Cultura

«Hay que defender que todos somos igual de distintos»

Aprovechamos que Guillermo Fesser ha cruzado el charco para reunirnos con él en un céntrico café madrileño. Hablamos de su nuevo libro, de educación, de periodismo, de política y de solidaridad.

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01
junio
2014

Guillermo Fesser ha cruzado el charco para pasar una temporada en España y presentar su nuevo libro ‘Ruedas y el enigma del Campamento Moco Tendido’, la tercera novela que escribe para público infantil. En ella narra las aventuras del detective Anizeto Calceta y su ayudante Candela Mosto, una gran defensora de los derechos humanos, más conocida como Ruedas debido a su discapacidad física. Las mismas aventuras que él contaba a sus hijas cuando eran pequeñas antes de dormir, nos cuenta.

Antes de volver al pequeño pueblo de Nueva York donde reside desde hace años, logramos que nos dé cita en un céntrico café madrileño. Con su habitual sencillez y sentido del humor, hablamos de su libro, de educación, de periodismo, de política, de solidaridad y del papel al que se enfrenta la sociedad civil.

Poca gente hay que no conozca Gomaespuma. Pero también has producido y dirigido películas, has hecho teatro y, ahora, escribes libros para niños. Quizá esta faceta tuya no es tan conocida…

Ni siquiera yo la conocía. Esto ha sido una coincidencia, una buena coincidencia, porque el contacto con el mundo infantil es una grandísima satisfacción. Por un lado, porque son muy agradecidos y, por otro, porque son muy críticos. De la misma manera que si les haces gracia se ríen, si no les haces gracia te ‘mandan a la porra’ sin contemplaciones.

Y eso que los niños necesitan un empujón para animarse a leer.

Sí. Ahora, todo lo que no sea imagen, interactivo, a los niños de primeras no les interesa, les parece algo antiguo. A un niño de 8 años le dices: «Mira, bonito, léete este libro», y parece que le estás castigando. En cambio, si le dices: «Mira este vídeo. O, a ver si adivinas este acertijo.» A través de eso conocen a los personajes, y terminan leyendo el libro. Hemos introducido tecnología, pensando en que necesitamos un anzuelo. Así pueden descargarse las canciones del libro, las ilustraciones, los trucos de magia…

¿Te has basado en alguna experiencia personal a la hora de escribir el libro?

Estaba escribiendo el primer libro cuando conocí a un ser humano que iba en silla de ruedas, Javier Romanach [miembro del Foro de Vida Independiente], un tipo muy activista en temas de derechos humanos. Una vez coincidimos en una convención y, cuando terminamos, me dijo: «¿Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo? Tú eres Guillermo, el periodista, y yo –que soy ingeniero informático- soy Javier, el de la silla de ruedas. ¿Y por qué tú no eres Guillermo, el de los zapatos marrones? ¿Por qué yo soy Javier, el que no puede andar, y tú no eres Guillermo, el que no puede volar?» Es la primera vez que escuché hablar de la discapacidad desde el punto de vista de la justicia social, y no desde el punto de vista de la caridad. La caridad dura tres minutos, das la propina y te vas. Lo importante de alguien que va en silla de ruedas no es la silla de ruedas: es lo que viene encima.

En una ocasión tuve una reunión con el director general de una importante empresa española. Y, para mi sorpresa, era tetrapléjico, no podía moverse. Al terminar la reunión, no sabía cómo despedirme de él y acabé dándole un besito en la calva. Claro, él me dijo: «Tío, ¿de qué vas? Yo soy un señor, director de una empresa, con 50 ‘tacos’ y con una barba como la de un pirata… ¿y tú me das un besito? ¿También me vas a acostar y a contarme un cuento? Yo no muevo la mano, pero tú sí. Aunque yo no pueda dártela, espero que tú puedas.»

Esa historia, metida en un cuento, ayuda a otras personas a saber enfrentarse a tales momentos incómodos. Tenemos que romper esas situaciones de tensión que no valen para nada. Si nos encontramos a Fernando Trueba, sabemos que hay que mirarle al ojo recto, y olvidarnos del otro. Así, ni se vuelve loco él ni nos volvemos locos nosotros. Por eso es bueno que alguien te diga que a un tartamudo no le gusta que le termines la frase, o que ayudes cruzar la calle a los ciegos que quieran cruzarla, no a los que están esperando a su novia.

¿Qué hay de periodismo dentro del libro, si lo hay?

