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¿Qué necesita tu ciudad para hacerte feliz?

El diseño y las políticas urbanas influyen en el bienestar y en la felicidad de las personas. Ése es el punto de partida de ‘Happy city: Transformar Nuestras Vidas a Través del Diseño Urbano’.

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16
abril
2014

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El diseño y las políticas urbanas influyen en el bienestar y en la felicidad de las personas. Ése es el punto de partida de Happy city: Transformar Nuestras Vidas a Través del Diseño Urbano el libro en el que el periodista canadiense Charles Montgomery nos muestra los efectos que la expansión de vías peatonales, zonas verdes o carriles bicis tienen en ciudades como Copenhague, Nueva York o Vancouver.

Montgomery establece una parámetros básicos en su búsqueda de la felicidad urbana: disfrute, salud, libertad, adaptación, equidad y conexión social. El modelo de ciudad feliz que el autor usa como ejemplo es el de Bogotá, que bajo el periodo de Enrique Peñalosa cambió por completo el sistema urbano con la construcción de carriles bici, parques y plazas públicas. Se convertía así en una de las primeras ciudades latinoamericanas que en los noventa demostró que la vida urbana puede ser mejor si el diseño de la ciudad se orienta hacia el bienestar de sus habitantes. Pero también advierte del retroceso reciente de la ciudad y lo argumenta como una evidencia de que los avances pueden perderse por razones políticas y falta de conciencia ciudadana.

El el 24 de febrero del año 2000 Peñasola prohibió, por un día, el uso del coche: los ingresos hospitalarios se redujeron en casi un tercio, la neblina tóxica sobre la ciudad adelgazó, con la consiguiente mejora de la calidad del aire, y la población respondió positivamente en las encuestas.

Para Montgomery, no hay nada peor para la salud mental que un desierto social. «Las investigaciones médicas lo demuestran: cuanto más conectados estamos con la familia y la comunidad, menos probable es que experimente ataques cardíacos, accidentes cerebro-vasculares, cáncer y depresión».

Un estudio de la Universidad de Umeå (Suecia) describe una relación directa entre el diseño de las de las ciudades y los déficits sociales. Las personas que viven en barrios monofuncionales dependientes del automóvil son mucho menos sociales que las personas que viven en vecindarios peatonales donde la vivienda se mezcla con tiendas, servicios y lugares para trabajar. Por otro lado, quienes tardan más de 45 minutos en desplazarse de su casa al trabajo tienen un 40% más de probabilidades de divorciarse.

Con base en numerosas investigaciones y utilizando testimonios personales y fotografías, Happy city muestra en qué consiste un diseño urbano orientado a la felicidad. Esencialmente se necesita que los espacios públicos estén concebidos para hacerles la vida amable a los peatones, no para facilitar el flujo vehicular, para que haya más interacción entre gentes diversas, no para segregar a ricos de pobres, y para que se pueda combinar trabajo, vivienda, compras y ocio en forma ordenada, en vez de separar espacialmente cada actividad.

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La ciudad feliz, la ciudad baja en carbono, la ciudad verde, todos son el mismo lugar”, explica. Decenas de ciudades han entendido este mensaje y han desarrollado diferentes vías como, por ejemplo, programas para bicicletas compartidas.

En 2010, Londres introdujo un sistema de bicicletas públicas -Boris Bikes for the city’s–, promovido por el propio alcalde de la ciudad, Boris Johnson. El fenómeno del ciclismo urbano está de moda y este modelo se repite en muchas ciudades occidentales que capitalizan en triple beneficio: menos contaminación, mejor salud y menos accidentes.

Una persona que usa el coche de forma individual para desplazarse necesita 20 veces el espacio en vías públicas que quien se transporte en autobús, 30 veces el espacio que necesita el ciclista y 75 veces el que utiliza el peatón. «Mejorar el espacio público debería ser prioridad en la agenda de los políticos que nos gobiernan, por la sencilla razón de que es algo que mejora la calidad de vida de todos», concluye Montgomery.

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