es consecuencia de la actividad humana.

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