Yo entiendo que el periodismo es curiosidad, inquietud por saber qué está pasando y que te guste contárselo a otros. Como yo soy periodista, me gusta saber cómo funcionan las cosas. Para hacer un libro sobre una niña en silla de ruedas, he ido a conocer a niñas en sillas de ruedas y a preguntarles y a ver cómo juegan al baloncesto, qué problemas tienen, qué les molesta y qué no en el trato con la gente… en ese sentido, el libro tiene investigación. Porque si algo no lo conoces bien, no lo sabes contar con sencillez.

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El libro está lleno de ese sentido del humor que ha caracterizado siempre a Gomaespuma y gracias al que habéis regalado grandes momentos a los oyentes. Pero, ¿el humor era la finalidad de Gomaespuma, o era la herramienta para contar historias, para hacer periodismo?

La gente dice que soy humorista. Y aunque esté encantado de que me lo llamen, soy periodista. Sí, el humor es la herramienta que nos ha permitido hablar de temas en los que, de no haberlo utilizado, seguramente no le hubieran interesado a nadie. Gomaespuma, más que noticias de actualidad, ha dado sobre todo noticias sociales, de los estados de ánimo de la gente. Más que de lo que ocurre, de cómo se siente la gente con lo que está ocurriendo. A veces son temas duros, dramáticos, o un poco raros. Y es difícil que pongas eso en el cartel y la gente entre a ver la película. Pero con la disculpa del humor hemos tenido muchas satisfacciones.

Con la crisis, ha habido una eclosión de nuevos periódicos independientes. ¿Cómo consideras esta transformación del periodismo?

El periodismo, para que funcione, tiene que ser independiente; y un periodista tiene que ser una persona que va a un sitio, se entera de algo y vuelve emocionado, para bien o para mal, para contarlo. Si tú ya vas condicionado porque el viaje te lo paga alguien del que entonces tienes que hablar bien, y no puedes decir ciertas cosas porque eres amigo de la madre del que vas a entrevistar, es muy difícil hacer periodismo. El hecho de que los medios de comunicación tradicionales estén en quiebra técnica es porque lo digital lo ha cambiado todo, pero también porque la gestión ha sido nefasta: no se ha dejado en manos de gente que sabe de comunicación, sino en las de personas que lo mismo venden zapatos, que periódicos, que gafas de ver de cerca. El periodismo no se puede gestionar desde el punto de vista de la rentabilidad del día a día; gestionar la cultura es más complicado. Hay cosas que cuestan dinero pero que dan prestigio, y otras que no te dan prestigio pero sí dinero, y hay que ir combinando. No se puede sólo ganar dinero con la cultura, porque no se ha inventado para el beneficio económico.

Por todo ello, tristemente, los medios tradicionales ahora no son fiables, porque los periodistas están atados de manos y piernas. Esos medios están intentando como sea sobrevivir y para ello se venden a quien pague. Están desesperados.

La buena noticia es que, antiguamente, poder contar una historia en un medio de comunicación no era fácil. Hoy no necesitas más que un teléfono móvil. Si alguien como tú o como yo, sin tener el apoyo de ningún medio de comunicación, contamos una historia sólida, nos costará un año o tres, pero al final vamos a encontrar un hueco. Si nuestra ambición no es sólo ganar dinero con un bombazo, sino tener una vida digna contando historias, yo creo que hay espacio para esa gente que tiene talento y se esfuerza. Por eso creo que habrá trabajo para los futuros periodistas.

Volviendo al argumento de tu libro, en la sociedad se habla mucho de igualdad, pero poco de diversidad. Sin embargo, la identidad sólo se encuentra dentro de un entorno heterogéneo, ¿no?

La diversidad se parece más a la realidad del mundo que la igualdad. No somos iguales, somos muy distintos. El instinto animal hace que nos juntemos con los parecidos; que los que tienen chepa vayan juntos y los que tienen mucho pelo vayan juntos. Pero luego hay una cosa, que se llama educación,  que te hace curarte los prejuicios. Cuando aprendemos a respetar la diferencia, a la gente de otros grupos, de otros países, de otros colores, sabemos que todas las diversidades tienen los mismos derechos. No somos iguales, pero sí debemos tener igualdad de oportunidades. Lo que hay que defender es que todos somos igual de distintos.

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Juan Luis Cano y tú tenéis una Fundación, la Fundación Gomaespuma, con la que lleváis a cabo proyectos en Sri Lanka y Nicaragua. ¿Cuáles son vuestros objetivos?

Llegamos a la conclusión de que, mejor que solucionar los problemas de la gente -¿qué problemas van a solucionar dos ‘pringaos’?-, lo que pretendemos es ayudar a que los niños tengan una educación para que en un futuro sean gente preparada, que pueda buscar una solución a sus propios problemas. Porque ellos los viven y saben de qué van. En lugar de exportar maneras de vida, se trata de darles educación para que ellos busquen la suya.

La directora de la Fundación es nicaragüense y conoce su país muy bien. Nos propuso entonces unos proyectos allí para que los niños que estuvieran vagando por la calle tuvieran acceso a un local donde aprender lo básico con talleres de lectura y de escritura, o donde jugar al fútbol. Ya conocemos a varios Licenciados que de niños estaban en la calle.

Y a Sri Lanka llegamos tras el tsunami. Además, en el país se vivía una guerra civil, con lo cual había un montón de niños huérfanos. Aquello era un horror. Allí conocimos a unos franciscanos, una maravilla de tíos. Ellos llevaban un orfanato y, desde entonces, financiamos su proyecto. Ahora llevan también un colegio. Y les hemos comprado unos campos de arroz para que produzcan y puedan tener el día a día solucionado.

¿Dónde crees que se encuentra la línea roja entre servicios de ONG y servicios públicos?

Es un tema peligroso. Precisamente uno de los problemas que tiene Nicaragua es que es uno de los primeros países receptores de ayuda mundial. Ahí se ha creado un círculo vicioso. Si tú al Gobierno de España le envías la señal de «no te preocupes, machote, que ya lo hacemos las ONG», le das alas para que pase de sus responsabilidades. La responsabilidad de que los niños coman en los colegios no es de las ONG, es suya, del Gobierno, del Ministerio de Educación, de los Presupuestos del Estado.

¿Qué opinas de los constantes cambios en el sistema educativo?

La educación es una de las cosas, si no la cosa, en la que un país tiene que ponerse de acuerdo consigo mismo. No puede ser que cada cuatro años cambie lo que estudias. No puede ser que una batalla la ganen los franceses, a los cuatro años el pueblo de Madrid y a los cuatro años empaten. Es un cachondeo, y el nivel de educación en España va para abajo. Es muy fácil verlo si hablas con profesores de la universidad, que ven lo que les llega. Ya es hora de que se haga un pacto de Estado. Pero creo que este país lleva años perdiendo el tiempo en conversaciones de portería y de corrala. Y después de las elecciones europeas se ve que la gente reclama un cambio.

¿Qué análisis haces del resultado de las europeas?

El sentimiento que se vio en el 15-M empieza a llegar arriba. Y eso es buenísimo. España necesita gente con una visión más moderna, gente que ha perdido el complejo de ser español, de no hablar inglés, de que «los demás son más listos que yo»… Necesitamos a la gente que ha hecho Erasmus. Y la gran tragedia de la crisis es que la gente más preparada, que son los líderes que necesitamos aquí, se va a trabajar fuera. Es el valor que más perdemos.

¿Y cómo ves el panorama para estas nuevas generaciones?

Por primera vez desde hace varios años estoy optimista. No porque el Gobierno diga que la economía mejora. El Gobierno y los políticos de los grandes partidos no gobiernan para España, sino para ellos mismos, por lo que no me interesa nada su discurso. Pero veo el sentimiento de la gente de la calle, que quiere vivir con tranquilidad y con dignidad. Para que sus hijos vayan al colegio, se coman un filete con patatas y se compren un libro en la Feria. No están ambicionando a más.

Espero que en las próximas elecciones de este país, el camión de recoger políticos se lleve a muchos de ellos, y que venga gente -aunque se equivoque igual- con otra mentalidad, con otras ideas, con ilusión. Quizá no es agradable. Los políticos quieren que sea agradable, inaugurar pantanos, o hacer obras y que les aplaudan. Es que la política no es eso. Las satisfacciones no son salir en la portada del ‘Hola’, sino acostarte por la noche orgulloso de lo que has hecho.

Creo que la gente lo ha entendido. Antes no, antes vivíamos diciendo: «España es buenísima porque tiene jamón serrano». Pero España no es buenísima porque tenga jamón serrano, sino porque el jamón serrano te lo puedes comer en un bar, donde entran los niños, donde hay vida familiar, donde saludas a Manolo, el camarero, y comentas con él sobre algo. Hay potencial en las personas y ese potencial se ha enfocado de una manera equivocada. Y no nos dábamos cuenta. Pero ahora sí, y espero que eso signifique un cambio que estamos pidiendo a gritos.

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